¿Te encuentras hoy en una relación que consideras forzada, donde el paso del amor al odio solo lo divide algo tan simple como un interruptor?
¿Os habéis llegado a sentir así?
Donde en un abrir y cerrar de ojos, por algo inesperado, las cosas se catapultan a unos extremos de locura, donde nos sentimos como si camináramos sobre cascarones de huevos que no se pueden romper, en un asfixie donde hay que medir cada palabra o cada entonación. Es aquí donde el miedo nos ha capturado y nos esclaviza, nos encarcela en las mazmorras recónditas de nuestro ser y llegamos incluso a pensar que no hay salida. Hemos permitido que nos devalúen aunque nuestro valor permanece intacto. Te garantizo que vales más de lo que jamás llegaste a pensar o de lo que te han hecho creer, es que no hay nadie semejante a ti y que eres única entre únicas, que tu valor no depende de las circunstancias que te rodean hoy, de las que te rodearon ayer o de las que te rodearan. Tu valor se encierra en tu esencia, en tu ser.
“Que tus decisiones sean un reflejo de tus esperanzas, no de tus miedos.” Escribo Nelson Mandela en un momento dado en su vida. Lo que me lleva a pensar que este podría ser el principio o uno de los principios que lo mantuvo en libertad dentro de una celda por décadas. No hay mayor barrote o carcelero, que los miedos que le dan poder a aquellos que no deberían tenerlo.
Nuestra esperanza trasciende las circunstancias y permanecer en ella, nos permite la libertad emocional necesaria como para tener la fuerza de quebrar los barrotes que nos agobian.
Sin embargo, la esperanza nunca debe de ser a costa de otros, como bien podrían ser nuestros hijos. Y es que la esperanza en si no tiene virtud alguna, sino en donde depositas tu esperanza. Una esperanza cuyo coste lo podría estar cubriendo, no solo mi psiquis o mi cuerpo, sino también el o la de nuestros hijos, cuando por ejemplo decimos embriagados de lastima, ya no lo volverá a hacer, se esta esforzando en cambiar. La esperanza debe de fundamentarse en el amor verdadero, aquel amor que pone limites y corrige por el bien del otro, una esperanza afirmada en el amor que nos permite observar las cosas con templanza y que amándonos nos damos a respetar, con el respeto donde aún la intolerancia a conductas deplorables y degradantes a nuestro ser, dignifica.
En estos 18 segundos que os puede haber tomado comenzar a leer este artículo una mujer ha sufrido maltrato, según las Naciones Unidas, eso sin sumar niños o incluso aquellos hombres que son de igual manera víctimas en algunos casos. Sin embargo hoy nos limitamos a las mujeres. Y es que en España nada más y nada menos que siete millones de españolas han sufrido algún tipo de maltrato físico o psicológico por parte de su pareja, un 18% de las españolas mayores de 18 años, (Barómetro de “La Ser”,noviembre 2000).
¡Basta ya!
Se necesita tanto, de una comunidad para destruir con la fuerza avasalladora del abuso a una mujer como se necesita de otra comunidad entera para restaurarla y detener el abuso.
Yo tengo muy claro a que comunidad quiero pertenecer ¿Y tú?