Fotografía: @ManixDíazdeRada
La llegada de El enjambreal Pequeño Teatro Gran Víade Madrid producida por Vaivénfacilita el encuentro con el alma mater de esta compañía, Ana Pimenta. Una actriz, productora, directora ydistribuidora teatral que comenzó en las artes escénicas como bailaora de flamenco en Sevilla, para luego irse a Rentería a unirse a la compañía Ur Teatro. Compañía que dejó para montar Vaivén en el País Vasco hace casi veinticincoy desde allí convertirse en un referente teatral.
Antonio Hernández (AH) –¿Qué supone estrenar en la Gran Vía madrileña para una persona con la trayectoria que usted tiene?
Ana Pimenta (AP)– Para una compañía de provincias, ir a Madrid siempre es un riesgo a nivel artístico y económico. A Madrid siempre se va diciendo “¡Madre mía, a ver que déficit traemos!” porque es muy difícil enganchar al público. Además, se compite con muchas cabezas de cartel y, compañías como la nuestra, no pueden hacer un gran despliegue de publicidad.
Es cierto que venimos con una cobertura. Tenemos el apoyo el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música(INAEM) y del Instituto Vasco Etxeparepara poder cubrir una pequeña parte del posible déficit.
Se viene a Madrid con un tembleque de piernas, pero confiamos en la obra porque Madrid va a ser el cierre de una gira exitosa de cuatro años.
AH –Teniendo en cuenta todo lo que acaba de decir, ¿para qué venir a Madrid?
AP– Por una parte, creo que es el destino natural de cualquier obra y porque permite confrontarse con público nuevo. Por otra, es un regalo para el equipo.
Un equipo de gran calidad artística y humana, que insistían mucho con venir a la capital. Un regalo merecido porque se han implicado mucho en este proyecto para que funcionase. En definitiva, ellas quieren venir a Madrid porque, aparte de todo ello, no deja de ser un escaparate y da mucha visibilidad a su trabajo.
A lo que hay que añadir que Enrique Salaberriade Smedia, que la vio hace tres años en dFERIA, la feria de teatro de San Sebastián, me animó a arriesgarme. Él pensaba que era una obra comercial pero que a la vez tocaba temas muy interesantes.
Y, también estamos aquí, porque soy un poco inconsciente. Esa inconsciencia que tiene este oficio que es lo que te mantiene vivo. Ese cerrar los ojos y tirarte a la piscina.
AH – ¿Qué se va a encontrar quien vaya a ver El enjambre?
AP– Se va a encontrar a un grupo de amigas desde la infancia muy gamberras que se han reunido en una casa rural para celebrar la despedida de soltera de una de ellas.
Un fin de semana en el que, en vez de pasárselo bien, tal y como esperaban, van a revisar sus relaciones y su identidad. Una relación que ha ido creciendo dejando muchas cosas sin resolver y muchos trapos sucios que van a revisar en este fin de semana.
Es un grupo de mujeres muy heterogéneo. Una ha tenido una enfermedad grave y no se ha sentido acompañada por sus amigas. Otra es lesbiana pero no lo ha hecho público, es más, tiene un matrimonio convencional. Otra que desea ser madre, pero a la vez tiene pánico a serlo. Así pasa con todos los personajes.
Así que la situación se convierte en un fin de semana de locos, pues los personajes se desmadran muchísimo. El desmadre permite, a través de las relaciones entre ellas, tocar temas como la sororidad, el empoderamiento o la homosexualidad femeninas. Para mí es una comedia salvaje. Nada ñoña. Con personajes muy atrevidos que deciden beberse la vida.
AH – ¿De dónde surge la idea de la obra?
AP –Parte de Antz3rkiz, un programa del País Vasco que fomenta las nuevas dramaturgias mediante talleres. En ellos dramaturgos y dramaturgas desarrollan un proyecto. De entre los proyectos que se presenten, un jurado elegirá uno de ellos al que se le ofrecerá la oportunidad de ser puesto en pie.
La propuesta de que Vaivén la subiera a un escenario me llegó desde Donostia Kulturapara que fuera una coproducción con los tres teatros más importantes del País Vasco. El Principal de Vitoria, el Arriaga de Bilbaoy el Victoria Eugenia de San Sebastián. Lo que suponía asumir un riesgo mayor que el habitual pues al hacerlo así no íbamos a contar con una subvención del departamento de cultura.
