Mi cuerpo no es lo que era. Cómo odio esta barriga flácida y ligeramente hinchada con la cicatriz de la cesárea (y las secuelas de las grapas) aún muy visible. Escondo mi cuerpo en pantalones anchos de chándal, soñando con mis vaqueros preferidos que aún me quedan pequeñas. Miro con recelo las siluetas de las modelos que acompaña el artículo sobre “los 10 mejores ejercicios para recuperar tu figura pos-parto” de una revista de maternidad moderna. Estamos en marzo, y por lo visto la operación bikini también se aplica a las madres.
Yo y mi cuerpo – mi cuerpo y yo
Durante unos pocos meses fui el centro de atención, luciendo un redondo perfecto e impresionante como solo lo consigue un embarazo gemelar. No me relajé – ni físicamente ni mentalmente. Yoga prenatal, matro-natación, masajes perineales, clases de preparación al parto… durante meses me preparé para el parto perfecto que nunca ocurrió. Los mellizos tenían otros planes y vieron la luz de su primer día en un quirófano. El período de recuperación se convirtió en un infierno.
De repente experimenté mi cuerpo como una entidad ajena a mi. Yo era corredora, deportista, mujer fuerte, imparable. Y de repente me encontraba con un cuerpo roto y feo. Horrorizada me di cuenta de que al parir no te devuelven tus abdominales ni el vientre plano. La herida de 18 cm en el abdomen resultaba en un puerperio de seis semanas sin ejercicio alguno – con lo que los últimos músculos se despidieron silenciosamente. Por primera vez en mi vida sentí que este no era mi cuerpo. Esto, lo que veía en el espejo, esto no era yo. Solo que sí lo soy.
Sentada en el sofá, dando pecho a dos bebés a la vez, hojeo una revista creada para mujeres como yo. Me comparo con las imágenes de mujeres ficticias y famosas. Las primeras no han tenido hijos, las segundas lucen el cuerpo perfecto después de un mes – gracias a un chef personal, varias niñeras y un entrenador personal, un detalle que el texto omite sin explicaciones. Sé que mis circunstancias son diferentes… aún así no puedo evitar compararme con estas estrellas. Estoy muy consciente de que no soy la única que me comparo con ellas.
Convivir con un cuerpo imperfecto
Reconciliarme con mi cuerpo imperfecto es una tarea continua y solo ahora, dos meses después del parto, estoy empezando a reconquistarme a mi misma. Por si acaso dejé de leer revistas que me sugieren soluciones inútiles para conseguir resultados imposibles. En su lugar utilizo este tiempo para moverme, para conocer poco a poco a este ser extraño que resulta ser mi cuerpo.
La cesárea interrumpió mi conexión con mi propio cuerpo. Tardé semanas en poder agacharme sin dolor y tardaré meses en volver a correr – un efecto secundario de dar pecho a demanda a dos bebés. No tengo cocinero, ni entrenador personal y es posible que mi abdomen nunca vuelva a lucir los mismos abdominales, por mucho que hablen de la “operación bikini”.
No lo niego, sigo añorando mi cuerpo de antes del embarazo. El hecho de que mis brazos ahora sean más fuertes no sustituye la pérdida que siento por mi abdomen. El argumento “pero tienes dos hijos maravillosos” no me sirve cuando me miro al espejo evaluando si tendré que cambiar mi bikini por un traje de baño. El ojo público exige que sea madre y además perfecta y convivir con estas exigencias ajenas no facilita la reconciliación con mi propio cuerpo.
Me gustaría darte una solución, una alternativa a lo que sugieren los medios, las revistas, la publicidad, los videos de los últimos canciones de moda. Pero no tengo esta solución. Solo sé lo que me funciona a mi: 30 min de deporte al día (en mi salón, con los bebes observándome desde el sofá) y un encuentro diario con mi cuerpo en el espejo para acostumbrarme a mi misma. Espero que con el tiempo consiga volver conmigo.
¿Cuál es tu estrategia?