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Desorientación

Leyendo una reflexión de esta comunidad, muy acertada e inspiradora sobre la falsa igualdad de la actualidad, sobre el poder de la mujer en esta sociedad, acerca de los “superpoderes” que tenemos que encontrar en nosotras mismas para poder llegar a todo, creo que he hallado las palabras que hace tiempo busco para dar forma a los grillos que martillean en mi cabeza.

En este artículo habla sobre mujeres solteras, casadas, madres, no madres, parece que todas con un nivel de éxito profesional bastante elevado, alcanzado con muchísimo esfuerzo y, sobre todo, tienen en común una característica muy importante; son mujeres con una mentalidad abierta, dinámica y con ganas de no parar.

Por otro lado, hace tiempo que, desde mi humilde punto de vista de “persona normal”, observo con mucha lástima nuestra sociedad. Cómo se ha degenerado, cómo los valores humanos se están hundiendo a pasos agigantados tragados por los puramente estéticos y materiales. Veo cómo todo el mundo discute con el que tiene al lado y, lo que es peor, con el que tiene a miles de kilómetros “gracias” a las redes sociales. Cómo se nos ha olvidado lo que es el respeto por el prójimo y la empatía para con los demás. No escuchamos, sólo hablamos, escupimos palabras sin pensar en cómo pueden ser interpretadas, en cómo pueden afectar a nuestro interlocutor porque, en el fondo, nos da exactamente igual El Otro. Quizás porque pensamos que, al igual que nosotros, ese Otro tampoco va a escuchar ni una sola sílaba de todo nuestro repertorio.

Todo ese tiempo llevo pensando en el motivo de tal deshumanización. Y una idea destaca frente a todas las demás. Quizás es demasiado genérica, puede que, incluso, tremendamente evidente o, lo que es peor, quizás sea tomada como un insulto al intelecto, al desarrollo y a la progresión de la sociedad. Sea como sea, estoy plenamente convencida de que nos hemos alejado tanto de la Naturaleza que nos hemos alienado a nosotros mismos. No sabemos cuidar de nuestro propio cuerpo si no es mediante los múltiples consejos que aparecen en la red, no sabemos criar hijos si no hay cursos que nos enseñen o profesionales sobre los que delegar este rol… pronto no sabremos ni hacerlos o, puede que ni necesitemos saberlo.

Pertenecemos a una sociedad que nos obliga a creer que El Poder está ahí fuera. De la mano del dinero, de los altos cargos, en las grandes empresas, en la política. Cuando todos estos deberían ser meras herramientas para irnos desarrollando. Porque ¿qué podemos conseguir de una sociedad con grandes fortunas, mal repartidas por cierto, conformada por muy grandes empresas que cada vez carecen más de trabajadores motivados, cuyos políticos, esas personas que deben decidir y dirigirla por el mejor camino, no tienen nada claro cuál es su verdadero papel?

¿Realmente hay un mayor Poder que el de educar a las futuras generaciones? Enseñarles en valores, pero en valores de verdad, esos que fomentan la bondad, la justicia, la tolerancia, la familia (sea cual sea su forma). Esos que se enseñan demostrándolos, conviviendo con esas personas que, al final, son el futuro de esta sociedad. Enseñándoles a ser autónomos, responsables de sus decisiones, motivándolos a ser mejores personas cada día y a que conformen una mejor sociedad.

Hoy en día se ha infravalorado el papel de la paternidad. Se ha superpuesto el de alto cargo en una importante empresa. Intentamos relegar ese papel a profesores y educadores pretendiendo que nuestros retoños no se resientan. Cuando la mejor manera de enseñar es estando ahí, presentes, fomentando vínculos naturales, emocionales, necesarios no, imprescindibles.

Y no es que no sean necesarias las muy grandes empresas, los políticos, los altos cargos que toman decisiones o los motivados trabajadores. Pero siempre he sido de las que, para hacer bien las cosas, he necesitado ir de una en una. Puede que sea demasiado torpe. Y he aquí la cuestión. No creo que igualdad sea dejar de lado un papel fundamental como la maternidad y la paternidad porque así se supone que somos personas “progres”. Creo que la igualdad es tener el poder y la opción de decidir en cada momento de nuestras vidas de qué manera queremos contribuir al desarrollo de nuestra sociedad. Que el hecho de decantarnos en una etapa de nuestras existencias por la paternidad, no implique que, cuando hayamos cumplido nuestro papel, no podamos retomar el rol de gran empresario. O que si alguien decide dedicar su vida a esa gran empresa, sea igual de valorado que aquél que prefiere dedicarla a la tan infravalorada familia. Creo que la igualdad se alcanzará cuando se le dé la importancia real que tiene a cada uno de los componentes de nuestro presente, cuando dejemos de luchar entre géneros y entre roles para trabajar todos juntos por el, tan idílico, mundo mejor.

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