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Rosana Torres, una histórica de la información teatral que sigue batallando

“Las redes sociales me parecen espantosas y por eso me quedo fuera”

Rosana Torres es una clásica del periodismo cultural en general y de las artes escénicas en particular. Se ha dedicado profesionalmente en cuerpo y alma a informar desde los años 80 sobre teatro en medios como la Guía del Ocio, rtve y El País, medio para el que sigue trabajando en la actualidad. Su manera de hacerlo tiene el reconocimiento de los periodistas culturales, incluidos los más jóvenes, y de los profesionales del teatro. Solo hay que verla pasear regiamente con su silla de ruedas por Almagro durante los días de su Festival Internacional de Teatro Clásico, al que está fuertemente vinculada informando puntualmente del mismo. Motivo por el que acaba de recibir la Berenjena de Plata de dicho festival. Es allí donde todos se acercan a saludarla, a hablar con ella, a compartir el último chisme, el último chascarrillo y, por supuesto, la última noticia. A lo que ella responde de forma guasona, siguiendo las bromas, o dando una opinión formada. Se convierte así en una fuente fiable para todos aquellos que quieran saber qué ha pasado, pasa y pasará en el teatro en España.

Antonio Hernández (AH) – ¿Qué supone para usted que le hayan dado la Berenjena de Plata del Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro?

Rosana Torres (RS) – Me ha gustado recibirla. Me parece muy bien esa relación que se establece entre el festival y lo comerciantes del lugar. Ese reconocimiento por parte de los empresarios del impacto que el teatro tiene para sus negocios. Y es que todos los que vamos a Almagro nos comemos una y más de una berenjena siempre que estamos allí. Al menos yo así lo hago porque me encantan.

AH – Usted lleva muchos años cubriendo este festival y habrá vivido muchos buenos momentos ¿cuáles destacaría?

RS – Sí, he tenido muchos buenos momentos. Recuerdo, por ejemplo, la noticia de que hacían Ministro de Cultura a Jorge Semprún. Aunque nada como asistir al anuncio de la creación de la Compañía Nacional de Teatro Clásico que iba a dirigir Adolfo Marsillach en el Parador de Almagro. Esa idea de que los espectadores españoles tuvieran la oportunidad de ir al menos una vez al año a ver teatro del Siglo de Oro. Proyecto que ha hecho evolucionar este tipo de teatro hasta llegar a poder ver espectáculos como los que hace ahora Ron Lalá.

AH – ¿Cómo llegó al periodismo cultural?

RS – Se podría decir que el periodismo cultural me eligió a mí. No recuerdo haberme dicho a mi misma que quería ser una periodista que se dedicase a cultura ni a artes escénicas. No lo decidí así.

Por casualidades acabé en el mundo de periodismo. Desde muy pequeñita había ido al teatro, estaba muy vinculada al teatro independiente en Madrid y, además, conocía a mucha gente. No solo de Madrid. También conocía a compañías que venían de otras zonas como Comediants o Els Joglars. Así que de manera natural acabé conociendo cada vez más gente del circuito teatral y acabé haciendo periodismo de artes escénicas.

Por otra parte rtve me pidió que hiciera un programa sobre la actualidad teatral. A la vez que en El País, periódico en el que ya escribía como crítica en el suplemento literario, me pidieron que escribiera sobre teatro.

Y me quedé haciendo periodismo teatral porque es un tema que me gusta y que conocía. Además, en la época que yo empecé a ejercer el periodismo era muy importante tener muchas fuentes y una buena agenda y las tenía, incluso antes de trabajar como periodista.

AH – Ha trabajado en Guía del ocio, El País, TVE y en El HuffPost ¿siempre de teatro?

RS – Sí, en todos ellos he hablado siempre de teatro. Aunque también he hecho otras cosas. En El País también he hablado de televisión y he coordinado el suplemento cultural. En El HuffPost tengo una especie de blog que me permiten hablar de otras vertientes y otras cosas.

Pero mi vida profesional y casi la personal está muy ligada al teatro. De hecho voy mucho, mucho, al teatro, tanto si voy a escribir de ello como si no.

AH- He visto en su currículo que es profesora de EGB ¿llegó a ejercer?

RS – Sí, hice magisterio pero no llegué a ejercer porque en seguida me incorporé al mundo de la literatura infantil y juvenil. Hice crítica de este tipo de literatura durante una temporada.

AH – Esta formación en magisterio ¿le ha servido para el periodismo cultural y teatral?

RS – Siempre aporta algo. La vocación de maestra es querer transmitir conocimientos. El magisterio y el periodismo son muy parecidos. Los maestros y los periodistas no son más que un instrumento entre lo que ves y lo que transmites.

Es el mismo oficio ejercido de distintas maneras porque el receptor es distinto. Al final lo que quieres es transmitir algo que has visto, que conoces, que has indagado de la forma más objetiva posible, porque ser totalmente objetivo es imposible. Tratando de ser lo más fiel a la verdad. En ese sentido son profesiones muy parecidas

AH – ¿Qué ve una periodista como Rosana Torres cuando va al teatro? ¿Qué le hace seguir acudiendo al teatro?

