Ahora hay silencio al otro lado.
Una pantalla que vuelve siempre a negro.
Llamadas que no suenan,
promesas vacías,
traicionadas sin arrepentimiento tras pronunciarse.
Continúa excusa “no tengo tiempo”
por no causar daño: a uno mismo.
Ausencia sin explicación
que va calando gota a gota,
desgastando un corazón de mármol rosado,
agrietándolo con silencio y dudas.
Empatía ausente, estaba de fiesta,
eso dicen las redes en sus titulares.
Saturación de opciones,
necesidad de cambio constante.
Facilidad de salir corriendo en silencio.
Y para quien queda al otro lado de la línea,
sensación de culpa, de error,
de responsabilidad (errónea).
Duelo con contrato indefinido.
Paga la víctima, no el traidor.