fbpx

Mientras vuelvas a mirarme

Te marchaste sin billete de vuelta, me dejaste aquí algunas camisas, tus libros, tus rincones y el vacío de quien jamás quisieras que se fuese de tu lado.

Lo sabía, pero quizás no era consciente de cuánto, no era consciente de la intensa forma en la que te echaría de menos, ni de las tantas sonrisas que tendría que esbozar de forma forzada, sin ti. También sabía que iba a costarme respirar un poco más, disfrutar de cualquier cosa… pero nunca imaginé que viviría ahogándome.

Te marchaste sin billete de vuelta, me dejaste aquí algunas camisas, tus libros, tus rincones y el vacío de quien jamás quisieras que se fuese de tu lado.

(Espera…) enmudecida, no tuve tiempo de contarte que no podía comprender mi vida sin ti.

Fue verte cruzar la puerta y decirme a mí misma que si algún día volvías, poco me importaría el olor de un cigarrillo, mi alterada privacidad o cualquier otra cosa aparentemente incómoda derivada de tu presencia, que sin dudarlo sé que llenaba mi vida tal como siempre imaginé que debía ser.

¿Qué hay que no sepas sobre cómo me siento contigo?
Nada.

Te fuiste y no sé muy bien de qué estuvieron hechas mis mañanas.
No había sol, pero luchaba por su calor. Mi intención fue desde el principio, levantarme. Lo intenté sin éxito. Me apoyé en amigos, en mi gente… pero lo cierto es que mi gente, hace mucho tiempo que eras tú.

Sabía que podía derrumbarme al llegar por fin a casa, soltar la tristeza que me oprimía desde que abría los ojos al amanecer. Tocaba disimular durante el desayuno. Tocaba disimular al ir a la compra. Tocaba disimular al saludar al vecino, al coincidir con quien se cruzase en mi angosto camino de duro asfalto, en una ciudad que se me hacía inmensamente pesada, gris y llena de recuerdos sin sentido.

“Te veía, te oía, te olía”, sentía tu presencia en todas partes, lugares que aparecían sin dar tregua, lugares que se encogían por ti y que formaban parte de tu paso por mis días atravesando todas las barreras posibles.
Con alivio, cerraba la puerta de casa al llegar, desvaneciéndose mi gesto amable. Sentada en mi silencio, dejaba exhalar un suspiro, un atisbo de mi tristeza, liberando algo del peso que oprimía mi pecho.

Otros ratos, escuchaba a mi alma, buceando en mí, viajando contigo, de tu mano y sin distancia.

Me armé de valor y cambié un poco el color y el espacio de la habitación, intenté escribir, componer, observando a través de tu antigua ventana… y escribí, claro que escribí, ya no se ni cuántas cartas que nunca quise mandarte, excepto una. La única que merecíamos.

Empecé a caminar cada noche y el paseo se hizo imprescindible. Sin abrigo, dejaba que entrase el frío en mi cuerpo paliando el ardor de tu ausencia que tanto parecía quemarme por dentro.
Lloraba. A solas. Lloraba como una niña perdida, pequeña, desconsolada, apartada. ¡Dolía tanto el corazón! sentía como se comprimía y volvía a mí el vacío de tu enorme ausencia, la convicción de haber perdido, sin duda, al amor de mi vida, sin saber por qué, sin saber muy bien cómo.

Con tu música, con la mía, a todas horas me preguntaba por qué, por qué y nuevamente por qué, el mundo te había colocado tan cerca y se te había llevado después de rozar el cielo, una milésima de segundo que se esfumó probablemente, por una mala decisión carente de sentido.

Me dijeron que debía superarlo, me dije que debía continuar sin pensarte.
Me apoyé en la convicción de que nunca pudiste amarme y de que la vida, tiene sus cosas y sus señales.

Si en algún momento empezaba a sentir un atisbo de paz, una fuerza imparable me arrastraba de nuevo hacia tu mirada. Me forzaba a enumerar una y otra vez todo lo que iba a ser mejor sin ti, pero nunca el corazón fue más contundente. No había forma. Nada era mejor sin ti. Nada en mí. Las razones quedaban a años luz de no poder abrazarte, mirarte, oírte, sentirte, hablarte, encontrarte…

Nunca sentí una mayor incoherencia en mi vida de la que ya arrastraba. Y volví la vista atrás, sin perseguir olvidarte.

El amor es amor. No hay más.

Hoy has vuelto a colocar tu magia en mi corazón. Hoy has vuelto y el dolor se ha marchado. Hoy has vuelto a atravesar mi alma, hoy has vuelto para abrazarme… y yo quiero vivirte, mientras vuelves a mirarme.

 

BUSCAR