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Culpable

Culpable | Woman·s Soul

Que los tiempos son los que son y que en ellos nos debemos ir defendiendo, es algo que nadie pone en duda, ya que parece ser que no hay nadie que nos defienda a nosotros.

Los que tenemos un empleo, y lo conservamos en pie, a pesar de todo, debemos vivir en una continua acción de gracias. Es prácticamente una obligación moral, y no importa si los derechos se ven considerablemente mermados y nos roban, eso sí, legalmente, todo lo que nos pertenece. Por eso, a lo mejor, está fuera de lugar sentir culpabilidad justo ahora, pido disculpas por ello, y más aún, siendo funcionaria, y madre, y mujer. Yo, que siempre tuve claro que quería ser independiente. Mi trabajo. Mi coche. Mi persona: yo, con mi nombre y mis apellidos, a la que nadie mantiene. Crecí, y no responsabilizo a nadie, completamente equivocada, como nos equivocan a la mayoría. Y ahora, que soy madre, y he de dejar a mi bebé cada mañana sin mí, porque he de partir a ganarme el sustento, para regalarle dinero al banco pagando la estúpida hipoteca, hacer frente a las facturas, y mantener el nivel que (tampoco) me corresponde, me arrepiento de haber sentido despectivamente, lo confieso, a las marujas, a las amas de casa, que “solo” son eso, amas de casa. Las envidio profundamente, porque son dueñas de su vida, y es que ahora, el ser una maruja, es un lujo deseado.

El mundo está loco. Vale. El mundo está al revés. Y a lo mejor, muchas, no comparten mi opinión, y se rasgan las vestiduras. Me da igual. Es lo que pienso, y es una confesión en toda regla: ya no quiero ser feminista radical. Quisiera trabajar por placer, no por necesidad. Y estar en casa, y tener al día las lavadoras. Pero, sobretodo, vivir todas y cada una de las mañanas de mi hija.

Que sí. Que debo sentirme afortunada por tener lo que todo el mundo quiere: un trabajo estable, y fijo, una casa en propiedad (permítanme que me carcajee hasta mañana por la noche, por lo menos), y estar considerada (sigo con la carcajada) como una mujer importante, trabajadora, luchadora y superwoman.

Una servidora no se arrepiente de la vida que ha escogido. Y tener hijos es algo maravilloso. Pero nos han engañado: la incomprensión está intacta, y la conciliación es humo.Muchas mañanas, tras incorporarme de la baja maternal (a Dios gracias que aún existe, de momento), me he maquillado a conciencia, por fuera, y por dentro, para ocultar las lágrimas por arrancar a mi pequeña de mis brazos y mi calor, para coger “mi” coche y dirigirme a “mi” puesto maravilloso de trabajo. En esos momentos, dan ganas de mandar al infierno todos los ideales que propugnan la igualdad. Sinceramente, no conozco a ningún hombre al que le ocurra esto, no son capaces. Y no lo digo yo, para atacarlos. Es biología pura.

Lo más llamativo es que, si compartía estos sentimientos con alguien, ese alguien no me entendiera, o no quisiera entenderme: anda mujer, esto es una fase, tendrás “malamente” las hormonas. Pero, ¿es el desajuste hormonal el responsable del agotamiento cuando, después del trabajo, a las tantas, llegas a casa, y debes ponerla en pie? No sé yo.

En esos momentos, recuerdo un poema de Gioconda Belli, “Culpas obsoletas”:

(…) ¿Cómo será, me pregunto,

no sentir incesamente

que una debería ocupar varios espacios al mismo

tiempo? (…)

Supongo que, para seguir, para no decaer ni tirar la toalla, y no enfermar, lo mejor es intentar desterrar la culpa, inherente a nuestra condición (y de la que nadie nos habló, hasta que ya no hubo más remedio que sufrirla). Pero, ¿cómo desterrarla? ¿Cómo puede dejar una de sentirse culpable de sentirse culpable? Sería un bucle infinito y doloroso.

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