La mente curiosa, cautelosa y tenaz, dirige al pensamiento a investigar.
Hay investigaciones que duran meses e incluso años. Hay otras equipadas con miradas cándidas y efímeras, pues en cuestión de segundos definen la respuesta. Hace dos días surgió en mí un interés muy peculiar. ¿Quién inventó la música?
Una gran parte de la población de este universo considera que la música es esencial. Sana, motiva, inspira y cautiva, entre muchas emociones más. Despierta sentidos que optamos por mantener dormidos. Genera sonrisas. Le da voz a el despecho y también a el desahogo. Exprime lágrimas guardadas y revive memorias enterradas.
Es un utensilio básico para menear y sacudir los vaivenes de la vida.
Así comenzó mi mente a indagar por calles silenciosas buscando ruido, nombre y apellido a el ser magnífico que inventó el primer conjunto bonito de sonidos.
Mi investigación terminó a los dos días de negación, pues me mantuve incrédula al descubrir la respuesta en cinco segundos. Nadie sabe quién inventó la música.
Una respuesta directa, rápida y algo vacía. Solo me envolvió en mil preguntas más.
Sí. Claro que sé sabe qué hace 42 mil años, el primer instrumento fabricado fue una flauta. ( Con los huesos de un gran buitre. ) Incluso se reconoce al Himno de Ugarit como la primera canción de la historia. Sin embargo, estos datos son ramas del gran árbol de la música. PERO—————
¿Quién plantó la semilla?!
Nadie sabe. No hay dato histórico que indique quién fue la primer persona en hacer de varios sonidos una linda melodía. Sin embargo, olvidaba lo más importante.
¿Qué o quién inspiró su creación ?
Sin inspiración no hay nada. No hay ideas, no hay motivación, no hay musas.
Crear se congela en un mundo nulo de ideas. A raíz de esta curiosidad aprendi que es igual de importante aprender quién inspiró. Aquí sí hay respuesta. Si hay datos científicos.
La gran inspiración fue un ave. Un pájaro. El único ser vivo que produce melodías tanto hoy, como hace 42 dos mil años. Para ese ser con pico parlanchín, su canto es tan común, pero para alguien más fue la inspiración que plantó la semilla del gran árbol musical. Esta cuestión tan peculiar me inspiro a escribir una pequeña reflexión que muchos necesitamos al dudar de nuestro propio canto.
El ave silbo melodías que su alma plácidamente requería.
Al silbar, su corazoncito se llenaba de energía.
Para los oídos del ave, aquel cántico era común y corriente.
Sin embargo, para alguien más fue un sonido histórico.
Esa melodía fue una sinfonía con alas que aterrizaron en un conducto auditivo ajeno.
Es una incógnita quién la sintonizo.
Sin embargo, se sabe perfecto quién influyó.
Bendita ave, bendita musa, pues ni enterada que su canto provocó la creación de la música.
Canta. Sé tu.
Nunca sabes quien se inspira a través de tu propia melodía.