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Bea Insa, una actriz que tiene algo que contar

Foto: @Jordi Boixareu

“Puedes decidir que vas a ser actriz toda tu vida, pero no lo que vas a encontrarte”

Bea Insa es noticia porque, con su compañía La Pacheca Collective, acaba de estrenar Hipólito en formato de teatro confinado. Es decir, emitiendo on-line y en directo desde su casa para 20 espectadores. Obra por la que recibiera en 2012 el premio a la mejor intérprete en el CENIT (Certamen Internacional de Nuevos Investigadores Teatrales) de (Sevilla). Actriz con una larga trayectoria tanto formativa como profesional que la ha llevado de Valencia al País Vasco donde ha trabajado con Ramón Barea, pasando antes por Barcelona, Marsella, Italia, Grecia e, incluso, el Odin Teatret de Dinamarca.

Antonio Hernández (AH) – ¿Por qué estrenar Hipólito en formato de teatro confinado?

Bea Insa (BI)Hipólito, aunque es un espectáculo de sala, también estaba pensado como espectáculo, deigamos, de salón. Hace años yo pertenecía a Ship of Fools. Una compañía teatral internacional de origen holandés que vivía y se trasladaba en barco. En 2016, vinimos a San Sebastián para trabajar en distintos proyectos ya que era la capital cultural europea.

En el barco teníamos una bodega con una mesa a la que se podían sentar 15 personas y el texto, que estrené en catalán, había sido traducido al español para llevarlo al CENIT de Sevilla, donde se premió mi interpretación. Así que decidimos estrenarla ya que teníamos una obra montada y el espacio para exhibirla.

El espectáculo funcionó muy bien. Bueno, siempre funciona muy bien. En mi opinión, se debe a que se rompe la cuarta pared varias veces, pero, también, porque exige hacer un importante trabajo de interpretación.

La obra se montó en 2011, pero no se estrenó hasta 2012. Desde entonces la hemos ido reponiendo siempre que hemos tenido la oportunidad. Como en el Museo Romano de Irún, o en el Museo de Reproducciones de Bilbao. Siempre en lugares bastante especiales, pues no es un espectáculo de sala. Tampoco es que permita hacer dinero ya que como te he dicho es un montaje para 15 espectadores.

Cuando comenzó la crisis sanitaria, social y profesional en la que estamos inmersos, queríamos hacer algo. En seguida pensé en Hipólito. Por lo que te he comentado, como por la intimidad del espectáculo y porque se podían mantener las acciones de la obra pero haciéndolas más en pequeño.

Teníamos nuestras dudas. Nunca habíamos hecho teatro on-line. Tampoco sabíamos cómo la pantalla y el streaming nos iban a distanciar del público. Pero lo hemos tenido que prorrogar debido a la demanda de entradas.

AH – ¿Cuál es el principal reto de hacer teatro confinado?

BI – El principal reto es tenerse que imaginar al espectador. Yo veo al público en las ventanitas pequeñas de la plataforma que usamos para emitir. Veo a los espectadores moverse, que están vivos, pero no deja de haber una distancia. Además, no se les oye. Hay que apagar sus micrófonos para que no haya interferencias, ni se cuelen teléfonos móviles o los ruidos que pueda haber en las casas. Por lo que no oigo cómo reaccionan a lo que hago en escena.

Todo eso me exige el trabajo de imaginar que los tengo muy cerca y tratar de dirigirme a cada persona del público. Contar la historia a los ojos. Es un esfuerzo que me ayuda mucho a crear intimidad con el público.

Creo que lo hemos conseguido. En el coloquio posterior que hacemos con el público, una persona me llegó a decir que le habían dado ganas de contestarme cuando se rompía la cuarta pared y les interpelaba directamente.

AH – ¿Cree que Hipólito tiene algo que contar sobre lo que está pasando en este momento?

