“El verano que mi madre tuvo los ojos verdes”, de Tatiana Ţîbuleac, me ha parecido una joya.
El comienzo de este libro me zarandeó emocionalmente y me atrapó, sin remedio, desde la primera página. Lo increíble es que todo el libro es así, no baja la intensidad. Es una lectura que te mantiene en vilo, en alerta, es agotadora.
La novela trata de Aleksy, un pintor famoso, que recuerda el último verano que pasó junto a su madre, cuando era un adolescente con problemas psicológicos y odiaba a esa mujer a la que consideraba la causa de todos sus males.
El desprecio del protagonista hacia su madre, la manera en que se va desvelando su dura infancia, con una hermana muerta, un padre que los abandonó y una falta de afecto que lo marcó irremediablemente, es un viaje cruel pero en el que quieres continuar y llegar hasta el final.
Ese verano que pasa con su madre en un pueblecito de Francia resultará una catarsis donde aflorarán todos los silencios y resentimientos del pasado. Comienzas a entender lo que rodea a esa relación materno-filial, con la muerte como sombra que los acecha y que a su vez sirve de catalizador para ordenar emociones y afectos. La manera en que la autora logra a través de esos sentimientos desgarradores narrar la vida de toda una familia es brillante.
La verdad es me lo leí de una sentada, no pude parar. Es un libro corto pero condensado, tanto la historia en sí misma como toda la emotividad que suscita. Ya está dentro de la lista de libros que me han marcado.
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Libro físico: 19,47€
Versión Kindle: 12,34€