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Extracto del libro: “Amar a un hombre que mata”

“La primera vez, Gloria lo pasó mal durante el cacheo. Nunca la habían cacheado. Luego las miradas frías, las demás mujeres entrando, el alboroto y ella pasando por segunda vez por el arco de seguridad. Cuando se sentó esperando a Daniel ante la mampara se emocionó y rompió a llorar. Al llegar, él puso una mano en el cristal y ella hizo lo mismo, repitiendo un gesto que había visto en alguna película cuyo título no podía recordar. Pudo ver la preocupación en la cara de él y decidió calmarse para que aquello no fuera a más. Ya no escuchaba a las mujeres gritonas, ni veía a los boquis  alrededor. Mientras tenía su mano posada en el cristal junto a la de él, no había nada más que ellos dos y tuvo la certeza de que nunca podría dejar de estar a su lado”.
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