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Nunca te vayas dando un portazo

Siempre he pensado que la educación debería ser una creencia, porque uno tiene la opción de adherirse a ella o no. Las personas no somos educadas, no nacemos con o sin educación, tenemos la elección de actuar conforme a lo que es políticamente correcto. El problema está en definir qué es políticamente correcto. No hay verdades universales, pero en términos de educación, el respeto y el saber estar son máximas indiscutibles.

Y sino prueba a decir por favor o gracias en el idioma que quieras, dentro del contexto que desees.

Haz lo mismo con una palabra peyorativa.

¿Ves?

La educación, no entendida como conocimiento sino como saber estar, es un acto indeleble en la memoria de quienes la perciben. 

Perdemos horas pensando en la ropa que nos vamos a poner,  mucho dinero en las prendas que conforman nuestro armario,  demasiado tiempo en nuestros perfiles de instagram y no nos damos cuenta que todo eso es perecero, todo eso es reemplazable. Nuestra autenticidad no la determina ninguna de esas cosas. La determinan nuestras maneras, nuestras formas, nuestro saber estar.

Quizás me esté volviendo una meláncolica social pero echo en falta personas discretas, elegantes, respetuosas.

¿Dónde dejamos el afán por hacer las cosas bien?

El otro día, charlaba con una amiga sobre la ineludible importancia que tiene saber marcharse en el momento adecuado. Aprender a soltar. Es difícil dejar un lugar, una casa,  un trabajo, una relación, o incluso un pensamiento cuando es necesario. Todo tiene su razón y su tiempo, y para hacerlo bien, hay que saber verlo y respetarlo.

Reflexionando sobre ello nos dimos cuenta qué tan importante es saber irse como saber llegar. Le decía, y ella asentía, “siempre hay que saber llegar con un poco de orgullo e irse con mucha humildad”.  No importa cuánto tiempo transcurra entre ambos sucesos, da igual lo que suceda en medio, siempre se verán determinados por su principio y su final.

Quise dejar constancia de ello, por si algun día se nos olvida.

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