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La Puerta Elegida

Una vez y todas las veces yo estaba mirando a mi mamá. Solo la observaba. Sus manos, su pelo, sus gafas con aumento y su posición mientras leía el periódico después del almuerzo, y pensé: “Dios, no quiero dejar de verla nunca, no quiero dejar de escucharla jamás, de recibir una llamada suya cada día, de saber que está ahí siempre, siempre”. 

Hoy este texto es para quienes ya no tienen a su mamá, porque no puedo siquiera imaginar cómo viven. 

Me lo pregunto mucho porque creo que se debe sentir un vacío sin fin. 

Las mamás, sin importar los hijos que la vida y Dios les den, sin importar el país al que pertenecen y la situación económica o física que les toque afrontar son, durante su vida como mamás, el personaje más importante en la vida de sus hijos, una pieza irremplazable en la vida de todos los seres humanos. No es esto algo fascinante? 

Muchos pensarán, “en mi vida no porque mi relación con mi mamá es distante,  en la mía no porque mi mamá no está conmigo desde hace muchos años,  en la mía no porque no la conozco”. 

No importa, porque sin importar cómo es, dónde está o si no está, la mamá es la puerta del cielo para llegar a la vida y ya sólo con eso se ganó el protagonismo.

Ser la puerta por la cual venimos a la vida es una misión encomendada a alguien muy especial, a alguien que cumple a cabalidad todas las características y requisitos para que cada persona llegue al juego de la vida dentro de un contexto ideal para cumplir con su misión, cualquiera que esa haya sido elegida por su espíritu antes de venir. 

Si entendiéramos que desde el más allá elegimos trabajar y mejorar en ciertos aspectos de nuestra humanidad y espiritualidad, y que para eso escogimos la mamá que tenemos, sabríamos que abrimos la puerta correcta, y que por eso la primicia de “honrar a padre y madre”, al igual que el amor de una madre no se discute ni se pone en duda, pues gracias a ella es que cada uno puede hacer lo que vino a hacer. 

No es fascinante? 

Pienso entonces que así como son la puerta de entrada a la vida, deben ser también la puerta de regreso al cielo y siento entonces que ese vacío sin fin que creo se debe sentir al no tenerla al lado, toca un fondo de esperanza y de paz en el corazón. 

No sé si ésta reflexión sana el alma de quienes ya no tienen a su mamá, pero a mí me llena de gratitud porque aún la tengo y de amor para disfrutarla y cuidarla cada día. Así esa puerta se hará cada vez más grande, más linda y más fácil de abrir cuando me toque llegar y golpear. 

Clau Sánchez

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