fbpx

Dime qué te preguntas y te diré hacia dónde vas

Encuentro las respuestas que necesito, las que me hacen evolucionar, las que me motivan y me alientan, cuando me hago buenas preguntas. Y no, no es que antes sea el huevo o la gallina. Siempre las preguntas son lo primero. No hay duda.

No es fácil hacerme preguntas cuando estoy más atenta a lo que me duele, lo que es un impedimento para visualizar más allá, que cuando estoy tratando de preguntarme en qué dirección voy a moverme, que límites me estoy poniendo, qué necesito aprender para hacerlo o que compromiso tengo por lo que quiero.

Normalmente el dolor me paraliza. Me empequeñece. Me hago una bola y trato desesperadamente de esperar a que se me pase. Normalmente, lo cierto es, que se me pasa. Pero me engaño, no, no se me ha pasado. Sigue ahí, solo que he conseguido disfrazarlo. Casi no lo noto, porque voy de aquí para allá, entretenida, me compro una chaqueta, como con mis amigas, voy a la peluquería o me doy una panzada al Netflix.

Si he de serme sincera, sé lo que estoy haciendo. Puede que no en el momento, pero si al cabo de un tiempo, cada vez menos tiempo. Y entonces es cuando de las profundidades de mi mente o de mi corazón, vete a saber, empiezan a llegar las preguntas. ¿Cuáles? Pues las que me van a poner en acción. Las que me van a dar contra la pared, las que van a poner un poco patas arriba aquello que no estaba alineado conmigo.

Siempre tengo dos opciones. Darles respuestas, sí en plural, porque nunca tengo solo una. O pasar de ellas.

Sé perfectamente, que como no las responda, el dolor va a seguir ahí. Sé que si las respondo voy a tener que lidiar con el conflicto, propio y ajeno, voy a tener que hacer algo que estoy postergando, voy a tener que responder a lo que me pertenece y tendré que sopesar unos cuantos desapegos.

Diría que en el 90% de las veces me hago cargo de mis respuestas y no solo doy por válida una, muchas veces trato de validar más de una, porque las posibilidades no son únicas sino variadas y dan variados resultados, todos válidos ninguno fallido.

Y te preguntarás cómo encuentro esas respuestas. Y te diré, escuchándome. Dejo de escuchar a los demás, solo me escucho a mí. Esa escucha me dice que mis tres cerebros están alineados: mi tripa, mi cabeza y mi corazón.

Resulta motivador darte cuenta de que, a pesar de muchas cosas, esas alineaciones han dado como resultado la dirección en la que estoy y en la que quiero seguir.

¿Te animas a escucharte?

Te escucho, Susana

BUSCAR