BI – Fedra, la protagonista, hacia el final de la obra dice: “No entiendo nada. No creo en nada. Todos estamos solos.” Son frases muy duras, pero pienso que están conectadas con lo que está pasando ahora.

No entiendo lo que está pasando. Bueno, sí lo entiendo, pero me resisto a entenderlo, a aceptarlo. Y también, todos estamos solos. No es que te sientas solo. Tal vez porque nos refugiamos en las redes sociales o en las llamadas a la familia. Sin embargo, en mi opinión, la parada brusca de la actividad y de lo que hacíamos, está haciendo que miremos un poco hacia dentro y que nos encontremos con nosotros mismos.

También hay otra frase en la obra que está muy conectado con lo que está pasando ahora: “Las cosas suceden. Eso es todo lo que necesito saber en la vida.” Pues eso, las cosas suceden y nosotros solo podemos aceptarlo.

AH – En Hipólito el personaje de Fedra dice que tiene necesidad de que la miren ¿usted se hizo actriz porque tiene necesidad de que la miren?

BI – No. No tengo ese narcisismo. Me subo al escenario porque tengo algo que contar. Lo que dicen Fedra y la actriz que representa a Fedra cuando se dirige al público, es que necesitan que las miren porque si no las miran, no las contemplan, no pueden existir.

El acto teatral se produce cuando hay un actor y un espectador que miran, que se unen emocionalmente. Si los actores nos subimos a un escenario es para que nos miren y provocar todo tipo de emociones, sensaciones y reflexiones en el espectador.

AH- Usted se ha formado y ha actuado en muchos lugares distintos ¿Qué le ha llevado a esta actividad itinerante?

BI – Primero me fui de Valencia a Barcelona. Hace 25 años Barcelona era un referente teatral, donde estaban creando La Fura dels Baus, Dagoll Dagom o Els Joglars. Quería trabajar con ellos.

En Valencia estuve tres años en una escuela de teatro. Cuando llegue a Barcelona continué con mi formación. Allí conocía a mucha gente. Entre ellas una pianista que estaba en el barco de Ship of Fools de la que me hice amiga.

Esta amiga me había dicho varias veces que me incorporará a la compañía, pero yo en ese momento tenía trabajo. Hasta que un verano que estaba haciendo de ayudante de dirección para un montaje del barco, se me cayó un proyecto, y me fui con ellos. Entonces, me enamoré del proyecto.

Coincidió con que Barcelona se estaba poniendo pesada, llenándose de turistas, donde no se dejaban de cerrar sitios interesantes. Pasaban miles de cosas que no tenían visibilidad. Yo me sentía así, invisible, pero quería hacer teatro y viajar. Fue en ese momento cuando apareció Ship of Fools que me permitía lo que quería hacer. Así que me embarqué y viajé a Marsella, Italia o Grecia. El objetivo era haber llegado a Estambul, pero el contacto que teníamos lo perdimos. Aun así conocí a muchos directores y gente de teatro, distintas formas de trabajar y puede asistir a distintos cursos.

AH – Su formación es muy diversa desde cursos de bufón a teatro musical ¿se debe a esa itinerancia o ha sido algo buscado?

BI – La verdad es que soy muy inquieta. Hubo un tiempo que hice clown. También, otra época en la que hacía teatro de calle. Incluso empecé haciendo teatro infantil.

Mis intereses han ido variando, aunque la música siempre ha estado presente. Estudié violín y toda mi vida quise cantar. Incluso estudié acordeón porque trabajaba en el teatro Llantiol de Barcelona en el que actuaba y, además, era maestra de ceremonias.

Hasta la etapa de Ship of Fools, hacía unipersonales. Cuando llegue a Grecia conocí a otros profesionales que me hablaron de otros autores, como Heiner Müller, y textos como Medea y empiezo a cambiar de estilo. A dedicarme al drama y a la tragedia.

Todavía mantengo un espectáculo de cabaré, Circus of Dreams, porque tengo una vena cómica que también me gusta. Pero es cierto que ahora me dedico más a historias fuertes.

