¿Qué significa ser mujer?
¿Es simplemente tener pechos y un aparato reproductor específico? ¿Significa tener una función específica en el mundo? ¿Significa que estamos en desventaja? ¿Es, quizás, todo esto y algo más?
A menudo escuchamos en los medios, a famosos, políticos y otros seres mediáticos decirnos lo que significa ser mujer. Algunos opinan que es el mejor regalo que hayamos podido recibir, otros que no somos iguales a los hombres, hay gente que piensa que estamos en desventaja frente a los hombres y hay personas que piensan que siempre lo estaremos.
La libertad de expresión es un derecho fundamental, y creo es algo que se nos está pasando por alto. Estamos tan convencidos de tener la razón en todo lo que decimos, pensamos y en nuestro modo de entender la realidad que a menudo se nos olvida que somos, por encima de todo, humanos.
Es innegable que desde los comienzos de los anales de la historia se ha visto a la mujer en un rol determinado, con unas funciones marcadas y perfectamente delimitadas. También es indiscutible que si no fuese por aquellas mujeres que alzaron la voz y se hicieron oír a través de diferentes plataformas (entre ellas la literatura) hoy en día nuestro rol seguiría siendo, con suerte, aquel del siglo XVIII: la dama perfecta incapaz de sobrevivir por sí misma en busca de un marido que la salve. Gracias a ellas tenemos los derechos, la libertad y la independencia de la que gozamos hoy en día.
Sin embargo, algo ha cambiado. Personalmente, hoy en día no es tan sólo un sentimiento de orgullo el que siento por nosotras, mujeres, sino también de miedo. Nos hemos olvidado de la base de nuestra existencia, de nuestra especie, y de lo que ella conlleva. Uno de los privilegios de ser Homo Sapiens es que tenemos el poder del raciocinio, no somos simples animales, y eso conlleva cierta responsabilidad. Significa que cada uno de nosotros tiene la capacidad de expresar su opinión, sentimientos y pensamientos de modo individual, pero también quiere decir que tenemos la capacidad de aceptar las diferencias de opiniones entre cada uno de nosotros y de todos los que nos rodean, aunque no estemos de acuerdo con ellas.
Mañana comienza el mes de marzo y es difícil no entrar en política, debates de derechas e izquierdas, en qué significa ser feminista y cómo vamos a demostrarlo. Pero eso es exactamente lo que me gustaría.
Me gustaría que cada una de nosotras tuviese la capacidad de decidir cómo quiere ser mujer, sin desgastar la palabra feminismo hasta romperla en mil pedazos. Me gustaría poder decir libremente y con orgullo que soy mujer, que estoy orgullosa de hasta donde hemos llegado y me gustaría recalcar todo lo que aún nos queda por conseguir.
Sin embargo, hay algo que se ha anclado en mi mente desde hace unas semanas y que me ha llevado a escribir este texto: tengo miedo.
Miedo de que una palabra tan inmensa como MUJER haya dejado de tener significado y se haya convertido, simple y llanamente, en la pelota de un partido de tenis; pasando de lado a lado de la cancha, luchando por ver quién la lanza más fuerte y quién consigue sacarla de la pista.
Miedo de que la palabra feminismo acabe perdiendo su verdadero significado y, sobre todo, a que esas nueve letras que tanta vida nos han dado y tanto nos han hecho avanzar, hoy nos separen.
Estoy segura de que la gran mayoría de lectores, si no todos, tenéis una opinión al respecto y quizás por eso mismo es este artículo tan difícil de escribir; porque no pretende ofender a nadie, sino hacer pensar y reflexionar sobre nuestros sentimientos, cómo los expresamos y hacia dónde nos están llevando. Hay mil formas de expresar opinión, de escuchar y ser escuchado, incluso de hacerse oír, y otras tantas de expresar lo que significa para cada una de nosotras ser mujer, pero si lo hacemos atacándonos las unas a las otras sólo acabaremos encontrando una “guerra civil” de la que, os garantizo, no saldremos vencedoras.
Así que sí, escribo este artículo para hablar del 8M, que tantas horas de cobertura ha tenido ya en medios de comunicación. Escribo para pediros de deis vuestra opinión, que defendáis vuestra identidad como creáis que debéis hacerlo; pero sobre todo escribo este artículo para pediros que lo hagamos UNIDAS, ya sea una al lado de la otra o en la distancia. El 8 de marzo no debería convertirse en una lucha en la que nos arrojamos palabras e insultos las unas a las otras porque, ante este escenario, habremos perdido la batalla antes de comenzar.
Escribo este artículo para decirte a ti, que estás leyendo este artículo, que defiendas tus derechos y luches por ellos con el poder de la palabra, porque ante el respeto la violencia no tiene oportunidad de ganar.
Escribo para que olvidemos a los partidos políticos, a sus representantes, sus colores y sus lemas y para que tú, mujer, expreses tu propia opinión sabiendo que hablas desde tu interior. Tenemos la capacidad y la libertad de elegir cómo expresarnos este 8M (sin olvidar los otros 364 días del año) pero sólo te pido que no lo hagas destrozando las opiniones y creencias de otra mujer. Eres el resultado de billones de años de evolución que te diferencian del resto del mundo animal, por favor, no dejes que tus instintos y emociones más negativas le ganen la partida a la razón. No dejes que el miedo te impulse, ni tampoco que te paralice: no dejes que la ira gane.
Habrá quien quiera leer entre líneas y ponga en mi texto palabras que yo no he escrito, pero las que aquí he reflejado son lo que pienso, claro y simple. No pretenden disuadir, aleccionar, influir ni condicionar a nadie. El único objetivo de este texto es pedirte dos cosas: RESPETO y UNIDAD.
Siempre he escuchado que el dinero mueve el mundo, y a casi nadie le gusta este hecho. Sólo espero que en unos años no tengamos que decir que es el miedo el que lo mueve.
Sólo espero que sepamos abrazarnos en nuestros desacuerdos por el bien de un objetivo común.