Pero el texto de Kepa Arresti, con el que ya había trabajado, me sedujo mucho y se ofreció a revisarlo durante el desarrollo de lo obra. A lo que se añadía que era un espectáculo para seis mujeres que me llegó cuando la crisis estaba reduciendo los elencos a dos o tres personas.
Para nosotros ha sido una forma excepcional de trabajar porque la propuesta nos llegó hecha. Lo habitual para nosotros es que tengamos una idea y busquemos un dramaturgo para que la escriba, un escritor con el que hacer todo el proceso.
La comedia no es un género en el que Vaivén nos hayamos movido habitualmente. Tenemos una trayectoria y un público que está acostumbrado a que hagamos otro tipo de textos con los que hemos tenido mucho éxito. De ahí que nos surgieran algunas dudas.
Pero nuestras ganas de hacer comedia, que ya tocaba, se impusieron. Esta decisión nos ha permitido entrar en contacto con otros públicos que habitualmente no acudían a nuestros espectáculos.
AH – ¿No habían hecho todavía Yo, la peor del mundo?
AP – No, el de Juana, basado en la vida de Sor Juana Inés de la Cruzes posterior. Además, se trata de un musical.
AH – ¿Para qué monta Vaivén?
AP– Tras el bombazo que supuso Sueño de una noche de verano, tuve una crisis personal. Había resultado duro pues estuvimos girando durante tres años. Ur Teatro había crecido mucho en poco tiempo y exigía una entrega que yo no podía darle entonces. Necesitaba cambiar de aires. Una estructura más pequeña que pudiera aprehender. Con la que definir lo que iba a contar y cómo lo iba a hacer.
UR cumplió las expectativas por las que yo me uní a esa compañía. Pero llego un momento en el que yo necesitaba algo más personal.
AH- ¿Ha cumplido Vaivén sus expectativas?
AP– Vaivén se creó en 1997. Entonces tenía claro en lo que me iba a meter, pero no en su desarrollo. A dónde me podía llevar. Cómo iba a crecer o lo que iba a ser.
Era consciente de que nacía sin dirección artística ni dramaturgo. Sin embargo, tenía ideas e inquietudes que quería desarrollar y plasmar. Eso hizo que me plantease la idea de crecer fidelizando equipos. Y así hemos conseguido sobrevivir.
Evidentemente, también queríamos emocionar y entretener con lo que contáramos y, a la vez, generar inquietud. Creo que lo hemos conseguido porque siempre hemos sido capaces de interpelar al espectador, despertar su curiosidad, hacerles reflexionar.
Por último, quería tener un público muy diverso. De hecho, tenemos un espectáculo de educación sexual para jóvenes, Sin vergüenzas, que lleva veinte años en escena. Una obra que ha sufrido muchas transformaciones y ha cambiado de elenco varias veces. Fíjate, Miren Ibarguren, la de Aida, y Gorka Otxoa, empezaron en esta obra.
Fue una obra que creé cuando mis hijos eran adolescentes y no sabía cómo hablarles de sexo, qué lenguaje usar. Tuve que recurrir a psicólogos y a pedagogos para hacer la obra.
Puedo decir que cada espectáculo que he creado con Vaivén tenía que ver con mis inquietudes en diferentes momentos de mi vida. He intentado hacerlos de la manera más digna posible y que a la vez fuera un reto para nosotros como compañía.
Siempre he buscado al mejor director que me pudiera permitir para llevar una propuesta a cabo. Y he intentado formar el mejor equipo posible con los mimbres que tuviese.
He tenido mucha suerte porque nunca me han dicho que no. Y siempre se han adaptado a mi coyuntura económica, de plazos o de equipo. Siempre han acompañado el paso de Vaivén para hacer dramas o clásicos o espectáculos originales como por ejemplo, El club de las mujeres invisiblesdonde recurrí a varios autores, entre ellos a Mayorga o Jordi Galceran, que fueron muy generosos. Así he conseguido trabajar con Laila Ripoll, Josep Maria Mestres, Borja Ortiz de Gondrao Fernando Bernués, entre muchos otros.
