El jolgorio de los niños, villancicos por las calles y por los rincones dormidos, anunciaban como ángeles un esperado nacimiento divino.
El amor era la chispa que se encendía en una realidad oscurecida
y recorría y envolvía la transparencia con lucecitas de colores una cuidad vacía.
Farolitos y cantares como el sol de medio día endulzaba así mi esencia como rociada por agua bendita.
El amor me esperaba,
el corazón me anunciaba
mi consciencia ya lo sabia
que mas allá de todo
se pronunciaría Dios
para abrigarme como magia
y rescatar mi divinidad merecida;
Y entonces devolver a alguien en el camino,
eso que he ganado y que me hace ser una con el infinito,
para celestializar el mundo por un segundo y ser quizás parte de un mismo destino,
en un mismo villancico,
en un mismo cuento de Navidad perdido,
refugiada en la atmósfera de un corazón enternecido,
flotando en la ilusión de volver a casa
y abrazar a aquellos que todavía creen en los milagros recibidos.
Lore Bedoya