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Estatua de sal

Era una de esas tarde-noche de verano. Esa parte de la ciudad se había convertido en un batiburrillo de puestos de comida y bebida de otros países. Empezaba ya a refrescar, pero, entre tanta gente, apenas se notaba. Éramos un buen grupo ese día y nos pasamos la tarde riendo. Nos paramos a tomar algo en un puesto donde ofrecían licores muy extraños, totalmente desconocidos para mí. Alguien me pasó un vaso para darle un trago a una bebida indefinida. Y, mientras bebía, te vi. Me atraganté y todos pensaron que era por el sabor de aquel brebaje. Nada más lejos de la realidad. Todos rieron, pero yo apenas podía mover los músculos de mi boca… Tenía la mirada clavada a lo lejos, un par de puestos más allá. Tú estabas allí, parado, mirándome también. Contuve el aliento. El ruido a mi alrededor cesó. Sólo oía los latidos de mi corazón… bum-bum, bum-bum, bum-bum…que sonaban con fuerza y rapidez. Y el tiempo pareció pararse. Todo desapareció a mi alrededor; sólo estábamos tú y yo, allí de pie, estáticos, mirándonos, arrancándonos el alma a jirones.

Alguien me golpeó en el brazo y me hizo volver a la realidad. Todos seguían riendo y yo intenté hacer lo mismo. Cuando él posó el brazo sobre mis hombros, me estremecí. Por un momento, pensé que eras tú. Me giré hacia donde tú estabas y vi tu brazo apoyado en la parte baja de su espalda. Era una chica guapa y joven; muy joven, mucho más que nosotros. Observé tu mano, con esos largos dedos, acariciando su espalda. Esos dedos que tantas veces recorrieron mi cuerpo. Sentí celos. ¿Cómo es posible? Después de tantos años… Yo estoy aquí, con mi pareja, y tú ahí, a pocos metros, con la tuya. Pero me parece que fue ayer cuando éramos uno.

Alguien decide que cambiemos de lugar. Mi chico coge mi mano y me guía a través de la gente, calle arriba, justo donde tú estás. Mi corazón se acelera. Volvemos a cruzar nuestras miradas; apenas unos segundos. Y cuando paso a tu lado, sin mirarte, con la vista al frente, siento cómo tu mano acaricia mi brazo, de forma sutil. Siento un escalofrío. Pero no miro atrás. Sé que si lo hago podría convertirme en estatua de sal.

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