fbpx

Soledad querida

Adoro estar sola y perder el tiempo conmigo misma.

Adoro la soledad. El hecho de estar sola, que no el sentirme sola (porque no es lo mismo).

Esa soledad elegida, no impuesta. Que todavía hay gente que parece no diferenciar. Uno puede estar en un lugar rodeado de gente y sentirse solo y, sin embargo, en un rincón acompañado de sí mismo puede resultar ser la mejor compañía.

Adoro esa soledad física que me permite hablar conmigo misma, a veces incluso en voz alta. Esos momentos en los que poder disfrutar de una taza de café, de un libro o cualquier otra cosa que me haga sentir bien. Posiblemente, mi momento preferido del día sea el amanecer, cuando me levanto y el resto de los habitantes de la casa aún duermen. Prepararme mi café y sentarme a leer el correo o a escribir, en soledad; disfrutando del grato silencio, apenas interrumpido por el canto de un pájaro o el ladrido de un perro. En soledad, pero sin sentirme sola. Constantemente acompañada por mis pensamientos, que no me dejan ni a sol ni a sombra; me acompañan y me arropan.

Escucho a mucha gente decir que no le gusta estar sola. Y yo me pregunto: ¿por qué dicen soledad cuando quieren decir miedo? Porque en realidad es eso. Miedos absurdos o miedos reales, pero algún tipo de miedo, al fin y al cabo. Pero necesitamos aprender a estar solos. Porque si no sabemos convivir con uno mismo ¿cómo vamos a saber convivir en sociedad? Si no disfrutamos de nuestra propia compañía ¿cómo lo van a hacer los demás?

En realidad, la soledad puede ser simplemente un estado mental. Es muy difícil estar solo en este mundo (el que no tiene familia, tiene amigos; el que no tiene amigos, tiene “animales de compañía”, etc… basta salir a la calle para no estar solo), pero es fácil sentirse solo. Muchos lo están porque no quieren escucharse a sí mismos.

Adoro estar sola y perder el tiempo conmigo misma. Tener esas charlas internas en mi cabeza en las que puede pasar de todo: me riño, me aconsejo, discuto, pregunto, me río… Miles de ideas que pensar, que hacer, que decir…

Mientras estemos vivos, no habrá soledad. Nosotros somos nuestra mejor compañía. Aunque, a veces, también se agradece compartirla (mi hija entra a darme un abrazo; uno de esos calurosos y reconfortantes. Ya no estoy sola, pero no me importa)

BUSCAR