RS – Por educación familiar la cultura siempre me ha interesado mucho. Desde pequeña. Ir al teatro, a exposiciones, tener libros de pintura en casa, leer libros, escuchar mucha música. Me apasionan el cine y la fotografía.

Sin embargo, no hay nada que te haga volar tan alto como el teatro. Puedes oír la pieza de música que más te entusiasme, o el libro que más te guste y te hace ir a mundos que otros han imaginado. Pasa lo mismo con la pintura. Pero el teatro es capaz de llevarte a lugares inimaginables.

Además, el teatro es un compendio de todo. Cuando estás frente a un gran espectáculo estás disfrutando de la literatura, de la interpretación, de la puesta en escena, de cómo han combinado el movimiento de actores con la voz. Estás disfrutando del arte porque eso es una escenografía y el vestuario. Un buen figurinista como puede ser Pedro Moreno no está vistiendo a un actor, está creando un personaje.

Es como si se reuniera todo lo que te he dicho en un único espectáculo que cuando encajan no se puede conseguir con ninguna otra faceta cultural.

AH – ¿Cómo se plantea la transmisión de todo esto en un tiempo que es muy distinto al tiempo en el que empezó?

RS – Es cierto que todo es muy distinto. El tiempo ha cambiado, pero yo no he cambiado. Básicamente no lo transmito de forma distinta a cuando empecé. Lo que ha cambiado son las herramientas de transmisión. Cuando comencé se hacía con una máquina de escribir a pedales. Ahora tenemos unos ordenadores y unas tablets maravillosas que facilitan el trabajo, pero la forma en la que lo transmito es la misma. A través de la decencia y la honestidad. Tratar de no mentir al que está enfrente ni a uno mismo.

Quizás el periodista especializado sea un espectador ilustrado. Puede. Pero en lo básico lo que hay que hacer es contar, no lo que te ha parecido a ti, sino lo que ha transmitido lo que un equipo ha hecho encima del escenario.

El teatro nunca pertenece a un creador. Surge de la mano de un equipo. Si el equipo funciona el espectáculo funciona. Ya puedes contratar a un genio como director que si no tiene un buen texto ni unos buenos actores no podrá hacer nada. Al revés también pasa. Se tienen que juntar una serie de genios para hacerte volar. Y cuando pasa es una de las experiencias más intensas que pueden producirte las bellas artes.

AH – En la actualidad existe la necesidad de que todo lo que ocurre, y en teatro también, se comunique de forma inmediata ¿cómo lo hace?

RS – El tema de la inmediatez es verdad que ahora funciona. Pero en la actualidad tardo lo mismo en escribir 30 ó 60 líneas que hace veinte años. Lo que se tarda menos es en ponerlas en circulación. Por tanto, la forma de transmitir sigue siendo la misma.

Antes escribías un texto a las seis de la tarde. Luego había que componerlo. Después meterlo en máquinas, imprimirlo, repartir los periódicos e ir al kiosco para comprarlo.

Ese es el tiempo que se ha reducido. Mi mirada y mi reflexión no. No ha cambiado. Para no caer en ese riesgo que te lleva a la irreflexión yo no tengo ni Facebook , ni Twitter, ni Instagram, ni Linkedin. Ni desear tenerlos nunca jamás.

AH – ¿No tiene la sensación de que se queda fuera?

RS – Sí, me quedo fuera porque no me interesan. Me parece que abaratan totalmente la cultura. No permiten la reflexión y hacen daño innecesario a los receptores y a los emisores. Me parecen la hoguera de las vanidades y un método de exhibicionismo que a veces me repele. Me parecen espantosas y por eso me quedo fuera.

Eso no significa que me quede fuera del mundo teatral. Pertenezco a esa familia. Y los que pertenecemos a la misma nos sabemos reconocer perfectamente.

Algunos de los componentes de esta familia teatral usan las redes sociales y me parece muy bien. Hay que dar libertad para que cada uno pueda ejercer el tipo de periodismo en el que cree. Yo creo en otro tipo y es el que trato de ejercer.

AH – Por lo que ha dicho queda claro que su forma de trabajar es la misma, pero con todo el teatro que ha visto ¿su mirada sobre el teatro ha cambiado?

RS – Básicamente no. Lógicamente, ahora sé más, tengo más conocimientos. Distingo mejor un vestuario isabelino de uno romántico. Si escucho unas frases en un teatro a lo mejor puedo saber a quien pertenecen.

Mi mirada es la misma. Lo que no es lo mismo es mi experiencia y mi conocimiento.

AH – ¿Cómo de importantes son la experiencia y el conocimiento para disfrutar de un espectáculo teatral?

RS – Sé que son importantes porque te permiten ver cosas que sin ellas no podrías ver. Pero también te pone orejeras a veces. Por ejemplo, estás viendo un espectáculo y estás pendiente de un actor porque no sabe mover las manos y eso te impide ver todo lo demás. A la vez, una persona a tu lado que no ha ido nunca al teatro, a lo mejor, está disfrutando y pendiente de todo, porque al no saber cómo se deben mover las manos no se fija en ello.

