La expectativa es considerar la posibilidad de que algo pueda ocurrir, y naturalmente si eso no sucede nos genera decepción, a no ser que nuestra expectativa se base en la posibilidad de que algo negativo ocurra, entonces si no ocurre, sentiríamos alivio. Creo que ya las empecé a confundir, pero confío en su capacidad de entenderme.
Últimamente me he dado cuenta de que cada vez que mis amigas me cuentan sus “issues”, yo respondo: “Tu decepción viene de tus propias expectativas”. Así que analizaremos esa frase, ¿les parece? Porque aplica para todos.
Una amiga mía decidió salir con un chico con quién sabía no tenía mayor futuro. Este chico es un “alma libre” y prefiere vivir su vida sin ataduras. Siempre fue claro con ella al decirle que no quería nada serio con nadie y ella decidió pasarla bien porque sabía que este chico definitivamente no era lo que quería en su vida.
Casi 2 meses después, cuando mi amiga se entera que este chico está saliendo con otra, se dio cuenta que a pesar de su acuerdo, ella ya se había enganchado. Pero ¿engancharse a qué? Si ni siquiera ella quiere algo serio con él; sin embargo, igual sintió una gran desilusión. Es así que empezó a sacar mil y un argumentos (válidos desde su punto de vista) que justificaran lo que sentía, pero igual sabía que este chico no estaba siendo incongruente con nada de lo que habían hablado previamente.
Así como a mi amiga, a todos nos ha pasado esto, que de pronto nos sentimos desilusionados por expectativas que logran camuflarse bajo argumentos objetivos, lógicos y racionales, logrando parecer todo lo contrario, pero que en realidad al salir a la consciencia, manifiestan nuestros deseos verdaderos. Es en ese momento dónde debemos detenernos a pensar: ¿Qué me está moviendo?, ¿Por qué me está afectando?
Creo que muchas veces nos enojamos con otros porque defraudan lo que nosotros esperamos de ellos, pero ¿quién somos nosotros para intentar cambiar al otro?, especialmente cuando las cosas han estado claras desde un inicio.
A mí me ha pasado millones de veces, pero desde hace un tiempo analizo muy bien mis reacciones frente al comportamiento de los demás. Si algo me molesta, me detengo a analizar el por qué. Ya no me centro tanto en el otro, sino que dirijo mi atención a mí. He aprendido a ver al otro como un ser libre y lo he despojado del peso de mis proyecciones y expectativas, finalmente nunca las pidió.
Si bien es natural que condenemos ciertas conductas porque son “universalmente catalogadas como negativas” (acá podría ponerme densa hablando de ética), es necesario e importante liberar al otro de lo que queremos que sea, aceptándolo tal cual, y si su realidad no nos gusta, entonces tendremos que avanzar por caminos separados.
Todos somos seres libres y nadie merece que lo juzguen por no llenar las expectativas que se tienen sobre él o ella.
Por favor ¡vivamos en libertad y dejemos vivir en libertad! Eso sí como regla básica: “No hagas a otros, lo que no quieres que te hagan a ti”, y con esto no alego a la religión, sólo al sentido común.