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Mujeres perfectas

Delicada. Luchadora. Educada. Buena madre, excelente pareja y ciudadana ejemplar. Sonriente. Obediente. Trabajadora. Buena amiga y compañera. Auto-suficiente. Sociable. PERFECTA.

 

No es fácil ser mujer en el siglo XXI. La trampa de la sociedad nos ha empujado a un mundo en el que seguimos los ideales de mujer del siglo XIX en términos de sociabilidad, atención a la familia y cuidado del hogar pero también los del hombre, estableciendo contactos y trabajando para mantener a la familia.

Se espera de nosotras que seamos Adele Ratignolle en “El despertar” (K. Chopin, 1899) pero al mismo tiempo hemos de ser también su marido. El caso es que, bajo ninguna circunstancia, debemos despertar y convertirnos en Edna Pontellier quien, para quien no haya leído la novela, se resiste al ideal de mujer victoriano y lucha por seguir sus anhelos y deseos.

Ha pasado más de un siglo y la presión sobre la mujer no sólo no ha decrecido, si no que es aún mayor. Nos hemos adaptado a una nueva situación que no acabamos de comprender. A muchas mujeres, entre las que me incluyo, les hace felices trabajar y disfrutar del tiempo en familia pero se les hace imposible tener tiempo para todo. Trabajamos ocho (o más) horas al día, hacemos la compra, mantenemos la casa (semi) ordenada, recogemos a los niños del colegio, les ayudamos con los deberes, les hacemos la merienda y discutimos por la pieza de fruta que nunca se quieren comer, nos reconciliamos justo a tiempo para decirles que ha llegado la hora del baño, de la cena y de irse a dormir. Son las diez de la noche y estamos agotadas. Nos conectamos entonces para desconectar del ruido que se ha formado a nuestro alrededor y ponerle un filtro a nuestra realidad: #lifeisgood.

Ese es el problema.

En el siglo XIX se fingía por carta una vez al mes o a la semana, ahora lo hacemos de modo diario a través de las redes sociales. Nos mostramos sin ojeras, sonrientes y satisfechas porque entendemos que, igual que hemos hecho nosotras, la gente no entra en Tik Tok o Instagram para deprimirse sino para que le saquen una sonrisa. ¿Es ese el efecto que conseguimos? ¿A quién estamos engañando realmente?

Usamos las redes sociales para recibir la dosis de dopamina que nuestra vida ya no nos da, para liberarnos del estrés, la ansiedad y de la presión del mundo a nuestro alrededor. Nuestra salida es ver el mundo exterior a través de una ventana táctil, que sólo nos permite ver una realidad alterada, perfeccionada, virtual e irreal. Lejos de llevarnos a una vida más feliz y plena, estas vías de escape nos han llevado a lo que se ha denominado la pandemia del siglo XXI. Las mujeres somos dos veces más propensas a sufrir depresión que los hombres[1], especialmente durante la adolescencia, pero nos volvemos expertas en ponerle un filtro a la vida y hacer que, al menos de cara a los demás, ese profundo vacío y esa tristeza que nos parte el alma desaparezcan.

Estoy convencida de que nadie quiere vivir así pero también lo estoy de que la inmensa mayoría no saben cómo salir. Es más, puede que ni siquiera sean conscientes de la situación. Cuanto más queremos evadirnos más recurrimos a las redes sociales que, en realidad, son parte del problema y no la solución. ¿Podemos romper ese círculo?

Sí, podemos.

A lo largo de la historia hemos demostrado ser más resilientes que ningún otro animal sobre el planeta, hemos trabajado nuestra inteligencia, nuestro ingenio y nuestra creatividad pero, en el camino, puede que una parte de nosotros de haya perdido. Ahora nos toca encontrarnos, volver a ser nosotras y trabajar nuestra inteligencia emocional. Aprender donde está el límite de lo que podemos hacer por los demás sin olvidarnos de que nuestra salud mental debe ser nuestra prioridad. Nos toca desafiar a la sociedad como lo hizo Edna en el siglo XIX bajo la pluma de Kate Chopin. Nos toca cambiar el final para que conseguir la libertad verdadera: la emocional.

No dejemos las redes sociales, aprendamos a usarlas. No les demos poder a los filtros, a los likes y las “vidas perfectas”, celebremos la imperfección de la vida, ¡despertémos!

Somos héroes, sin duda, pero no somos invencibles. Nunca te olvides de ti.

 

 

[1] https://www.mhanational.org/depression-women
Foto spencerdavisphoto vía Pexels (CCO)
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