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Fiel compañía

No duermo a solas. Un Personaje me acompaña diariamente, me susurra en el oído, me acaricia las piernas, me estruja a su antojo el corazón.
¡¡Es cruel!! Me posee cuando no quiero, cuando no lo espero, cuando me distraigo y pongo en alguien más mi atención.
Iniciamos una guerra desgastante, grita fuertemente, se burla de mí. Sin querer hacerlo lloro, me hago sumamente pequeñita e incluso a veces, en sus manos temo morir.
Es que yo no duermo sola y a decir verdad, ni camino, ni platico, ni escribo, ni estoy sola jamás.
Me confunde los silencios con olvido
Me sentencia al abandono cuando existe un “quizás”
Me rompe en cachititos si no encuentro una respuesta
Saborea mis entrañas si acaso escucho un “jamás”

Tengo que sacar fuerzas de donde no fueron sembradas, afilar la espada y parar de llorar. Enfrentar la gritería, analizar las situaciones, nuevamente todo en mis costillas esparcir, desmenuzar.
Saborearme un poco los lamentos y chupar la sangre de mis dedos cuarteados. Tragarme los recuerdos y disociar el presente del pasado insatisfecho que ya no volverá.
Y es entonces cuando entiendo que no todos los amores son inalcanzables, que no todas las batallas son perdibles y que mi llanto jamás ha sido banal.
Y es entonces cuando duerme… o finge haber perdido esta pelea, el personaje cruel que me acompaña y me acompañará hasta mi final. El Cruel Monstruo, amigo mío, llamado Orfandad.

Galhamar K’iin

 
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