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Tiempo que huye

En ocasiones los recuerdos

dejan un regusto latente,

un aroma duradero

de unos labios ajenos que partieron

del puerto de los míos.

Es un sabor indefinido,

entre la melancolía y ese “querer marcharse”

que nunca alcanza

a ser ninguno de los dos.

Otras, el futuro se asemeja a un velo,

una lámina ligera, casi etérea,

al alcance de la punta de los dedos

al que me asomo

tratando de dislumbrar a través.

Y cuando crees sentir el roce,

una ráfaga lo balancea,

lo mece en el destino caprichoso,

enturbiando la imagen sin pretender.

Casi nunca y casi jamás presente,

encuentro mi ser en su preciso lugar.

Tan breve, tan delicado,

que de hipótesis pasa a resultado

sin que pueda entender el proceso ejecutado.

Así siento al tiempo:

caprichoso y extraño,

nos marca y numera a todos

sin mirarnos apenas a los ojos,

sin permitir que el tú y el yo seamos,

alguna vez, nosotros.

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