“María había estado tanto tiempo perdida que ahora no sabía qué hacer. Tanto tiempo sumida en la oscuridad, que ahora la luz le cegaba los ojos. Tanto tiempo anulada como persona… Pero ahora era libre. Aunque aún no sabía cómo sentirse.
Años de maltrato psicológico le habían hecho perder su identidad. Una identidad que ahora empezaba a recuperar. Sería un camino lento y difícil, pero seguro que le llevaría a un buen lugar. De momento, el cambio ya había empezado. Además de mudarse de casa, se había cortado el pelo. Un nuevo look que le hacía sentirse otra mujer. Algo tan simple como eso le hacía un poco más feliz. Era un comienzo…
Renovar su armario era otra cosa pendiente. Aunque ya había empezado también. Se deshizo de toda esa ropa vieja y ajada tras la que se escondía, e incluso se permitió el lujo de comprarse un par de bonitos vestidos, que le hacían gustarse y sentirse bien consigo misma. Todavía se sentía rara. Una extraña en su propio cuerpo. Un cuerpo todavía joven. Un cuerpo al que tendría que aprender a querer; del que, de momento, aún se sentía ajena.
La paz y el silencio de su nueva casa le resultaba reconfortante. Se sentía tranquila. Y, por primera vez en mucho tiempo, feliz. Con la cabeza más despejada y nuevas ilusiones. Todavía no se había acostumbrado a esa soledad tranquila. Sin gritos, sin insultos. Si pensaba en los últimos meses, las lágrimas asomaban a sus ojos. Pero no lo permitiría. Ya no. Había visto la luz al final del túnel y pensaba caminar hacia ella, sin prisa pero sin pausa, con paso firme.
Los rayos de sol de primera hora de la mañana que se filtraban por su ventana, la iluminaban. Pero, lo que realmente la iluminaba era la sonrisa que ahora adornaba su cara. Esa sonrisa nueva que había adoptado y que ya no la abandonaría. Porque ya era otra. Aunque, en realidad, por fin, era ella…”
Dedicado a todas esas mujeres que han sido o son maltratadas de algún modo. Que no pierdan la esperanza, ni la sonrisa… que siempre hay luz al final del túnel…