Aunque es verdad que se disfruta mucho teniendo conocimientos y experiencia. Pero no es verdad que se disfrute mucho más que alguien que no lo tiene.

Lo importante es que los que están en el escenario te sepan mover los sentimientos y las emociones. Que te sepan llevar a ese universo que están creando en escena. Que te lleven bien y con inteligencia.

AH – La cultura pasa por momentos difíciles ¿el periodismo cultural también?

RS – Sí. Cuando vienen malos tiempos para la cultura, también lo son para el periodismo cultural. De hecho cada vez hay menos periodistas especializados y esto empeora el mal tiempo que vive la cultura.

Para ejercer el periodismo teatral hace falta una buena agenda, unas buenas fuentes y saber diferenciar bien entre un buen montaje de uno menos afortunado. Por los tiempos que corren, no solo el periodismo vive momentos difíciles. El especialista está despareciendo tanto en el periodismo como, por ejemplo, en la hostelería, en todo, y eso hace que la calidad de las cosas se rebaje.

AH – ¿Cómo afronta una profesional con la experiencia que tiene usted los tiempos difíciles que viven y han vivido el periodismo y la cultura?

RS – Yo vengo de la época del franquismo. Aquellos si que eran tiempos difíciles y duros. Ahora también lo son. La pena y la rabia es que lo están siendo para la generación mejor formada de la humanidad. Los periodistas conocen todas las técnicas y herramientas y saben usarlas. Hablan idiomas. Son unas personas preparadísimas. Y ahora los tienes haciendo solos el trabajo que antes hacían cuatro personas y con unos sueldos de risa. Sin poder reflexionar sobre lo que hablan y casi sin poder corregir los textos.

AH – ¿Qué le dirías a los periodistas que se encuentran en esas condiciones?

RS – Que luchen porque lleguen buenos tiempos porque cuando se lucha normalmente se consigue. Todos los periodistas que trabajaron en el franquismo lucharon mucho y consiguieron avances.

Solo puedo decir que yo he tenido la gran suerte de estar en el momento oportuno en el sitio oportuno. La década de los 80, 90 y la primera década del siglo XXI, en Madrid y en el diario El País haciendo periodismo de artes escénicas.

AH – En la actualidad vive entre Madrid y Barcelona ¿tiene ahora mayor visibilidad de lo que pasa en Barcelona que antes?

RS – No, no lo creo. Aunque ahora veo todo lo que hay que ver en Madrid y Barcelona, antes venía a veces a Barcelona a ver cosas, por ejemplo un fin de semana y doblaba para ver todo lo posible.

AH – ¿Y hay diferencias entre el teatro que ve en una ciudad y en otra?

RS – No, no lo creo. El talento es talento en todas partes. Hay más diferencias entre el público que entre los creadores.

Antes podrías decir los directores y los actores de Madrid o de Barcelona. Pero ahora el talento está globalizado. Mario Gas estrena tanto en Madrid como en Barcelona. Lluis Pasqual estrena tanto en Barcelona como lo puede hacer en Bilbao.

Pero el público de Madrid es más agradecido. Le gusta mucho ir al teatro. En Barcelona el público es más distante.

Cuando voy a un estreno sé por los aplausos si la obra será un éxito o no lo. No depende del número de bravos sino por cómo se aplaude. Y la forma de aplaudir es distinta en una ciudad y en otra. En Barcelona y en Lisboa el público es más frío a la hora de aplaudir. Si quieres saber más, los que te lo pueden contar mejor son los actores que son los que lo reciben desde el escenario.

AH – Ya estamos terminando pero quisiera preguntarle ¿de qué le gustaría hablar y no le he preguntado yo ni otros periodistas?

RS – De la accesibilidad de los teatros.

AH – ¿Qué pasa con la accesibilidad de los teatros?

RS – Me gustaría que todos los teatros fueran accesibles para todos los que vamos en silla de ruedas. Me he quedado tetrapléjica hace cinco años y hecho muy en falta que los teatros sean accesibles o que siendo accesible, si vas en silla de ruedas, te pongan en una esquina al final de la sala. Estoy acostumbrada a ir al teatro y ver las obras en muy buenas butacas y ahora no puedo.

Cuando se habla de igualdad, solo se piensa de la igualdad entre hombres y mujeres. Hay otras igualdades de las que hablar. Yo no quiero tener más privilegios o derechos por ser tetrapléjica que otros, quiero ser tratada igual. Quiero ser igual que tú. Por tanto, quiero metros, teatros y cafeterías accesibles. Pero sobre todo quiero que se cumplan las leyes, porque todo eso está recogido en las leyes.

En Madrid, si se abre un teatro nuevo no se exige que sea accesible. La ley sí lo exige, pero luego llega un arquitecto al que le da lo mismo si el teatro lo es o no y firma sin tener en cuenta este aspecto. No tiene en cuenta que tienes que entrar con una silla de ruedas o que debes tener opción a tener un buen sitio para ver teatro. Tener las mismas opciones que los demás.

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