Cuando monté La Coraje[monologo basado en Madre Coraje y sus hijosde Bertolt Brecht]estaba muy reciente la guerra de los Balcanes, era un momento clave para hablar de las guerras. Cuando monté Duda razonablemi interés era hablar del maltrato y analizar el papel que tienen los hombres y las mujeres en esa situación.
AH – Esa inquietud ¿de dónde nace?
AP – Viene de muchísimos sitios. Por ejemplo, Último tren a Treblinka, que es como uno de mis niños, un proyecto que quiero muchísimo, surgió de un libro que me regaló un desconocido cuando yo estaba haciendo Purga, un textazo de SofiOksanen, en la Sala Cuarta Paredde Madrid en 2012.
Un hombre se me acercó, me dio el libro y me dijo que pensaba que me podría interesar. Lo leí y supe que quería hacerlo. Pero no encontré la oportunidad hasta que en 2016 San Sebastián consiguió la capitalidad cultural europea y pude presentar un proyecto tan grande como este con diez actores que iban vivir, dormir y comer en las literas con el público.
Es decir, la inquietud para hacer un proyecto surge de los lugares más variopintos. De un libro que me regalan. De una persona que conozco o de una relación que haya tenido o de una situación propia. Por ejemplo, El club de las mujeres invisiblessurge cuando con cuarenta y tantos años empiezo a ser invisible y como actriz me empezaban a dar papeles en los que estaba, y aquí parafraseo a uno de los personajes de la obra, maquilladita, tumbadita y calladita.
AH – ¿Es difícil producir en el País Vasco?
AP – Hay un sistema de subvenciones que apoya las estructuras hasta un punto, que puede ser del 50 % de la producción como máximo. Con el resto tiene que arriesgarse la compañía.
Lo que sí hay es una gran sensibilidad hacia el sector. Por ejemplo, hace unos años creamos Eskena, una asociación de compañías de teatro, que siempre ha estado muy apoyada por el gobierno vasco. Lo que ha permitido que se recojan muchas de las reivindicaciones del sector.
Por otro lado, en el País Vasco hay un circuito muy bien establecido llamado Sareaen el que si tu obra es seleccionada puedes programar una gira por la comunidad incluso antes de haberla estrenado, lo que te permite salir al circuito estatal con cierto respaldo.
Lo que estamos pidiendo ahora es que haya más apoyo para la exhibición. Sobre todo, a aquellos espectáculos que no hayan sido seleccionados en ese circuito, para que también tengan derecho a su exhibición.
Como diría Cándido de Voltaire, “Sin duda estamos en el mejor de los mundos”, pero siempre podemos mejorarlo, al menos eso pienso yo.
AH – ¿Hay algo de lo que nunca te preguntan en las entrevistas?
AP – De lo expuestos que estamos los actores. Aunque como en la compañía tengo varias responsabilidades y me paso el día entre hojas Excel y programadores no tengo esa sensación de exposición. Por eso el peligro es que cuando entro a la sala de ensayos como actriz pueda llegar a sentir el “síndrome de la impostora”.
El tener tantos roles me ha permitido no tener un gran ego como actriz. Tengo ambición para Vaivén, como compañía, pero no para mí y menos como intérprete.
Además, para controlar mi ego he hecho un trabajo de introspección a través del yoga y del mindfulness. De hecho, ahora doy cursos gratuitos a través de Zoomporque si a mí me ha venido bien y he aprendido, quiero compartirlo con otras personas. Siempre he tenido claro que había que cultivar el mundo interior. La hoguera de las vanidades es muy peligrosa y hay que estar curtido por dentro para evitar sus riesgos.
AH – ¿Quisiera añadir algo más que no haya aparecido en la entrevista?
AP – Sí, me gustaría hablar de EN COMPAÑÍAS,una asociación de compañías estables a nivel nacional a la que pertenecemos junto a Albena, Alquibla, Atalaya, Corsario, L´Om Imprebís,Iguana,Tanttaka, Meridional, Histrión, Teatro Che y Moche, , Teatro del Templey unahoramenos.
