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¡Mejor no lo podía decir!

A mi María: Y mi hijita … Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco adentro, y quiere disimular lo poco. Quien siente su belleza, la belleza interior, no busca afuera belleza prestada: se sabe hermosa, y la belleza echa luz. Procurará mostrarse alegre, y agradable a los ojos, porque es deber humano causar placer en vez de pena, y quien conoce la belleza la respeta y cuida en los demás y en sí.   Pero no pondrá en un jarrón de China un jazmín: pondrá el jazmín, solo y ligero, en un cristal de agua clara. Esa es la elegancia verdadera: que el vaso no sea más que la flor.

… Y esa naturalidad, y verdadero modo de vivir, con piedad para los vanos y pomposos, se aprende con encanto en la historia de las criaturas de la tierra. … Tu alma es tu seda …

Cuando José Martí escribió estas palabras a María Mantilla su hija, no pudo escribir y describir de mejor forma las palabras que cada padre que ama a sus hijos diría. Y estas trascienden mucho mas aún. Tomarlas prestadas es imperativo en los días en que vivimos donde cada vez se acrecienta y afirma la norma de la imagen por encima de la verdadera profundidad que encierra el ser, el carácter, el alma, ésa que nos permite la intimidad que nos facilita la comunión.

Podremos tener unidad de pensamiento, de visión, de propósito y caminaremos en las mismas sendas llenas de azucenas, pero nunca su aroma será mejor que el de aquellos pasos que van acentuados por la dulzura de la intimidad, de la comunión, al conectar entre sí, conociendo sus virtudes y sus vilezas, a corazón descubierto. Capacidad que solo tiene quien ve por encima de las imágenes proyectadas y busca valorar quien se es. Si solo nos limitamos a la superficialidad de la unidad, que será cuando el sendero deje atrás las sombras de los grandes castaños y el camino comienza a abrir paso a despeñaderos y sequedades de desiertos que requieren la fuerza del perdón o de morir a uno mismo por amor de aquel, de aquella o de aquellos con quien hemos decidido emprender nuestro andar. La verdadera pureza del amar esta en amar por la necesidad que tiene de ser amado quien se ama y no por la necesidad nuestra de amar. Cuando tomamos por estandarte este principio el resultado será indiscutiblemente de comunión.

Nunca es tarde para decidir con quien caminamos la historia de nuestra vida y como la caminamos. Detengamos por un momento los afanados pasos y miremos, como bien decía el poeta, si en realidad necesitamos un jarrón de la china o un simple vaso de agua cristalina para colocar nuestro jazmín. Si soy vaso de agua cristalina o soy el jazmín, si procuro ser un jarrón de la china o ando en busca de uno.

La verdad es que la raíz de todo este dilema no está en quien nos acompaña en nuestra historia sino como la caminamos, cuando la caminamos siendo el vaso de agua cristalina, solo se acercara a nosotros quien se reconoce como un valioso jazmín. No te preocupes y deja de lado a quien pretenda convertirte en jarrón de la china por necesidad de la inseguridad y falta de carácter que en su procurar esboza. Quien logra tener comunión consigo, logra apreciar la transparencia del corazón y la valora en los que le rodean.

No nos dejemos engañar, esta comunión, y transparencia de corazón, requiere un referente y no podemos serlo nosotros mismos. Sería como la barca que necesita anclarse y se deja el ancla en proa, dejándola a la deriva de las emociones de los vientos, es necesario anclarla en la roca inamovible, cuya firmeza se convierte en la firmeza de la barca que bien anclada no permite que las corrientes hagan con ella lo que les plazca.

Por eso pregúntate. ¿Cúal o quién es tu roca firme?, en la que pretendes anclar tu vida o tener como referente. ¿Quién es inmutable y transparente en su amor como para ser tu roca firme?

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