Fuego fatuo en una representación.
Palabras en verso, grandilocuentes,
más creíble que la cruda realidad.
Golpes que saben a Victoria,
miedo en los ojos que miran desde abajo.
Y, tras bajar del pedestal, tiemblan las piernas,
tras quitarse el disfraz,
caen fugaces lágrimas de negro y oscuro.
Pero ante el público solo queda sonreir,
ser grande, seguir el espectáculo.
Llamas danzan dentro,
lamen piel y huesos, calcinando
incinerado el yo,
para crear al protagonista que todos esperan ver.
Felicidad breve,
mas, tras los aplausos,
vacío y soledad
es lo que encuentra en el proscenio.
Un día en la cumbre
poco después rodar por la loma
hasta la más profunda sima.
Silencio y soledad,
perdido el recuerdo.
Y solo él mismo,
insuficiente para su papel.