Gracias. Por nada en concreto. Por todo en general. Por estar ahí. Por seguir ahí.
Gracias. Por seguir a mi lado después de tanto tiempo. Media vida juntos y aún me soportas.
Gracias. Por todo lo que me has dado. Por haber estado. Por seguir estando.
Gracias. Por todas las cosas que haces que me hacen enfadar y todas esas otras que me enternecen. Por el tira y afloja del día a día. Por cuidarme cuando estoy enferma. Por mimarme cuando no lo pido. Por llevarme la contraria o discutir conmigo.
¿Sabes? No te lo digo tantas veces como debiera, pero te quiero. Casi desde el primer momento en que te vi; ahí ya supe que eras tú y nadie más. Y el tiempo me (nos) dio la razón. Luché por una relación atípica y, a priori, abocada al fracaso. Y aquí seguimos, más de veinte años después. ¡Quién nos lo iba a decir!
Gracias. Por darme una maravillosa hija, fruto del amor. Por cuidarla y protegerla. Por ese pedacito de ti.
Gracias. Por aguantar mis locuras. Por dejar que me equivoque y por volver a empezar. Por los buenos momentos y por los malos compartidos a tu lado.
Gracias. Gracias por existir