En ocasiones me dejo llevar
por ese vello erizado que aún perdura
solo en mis recuerdos.
Entonces me cuelo en el calor de tu abrazo
mientras ajeno duermes
y dejo mi mente en la perfección
de momentos que para otros son nada.
Frecuentemente me curo a sorbos de café
y bocados de diálogos de autores ya muertos.
Me zambullo entre las páginas de libros
qué dejen espacio para un personaje
qué extraño, mezcle su trama con su tinta.
Los últimos días, respiro el sonido
de los niños tejiendo sueños
para una vida que quisiera pintar con los dedos.
Marchan dejándolo desordenado
revolviendo aquella que hace años fuí.
Raras veces busco la compañía de la realidad,
suelo jugar con ella al despiste
y solo me agrada su rostro los días de lluvia
cuando decide llorar sobre mí.
Ya ves, busco la eternidad en las gotas de instante,
el pasado en un futuro
qué debe estar a punto de llamar a la puerta.
Soy un presente gritando que no morirá nunca,
El silencio agarrado entre tus labios
y una caricia en equilibrio cruzando
el costado que perfila tu espalda.
Nunca sé poner punto y final a la historia,
tal vez lo solvente en …
