Y de pronto, un día algo hace “clic”. Y ese “clic” suena a “crack”. Y algo se rompe. Y pone patas arriba toda tu vida. Un puñetazo brutal en el estómago te hace ver las estrellas. Y lo que era negro empieza a clarear y lo blanco empieza a oscurecer.
Sin previo aviso, todo se trastoca. Lo importante te parece una nimiedad y lo aparentemente inocuo y superfluo comienza a revelarse como algo de suma importancia.
Después del “crack” buscas las grietas, las fisuras, las roturas. Intentas pegar, coser, juntar, pero ya no puedes. Todo a tu alrededor se ha partido en mil pedazos y es imposible recomponerlo. O no. Pero es ardua tarea. Algunas piezas ya no encajan. Otras han desaparecido.
Y esa vida nueva hecha de pedazos es más intensa que la vieja entera. Una nueva capa se ha formado para unir esos trozos sueltos y proporcionarle la dureza de una roca a pesar de su frágil apariencia.
Y es el dibujo de esas grietas ahora selladas el que le da a tu vida el sentido necesario. Lo que la hace ser bella. Especial y única. Hasta que, quizá, algún día, suene otro “clic”… Y tengas que volver a deshacer y hacer el puzzle con otros pedacitos de vida.