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El círculo de la buena suerte

¿Tienen dificultades las mujeres pare reconocer sus logros?

La semana pasada tuve dos encuentros que me dejaron pensando acerca de los estilos femeninos y masculinos de experienciar y comunicar los éxitos.

Después de un año reuniéndonos virtualmente, finalmente íbamos a encontrarnos presencialmente con mi círculo de coaching de mujeres ejecutivas. Llegué un poquito antes al restaurante y nos cruzamos con un querido compañero de la universidad, hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Conversamos unos pocos minutos en los que me contó de los resultados extraordinarios de sus empresas y de otros grandes proyectos en carpeta. En Beauchef (escuela de ingeniería de la U. Chile) destacaba por su inteligencia, en ese ratito me quedó clarísimo que ha aprovechado sus habilidades para hacer muy buenos negocios.

Luego fui a la reunión con mi círculo. Coincidía con el ingreso de una nueva integrante, así que fuimos presentándonos. Mientras las escuchaba sentí que me tocó el círculo de la buena suerte. Una de ellas tuvo la suerte de ganarse una beca para su doctorado. Otra, tuvo la fortuna que le dieran el cargo de Directora de logística porque su jefe había renunciado. La siguiente, tuvo la suerte de que una gran consultora internacional la contratara para abrir la oficina en Chile. Otra tuvo la suerte que pensaran en ella para hacerse cargo de un área fundamental para su empresa. Otra había tenido la suerte que la empresa de la que es dueña creciera y se internacionalizara durante la pandemia. La última, tuvo la suerte de ser invitada a postularse a consejera para una importante organización gremial y resultar electa con la segunda mayoría. Como pueden ver tengo la fortuna de que me haya tocado este grupo con mujeres bienaventuradas.

El contraste entre la manera de compartir sus logros entre mi querido colega y mis compañeras de círculo me resulta muy interesante y resuena con lo que he observado en mi investigación de liderazgo femenino. Él, en un encuentro casual de amigos, de manera espontánea y reconociéndose como protagonista, me compartió sus éxitos. Mis compañeras de círculo, en un espacio de networking de mujeres profesionales, invitadas a presentarse, mencionaron sus excelentes resultados atribuyéndolos principalmente a las circunstancias, al buen desempeño de sus equipos y a la suerte. No estoy haciendo juicios de valor respecto al estilo comunicacional de uno y de otras. En él no hubo intención de exagerar su gestión, en ellas no hubo falsa modestia.

¿Tienen dificultades las mujeres pare reconocer sus logros? ¿no tienen ambición? Pienso que sólo se trata de estilos distintos. Podemos encontrar bibliografía a favor y en contra de las diferencias entre los estilos femeninos y masculinos, personalmente me he convencido de que, si existen estas diferencias, no podemos determinar si su origen es biológico o cultural, pero podemos dar cuenta de ellas.

La extraordinaria Mary Beard, que se ha dedicado a impulsar la voz de las mujeres, en su libro Mujer y Poder, nos recuerda la leyenda de Eco y Narciso. Ella, que tenía el don de la oratoria fue condenada a solo poder repetir la última palabra que escuchaba, mientras Narciso, enamorado de si mismo no es capaz de responder a su amor. Hay en nuestra cultura, una larga tradición de silenciamiento de las mujeres ya sea condenándonos por hablar o enseñándonos que nuestro lugar es facilitar la voz de los demás.

En mi círculo de socias hice notar la tendencia de cada una a restarse protagonismo en el relato de sus logros, pero ellas respondieron que se sentían parte de un equipo o sistema que les permitía alcanzar esos resultados. Sin dejar de observar también, que estando en minoría en reuniones ejecutivas donde muchas veces son la única mujer, a veces consideran que el análisis que están escuchando es simplista o equivocado, pero optan por callar. No por miedo a estar equivocadas, más bien para no exponer a otros o por experiencias anteriores en la que su voz disidente había generado incomodidad o no había sido comprendida.

Carol Gilligan en su libro “In a Different Voice” nos relata que en su investigación pudo observar que las mujeres optaban por silenciar sus propias opiniones y creencias, un poco por cuidar los sentimientos de los demás, pero también como una manera de no exponerse a si mismas. Concluye que al restringir sus propias voces “muchas mujeres, intencionalmente o no, perpetúan una civilización con voz masculina y una manera de vivir desconectada de las mujeres”. Sin embargo, sacar nuestra voz y compartir nuestros logros, no es ego, es también una manera de aportar al mundo.

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