Somos compañías con trayectorias de más de veinticinco años que nos unimos para crear un espacio de reflexión, para sumar esfuerzos, optimizar recursos y crear proyectos nuevos. Nos identifica una manera de hacer y de concebir los proyectos: equipos estables, largos procesos de ensayos, capacidad de riesgo y sobre todo vocación de continuidad. Creemos que tenemos derecho a tener un espacio real en el mercado y a que se respeten nuestras largas trayectorias.
Uno de los frutos que ha dado la colaboración de esta asociación ha sido la creación de un festival llamado RAYUELA, que celebró en 2021 su primera edición en Zaragoza. En él presentamos una selección de trabajos de algunas de nuestras compañías. En 2022 se celebrará la segunda edición del festival en Sevilla. El año que viene le tocará a Palma de Mallorca.
La asociación ha tenido muy buena acogida por parte de las instituciones, como por ejemplo el Ministerio de Cultura y Deporte. Y es que somos memoria histórica del teatro. Hemos hecho cosas muy grandes. Tanto en términos de producción como de riesgo.
AH – Y sobre usted, ¿tiene algo nuevo que contar?
AP – Estoy preparando un proyecto nuevo. Una comedia catártica que se llama Redada familiar. Trata de una familia que cuando está cenando llama a su puerta un inspector de delitos informáticos porque le ha llegado información de que alguien de la familia está haciendo intercambio de imágenes pornográficas de menores en las redes.
Puede parecer un disparate, pero el año pasado se hicieron ochocientas redadas de este estilo en Reino Unido. Por cierto, lo habitual es que se hagan en las casas a la hora de cenar, como en la obra.
Lo peor es que en muchas de esas redadas no se ha encontrado nada. Los algoritmos son cada vez más puritanos y que subas una foto de tu hijo sin camiseta ya lo pueden interpretar como pornográfico.
En las redes compartimos una cantidad de material que no compartimos con nadie. Un material que el inspector va mostrando al hacer sus pesquisas y acceder al que esta familia tiene en la nube.
Con la obra queremos hablar de cómo estamos creando una imagen que se ajusta cada vez más a lo que exige el algoritmo y cada vez menos a lo que somos en realidad.Esa imagen que nos creamos puede acabar destruyéndonos.
El autor es Antonio Muñoz de Mesay la directora de la obra es Olga Margallo. Aunque lo habitual es que para cada proyecto busquemos autores y directores nuevos, con esta pareja tenemos una buena conexión. Comenzó con el musical Inalámbricas, y siguió con Cyrano de Nueva Orleans, también otro musical. Y luego creamos con ellos Yo, la peor del mundo.
Preestrenamos a finales de mayo, por eso no puedo estar acompañando a El enjambreen Madrid. Y ya tenemos comprometidas veinticinco funciones en Euskadi, con el estreno en Donostia en octubre.
Con este espectáculo pretendemos socializar con el público. Algo que creemos muy necesario tras la pandemia. Y hacerlo desde el humor. Favorecer que la gente piense lo que tiene en su móvil y, en función de eso, qué delitos podría pensar un inspector que están cometiendo. ¿En qué momento he compartido una foto que podría ser un delito?
AH – Estoy escuchando lo del delito y me viene a la mente Calderón…
AP – … ¿qué delito cometí contra vosotros naciendo? Aunque si nací, ya entiendo qué delito he cometido.
Creo que desvirtualizarnos un poco nos vendría muy bien. Las nuevas tecnologías permiten que hagamos entrevistas como esta aunque estemos en lugares distintos. Pero pienso nos hemos vuelto locos. Conozco personas que se pasan el día pendientes de los likesde forma enfermiza.
AH – Me ha hablado de que está en varias asociaciones ¿para qué sirve el asociacionismo en el sector teatral?
AP – Mal de muchos, consuelo de muchos. Es compartir la realidad y relativizar la situación, porque lo que me pasa a mí, no me pasa solo a mí, también les pasa a los otros.
Además, al compartir puedes optimizar recursos. Por ejemplo, contratar servicios jurídicos para los asociados a mejor precio, te da contactos, te permite intercambiar servicios, te permite hacer interlocución con las instituciones, te permite visibilizar al sector. Es intrínseco a la profesión estar asociados. Es la vida. Te permite ser más grande de lo que podrías ser por ti mismo.