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La vida se vive a completo

‘Reconocer nuestra propia historia puede resultar duro, pero es mucho más fácil que pasarnos la vida escapando de ella. Asumir nuestras debilidades es arriesgado, pero no tan peligroso como renunciar al amor, la sensación de pertenencia y la dicha, experiencias todas ellas que nos hacen sentir vulnerables. Solo cuando tengamos la valentía suficiente para explorar nuestro lados oscuros descubriremos el poder infinito de nuestra luz.’
(Brené Brown)

Lo que hace realmente frágil a un espejo a veces no es el cristal en sí mismo, sino la fuerza con la que impacta al caer. Del mismo modo ocurre con las personas: el manejo que hagamos de esos impactos emocionales será lo que nos haga frágiles o, por el contrario, vulnerables. Fragilidad y vulnerabilidad son conceptos muy diferentes que, con demasiada frecuencia, tienden a asociarse como palabras con significado común. Si bien la fragilidad es la capacidad para romperse fácilmente, la vulnerabilidad supone un gesto de fortaleza al reconocerte una persona con la capacidad de regenerarse tras los golpes.

Lo que nos hace vulnerables no son nuestras debilidades, sino el hecho de no aceptarlas y reconocerlas. Si bien –de primeras- pudiera parecer un signo de debilidad, para una vida de todo corazón no existe correlación lógica en este hecho. Confesarse vulnerable es uno de los mayores gestos de valentía. Ser valiente no es ser alguien invencible y entero, sino una persona que conoce y reconoce sus puntos débiles y los cuida con la fortaleza del que sabe que puede mejorar.

Pedir ayuda, derrumbarse por momentos, equivocarse en el intento y reconocer tu miedo en alto son formas de dar un paso al frente con valentía. A ser valiente se aprende poniéndolo en práctica, y la base de esta es la autenticidad: solo cuando soy auténtico y reconozco mi vulnerabilidad la esencia de la valentía aparece en mis actos.

Es por esto que, a pesar de ser seres emocionales como punto en común, lo que nos diferencia los unos a los otros es la forma en la que gestionamos determinadas situaciones. En otras palabras: si soy capaz de reconocer mis sentimientos –sobre todo los más desagradables-, algo en mi se conecta con ello. Así, y solo así, uno es capaz de manejar loquelepasa. Sin embargo, lejos de vivir plenamente nuestras emociones tendemos a acallarlas por la incomodidad que supone el hecho de asociarnos al dolor. Este es uno de los principales motivos por los que los sentimientos más desagradables suelen ser tan complicados de gestionar: no estamos acostumbrados a experienciar el dolor y tendemos a anestesiarlo. No obstante, tapar sentimientos de cualquier índole puede ocasionar el efecto contrario: lo que se tapa, tiende a salir con más fuerza en el momento menos oportuno, con la persona menos indicada.

Por ello, una de las principales claves para vivir con autenticidad es ser capaz de reconocer tu valía del mismo modo que reconoces tu vulnerabilidad, pues es en este punto de aceptación donde se gestionan mejor las emociones, integrándolas como parte de la vida. Y esto, además de aumentar tu bienestar, te reconcilia con la parte más auténtica y valiente de ti.

Si quieres vivir una vida plena no puedes ser demasiado selectivo con lo que entra. Uno no puede elegir siempre escoger lo bonito y desechar lo feo. La vida se vive al completoEs por esto que la luz necesita de la sombra, y la sombra de la luz como inseparable equipo que da fuerza y vida a un ser completo y en plenitud. Si bien es fundamental crear un filtro vital, no podemos ser tan selectivos con las experiencias que queremos que entren en nuestra vida. ¿Quieres alegría? Tendrás que aceptar que la tristeza también forme parte de ello. ¿Quieres amor? Será importante comprender que quien ama y pone el corazón sobre la mesa se expone a la posibilidad de salir herido. ¿Quieres estabilidad? Será necesario caminar por arenas movedizas en algún momento. Lo que hace que valoremos una vida equilibrada no es el equilibrio en sí, sino el conjunto de subidas y bajadas que supone vivir con gran parte del corazón al descubierto.

Poder entonar en alto un “Yo, también soy vulnerable” nos conecta a los demás y nos hace humanos. ¿Y sabes qué? Que no pasa NADA.

Acepta la persona tan maravillosa que eres, al completo…

… y disfruta de la aventura de la vida, tal como eres.

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