Hay quien considera el trabajo un castigo: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Para algunas su vida profesional es un “mientras tanto” no llega el amor adecuado. Y para muchos es un problema que alguien tendrá que resolver. Otros, en cambio tienen en su vida profesional una proyección de su identidad. Antes “estabas colocado” cuando habías encontrado trabajo y pareja. Las creencias conservadoras te decían que debías encontrar una pareja adecuada a tu nivel social, y continuar la tradición familiar en lo profesional .Y después, “Dios proveerá” (sic). Pero, esto ha terminado. Ya hemos abandonado la posibilidad de “estar colocados” y la situación, si bien nos da vértigo, nos obliga a conectar con nuestra identidad, a gestionar nuestros miedos y a planificar nuestra carrera y nuestra vida, que es lo mismo.
Hace años para las mujeres pasar a ser “señora de”, significaba liberarse del yugo laboral. Claro que trabajaban en las fábricas, en el campo, o cosiendo día y noche. Las empresas les daban una pequeña dote cuando dejaban el trabajo para casarse. A pesar de que el mandato social decía que el marido debía procurar el sustento a la familia y la mujer cuidar del hogar, ni entonces ni ahora, la vida matrimonial les ha garantizado el sustento.
Vivir profesionalmente significa que la vida tiene que ser tu proyecto. Que no hay ninguna impostura que merezca la pena seguir, aunque te prometa la estabilidad, que los conceptos mágicos son creaciones de la mente, bálsamos para el desamparo. Ahí está la idea de Dios, la familia, el amor, o “el mas allá”. Nada ni nadie puede asegurarte protección. Así pues toca ser consciente de uno mismo y de tus circunstancias, como dijo nuestro filosofo vitalista Ortega y Gasset. Y desde la conciencia, planificar tu estrategia vital. Y atreverte, autorizarte a crear tu proyecto, sin miedo a suscitar envidias y al rechazo. Decidir qué quieres hacer, con quién quieres compartir el viaje, cuáles son tus talentos y quiénes tus alianzas.
Ser una persona profesional significa conocer bien la profesión que ha escogido, conocer el entorno, tener y dar confianza, manifestar una actitud de seguridad y de serenidad. Trazarse un camino, pero ser capaz de cambiar el rumbo si las circunstancias así lo requieren. Y no exigirte metas inalcanzables. Cuando te comprometes contigo y con tu vida, cuando vives profesionalmente, la vida es rentable.
Carmen García Ribas, periodista, profesora de comunicación y liderazgo