AH – ¿Por qué le interesa más el drama?

BI – Más que el drama, me interesan las historias potentes. En verdad, a mi lo que me gusta es el teatro bien hecho. Me da igual que sea comedia o tragedia. Cuando haces comedia también tienes que contar buenas historias.

AH –¿Es difícil hacer teatro lejos de los grandes centros teatrales como pueden ser Madrid y Barcelona?

BI – Sí y no. Al haber menos oferta que en una gran ciudad es más fácil que te conozcan y que te surjan oportunidades. En Bilbao [donde vive en la actualidad] me costó relativamente poco tiempo conocer a la gente del mundo del teatro local.

Sin embargo, es más difícil encontrar sitios para temporadas largas. Es más fácil conseguir que te programen tres meses en El Umbral de Primavera, una sala situada en el barrio de Lavapiés de Madrid, y luego pasar otros tres meses en la Sala Mirador que en Euskadi. Aquí consigues que te programen dos o tres días como máximo en los teatros, por lo que suele ser difícil hacer temporadas ya que no hay tiempo para que se difunda lo que haces o se produzca el efecto boca oreja que atraiga al público.

AH – Y crear ¿es más fácil al haber menos oferta?

BI – Sí, porque hay menos estrés. Aunque, a la vez, para vivir del teatro tienes que hacer muchas cosas. Recuerdo que en Barcelona me pasaba el día en el metro y en la calle. Había mucho estrés. Bilbao es una ciudad tranquila. Eso ayuda.

AH – ¿Por qué formasteis La Pacheca Collective?

BI – Ángel Mirou y yo teníamos muchos intereses teatrales en común. Como te he dicho, nos interesaban las historias fuertes y con un punto de vista crítico con la sociedad. A la vez, queríamos crear una estructura que nos permitiera invitar a profesionales de otras compañías o de otras ciudades.

Además, nos sentíamos a gusto trabajando juntos y nos iban saliendo proyectos. Así que decidimos ponerle un nombre a ese trabajo que estábamos haciendo juntos.

Tomamos oficialmente el nombre de La Pacheca Collective cuando estrenamos Camiselle, una obra sobre las tramas de los bebés robados durante el franquismo que hicimos junto a los actores Loli Astoreka y Juanjo Otero. Montaje que, dicho sea de paso, estuvo en el ‘Espacio Escenario’ del Teatro Arriaga de Bilbao con todas las entradas vendidas el pasado diciembre.

AH – Parece que en su carrera han sido importantes los encuentros que han ido surgiendo al azar ¿cómo de importante ha sido ese azar en el desarrollo de esta?

BI – Mucho. Como dice el director de teatro Declan Donnellan, todo es azar. Puedes decidir qué vas a ser actriz toda tu vida o que vas a irte en un barco, pero no lo que vas a encontrarte.

Es cierto que de alguna manera lo diriges tú, porque te acercas a lo que te llama o lo que te gusta. No sería la misma si no hubiera hecho todo este viaje azaroso, pero me reconozco bastante en lo que hago. No me extraño haciendo lo que estoy haciendo. No tengo la sensación de haber ido dando tumbos. He ido donde me ha interesado ir.

AH – ¿Cómo es trabajar con Ramón Barea [actor y director muy reconocido, Premio Nacional de Teatro]?

BI – Es una persona extraordinaria. Tiene esa energía o aurea extraordinaria de que todo le parece bien. Crea un ambiente muy positivo de trabajo. Te da mucha libertad. Te deja hacer. Te deja buscar. Tira y tira pero tú vas donde la búsqueda te lleva. Es un gusto trabajar con él. Le respeto mucho.

AH – ¿Ha trabajado en su sala, Pabellón 6?

