Tener hijos es una experiencia muy diferente para la persona que ha parido el bebé si lo comparas con su pareja (independiente de que si se trata de una pareja homosexual o heterosexual). Teóricamente las tareas se pueden (y se deben) compartir, dividiendo las responsabilidades por partes iguales. Así los niños crecerían sin roles pre-definido, creando lazos fuertes con ambos progenitores. Los padres estarían más involucrados con sus hijos y las madres menos agobiadas por tener que hacerlo todo.
La realidad es muy distinta.
Mientras el padre recibe un gran reconocimiento por involucrarse en la crianza de sus hijos, a la madre se le reprocha su falta de instinto materno. La “ayuda” del padre se aplauda, el trabajo de la madre ni se merece una mención especial.
¡Qué suerte que tu marido te ayude tanto!
“Mi marido está en Madrid este fin de semana para ver el concierto de Alejandro Sanz.” – “¡Qué guay que consiguió las entradas!”
“Me voy a Madrid este fin de semana para ver el concierto de Alejandro Sanz.” – “¿Y quién se queda con los niños?” – “Su padre.” – “Ay, que suerte que tienes que te ayude tanto.”
Esta frase, la de la “suerte que me ayude tanto”, me pone los pelos de punta. Es injusta para los dos. Le quita valor a todas las cosas que las madres hacemos – porque es parte de nuestro papel y no se merece reconocimiento. Y también le quita valor a la capacidad de los padres – cómo si fuera un milagro de que un padre sea capaz de cuidar de sus hijos en ausencia de la madre.
Parir un hijo no te convierte en experta, no parirlo no te convierte en inepto
La crianza de los hijos es una actividad que se tiene que practicar. No es un conocimiento divino que depende del acto físico de dar a luz. Muy por el contrario, es un proceso continuo que se nutre de pasar tiempo con los niños, y también de dejar el otro progenitor pasar tiempo con ellos. Pasar toda la responsabilidad a las madres no es justo ni para ellas, ni para los padres, ni para los propios niños.
Si eres la madre que parió a sus hijos, deja que tu pareja se involucre. Enséñale lo que crees que aún no sabe y tómate la tarde libre para ir al yoga y tomar café con las amigas. Es tu responsabilidad dejar que no todo el trabajo se acumule contigo.
Si eres la pareja que no parió los hijos físicamente, participa en lo guay (ir al zoológico) y en lo exigente (inventarte qué hacer en un día de lluvia). Involúcrate aunque tu pareja diga que “ya lo hará ella”. Participar con un 50% en la crianza de los hijos no es ayudar, es hacer tu parte. Si haces menos, ella te está ayudando a ti.
Y cuándo te felicitan por tu capacidad de cambiar un pañal, diles que te daría vergüenza no ser capaz de hacer algo tan básico.