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Vino de crianza

        Esta noche nos hemos comido enteros.
Lo sé porque aún paladeo tu carne
                             al servirme el desayuno.
        Toco cada arruga de tus ojos,
la solera de esos pliegues
que te adornan una a una las heridas.

        Te recuerdo entonces,
cuando me enseñabas a besar.

Yo, tu flor chiquita,
que de tanto estirarme a quererte,
me hice alta como la aurora
para volverme bruma.

Mi boca, ya durazno en almíbar,
hoy se crece de ternura con el aire marinero.
Silo de orujos y crianza, me anuncia
que nunca más estaré sola,
después de tantas muertes tragando veneno
entre aftas y saliva.

Teresa Iturriaga Osa (Al viento Maestral)

 

 

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