BI –. Sí. La Pacheca Collective hemoshemos hecho allí con Paradigma, una tragicomedia sobre la mafia de las multinacionales farmaceúticas y la situación actual de la mujer. También he participado en las jornadas de teatro breve que hacen. Conozco mucha gente de la sala y tengo compañeros y compañeras que trabajan allí.

AH – Usted ha ido con sus montajes a Perú, Bolivia o Brasil ¿por qué hay que salir fuera de España a mostrar lo que se hace?

BI – Por un lado, al haber viajado tanto hace que no me importen las distancias. No me importa coger un avión e irme lejos. Algo que no sé si podremos seguir haciendo. Por otro, creo que hay que ir donde te llaman y muestran interés por tu trabajo.

AH – ¿Cómo otras personas de lugares tan lejanos se enteran de lo que hace?

BI – La verdad es que cada gira ha salido por diferentes motivos. No hay una red que haya favorecido la exhibición en otros sitios. En cada país ha surgido de manera diferente. De nuevo el azar.

Fuimos a Perú y Bolivia a través del Centro Cultural de España en Lima. El director del centro, que es madrileño, estaba en Madrid, nos vio en Umbral de Primavera con Paradigma y nos invitó.

Cuando estuve en Argentina fue porque me invitaron a un festival. Luego, a través de amigos de amigos me ayudaron a encontrar otros bolos. A México fuimos a un festival de investigación teatral que nos subvencionaron desde aquí en España, pero no hicimos gira.

AH – ¿Hay algo de lo que no le he preguntado y le gustaría hablar?

BI – No sé si es una pregunta que me podrías haber hecho o es una reflexión que me apetece hacer en voz alta. Muchos profesionales de la cultura estamos muy quemados porque no se nos trata en serio.

Hay muchas personas que piensan que vivimos de subvenciones cuando no es cierto. Y el Ministro de Cultura acaba de decir que la situación actual es una crisis sanitaria y no cultural, y que, por tanto, no habría ayudas para nosotros.

No sé porque lo que hacemos no se considera un oficio. Ni porque no se nos ve como a otros profesionales. Nosotros también pagamos el alquiler, las hipotecas, los impuestos.

Quizás se deba a que los artistas no hemos peleado lo suficiente por tener un reconocimiento y un respeto. Nos falta más unión para poder conseguirlo. No somos como en Francia que son capaces de parar el Festival de Aviñón para que se revisen sus derechos y condiciones laborales.

Por otro, hay mucha gente que sigue pensando que lo que hacemos no es serio. En algunas entrevistas que me han hecho por el estreno de Hipólito como teatro confinado, me dicen que cobramos una entrada para poder ver el espectáculo. Claro que cobramos por el trabajo que hacemos, como todo el mundo.

AH – Sin embargo, los artistas siempre están apoyando y recaudando fondos para distintas causas sociales. Por ejemplo, la mitad de lo que recaudan por Hipólito va a la investigación contra el covid 19 ¿por qué cree hay esa desafección con el sector?

BI – Pues no lo sé. No lo acabo de entender. A lo mejor tiene que ver con nuestra historia. Hace tan solo 40 años que salimos de una dictadura en la que hubo una gran sequía cultural y eso se nota.

Aunque no tendría por qué. En Grecia también tuvieron una dictadura militar y creo que el arte lo respetan un poco más. No es que los artistas ganen mucho dinero, ni siquiera trabajando en los teatros nacionales, pues es un país que ha pasado una gran crisis. Sin embargo, hay un respeto por el teatro, en particular, y por la cultura, en general.

También, como te he dicho, tenga que ver con nosotros, los profesionales y el sector, que no nos hemos hecho valer. Tenemos que unirnos más y luchar mucho por ese respeto.

La entrada para ver Hipólito cuesta 5 euros. La mitad de lo que cuesta lo donamos a la investigación para reivindicar que hay que invertir más en ciencia. Por otro lado, cobramos tan poco porque mucha gente está del revés económicamente, ha perdido el trabajo, y queremos que en estos días de confinamiento la cultura esté viva.

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