Me despierto sobresaltada.
No, ya no estamos juntos. Hace dos días no éramos felices tampoco pero aún tenía esperanza de que reaccionara. Podría haber conducido un camión de millones de toneladas hacía él y haberlo pillado y aún así no hubiese reaccionado.
¿Qué tipo de desconexión es esa? Pensaba que estaba mal pero… Nada que ver con la realidad más absoluta.
¿Cómo en un segundo conecta de esa manera, procesa de esa manera y es consciente de todo? Todo y eso cuando viene a comer ese viernes después del notición parece como que no va con él. Voy a comer me dice, yo mientras tirada en la cama, ¡con unas arcadas!…pero.. ¿y mi nivel de enfermedad cuál es? ¿Qué es lo que me frenaba a mi a haber tomado hace tiempo la decisión de o esto o te vas? Por qué me he dejado humillar y no he parado del tren de golpe. – “Yo me bajo aquí. Hasta aquí”. Imposible tomar una decisión de ese calibre con los pocos datos que tengo. Destrozar la vida de mi hijo tiene que ser por algo muy grave. A mí no me puede quedar en la conciencia que no he hecho todo lo suficiente, que no le he dado las oportunidades que necesitaba teniendo en cuenta su sufrimiento máximo porque yo no había accedido a ir a Sevilla. -“Aunque me cueste la relación”. Sí, lo tenía grabado a fuego.
No me podía ir a Sevilla con un tren que va a tan alta velocidad que no ve el paisaje precioso que va dejando atrás.
-”Adiós”-Me despido desde el andén pero él no me ve. Vuelve a pasar por la estación de nuevo, esta vez lleva más velocidad. Apenas se escucha:
-“Adi”. Eo, ehhhhh.. que estoy aquí!!!!”.
¡Viene otra vez!
– “A”.- Salto en la parada del tren pero ni siquiera ve a su hijo. Lo llevo encima de mí, cogido, abrazándolo bien fuerte. El aire del tren casi le arranca el sombrero.
-“Papá te quiero. ¿Papá? ¡Estoy aquí!
¡No puedo seguir así! ¿Qué más puedo hacer para que frene el tren?. Me quiero subir. ¡Tengo que subirme para poder parar el piloto automático! ¡Vale, ese es mi siguiente propósito! Tengo que parar el tren ya como sea. Si lo paro de golpe se acabó todo. La maquinaria no va a soportar tanta presión. Pero no puedo asumir mi propia implicación en el desarrollo de los acontecimientos, aún no, debe haber otra manera de parar el tren sin aún hacer saltar todo por los aires. Perder a un padre por tomar esta decisión y no poder asumir que no puedes ni aún así parar el tren… Asumir tu derrota… Dejaré que dé alguna vuelta más.
Estoy cansada. Tanto tiempo de pie en la estación al sol, cegándome la vista. No veo nada más. Cuando miro hacia otro lado el sol ya parece que me la ha dañado. Lo veo todo con puntos negros gigantes que no me dejan mirar a mí el paisaje. La vida los tres juntos es muy bonita, ¡Tengo que buscar unas gafas de sol! Tengo que recuperar mi visión. Pero es demasiado tarde. Las gafas de sol encima hace que lo vea todo peor, y más oscuro,claro. Yo tampoco veo la salida.
Ahora de pronto estoy en un andén de metro. Aquí es imposible ver cuando el tren se acerca. Hasta que no esté en la estación no me va a ver. Es peligroso ponerse en medio, ¿me verá y parará?¿Y si le pongo a su hijo en alto?. Delante del tren. ¿Lo verá y podrá parar a tiempo? Esto es muy arriesgado.
Sin saber cómo han llegado ahí tengo los mandos del tren entre mis manos. ¡Genial! Ya está. Ahora lo conseguiré. Apreto todos los botones sin parar. Ni el rojo, ni el verde. ¡Joder! Me podrían haber dado las instrucciones de este aparato… Mmmm… Lo mismo es buscar una combinación de botones que activan la parada automática del tren. Seguro, tiene que ser eso. Nunca se me ha dado muy bien la tecnología. Pero aprendo rápido.
Y en un momento inesperado, nadie sabe cómo, más propio del milagro que del azar, encuentro exactamente los botones que activan unos frenos de emergencia que parará el tren en un nanosegundo sin causar ningún problema aparentemente a la maquinaria.
Los apreto casi sin pensar, sin ser consciente que me vida podría cambiar en un segundo.
Paro el tren, claro que lo paro, pero inmediatamente. El tren pasa de 1000 km por hora a estar completamente parado en un momento.
Cuando baja el maquinista con la cara de raptapantallas acabándose de desconectar, me veo a mi misma saliendo de la estación con mi hijo de la mano. Es que ya no tengo ganas ni de girarme. Ni de mirar al maquinista. Creo que solo quería parar el tren y poder bajarme. Porque yo también iba en ese tren a toda velocidad, inmóvil, sin capacidad de reacción, viendo un muro enorme crecer cada vez más hacia el cielo. Un muro que empezaba a tapar el sol. Si no entra ya un poco de luz no voy a poder seguir viviendo. La luz es lo más importante para mí.
Sin yo saberlo en este último año he estado disfrutando de la luz, de la inmensidad de la luz familiar aunque el maquinista no estuviera con nosotros. Porque realmente no estaba y yo no podía o quería verlo. El maquinista accionó el piloto automático hace ya tanto tiempo que ni sé cuando escuché el “clic” del botón.
Llevo manejando el tren tantísimo tiempo en realidad y viendo el paisaje desde dentro del tren haciendo un duelo bastante largo ya de que un maquinista así, tal y como está, no puede manejar o ayudarme a manejar ese tren que es vivir en pareja. El duelo en las largas enfermedades dicen que es muy doloroso pero a la vez puedes despedirte de todo de otra manera y morir en paz. Esta mezcla entre duelo anunciado y shock final pienso que me puede destrozar por dentro. Este dolor inmenso no lo voy ni lo quiero tapar.
- -Tú no tienes que parar el tren de nadie. Y esto era así, este mismo final hace tiempo. La única diferencia sería que no habrías gastado tu tiempo ni tu esfuerzo en parar el tren de otro. Lo que me queda en realidad es el inmenso dolor que me produzco a mi misma por no querer, saber , poder parar MI propio tren y esperar que los demás lo paren por mi. Por no asumir mi error. Esa es mi cruz. Si paro mi Tren y me bajo no es un error mío. Es poder decidir lo que quieres y no quieres. Es vivir la realidad y no un mundo inventado.
Mi proceso también es largo y costoso.
El maquinista ha caído de golpe en un gran agujero negro. Inmenso como un cráter. Joder, tu intención era salvarlo y lo has abocado al abismo. Si ya no podía salir de un barrizal pequeño, ¿cómo lo va a hacer ahora? Recojo la cuerda que ya había empezado a tirar de nuevo. ¡Joder! ¿No aprendes? Quizás le he dado demasiado luz y debería haber dejado que transitara él su camino. ¿Más culpabilidad? No puedo, no puedo asumir ni una pizca más…