Aunque no lo parezca, y a pesar de algunos avances, seguimos casi igual.
El otro día ví la película Hidden Figures, que refleja la historia real de un grupo de brillantes mujeres afroamericanas que trabajan en la NASA en los 60, en plena lucha con la URSS por la carrera espacial, y en los meses que precedieron al lanzamiento de John Glenn como primer estadounidense que orbitó alrededor de la tierra. Sin destripar la película, cuenta como estas mujeres, después de sufrir todo tipo de discriminaciones por razón de raza y de sexo, se convirtieron en la clave del éxito de una misión que sin ellas nunca jámás hubiera terminado felizmente.
La película está muy bien hecha y muy bien contada. Y creo que merece la pena que tanto ellos como ellas, la vean. Muchas de las situaciones que la película presenta (incluído el constante tono paternalista que soportan y las zancadillas de otras mujeres) son más que reconocibles en las organizaciones en las que trabajamos hoy. Porque si obviamos el (terrible) tema racial, y a pesar de que ha habido algunas avances, las cosas han cambiado muy poco desde entonces. Quede muchísimo por hacer, más allá del hipócrita velo de corrección política que lo cubre todo y que sólo sirve para disfrazar la realidad, para tranquilizar conciencias y para que los políticos de turno se cuelguen medallas y arranquen votos. Al menos en el ámbito de la alta dirección corporativa de empresas de perfil “masculino”, que son las que conozco (logística, construcción, tecnología, transportes, utilities…)
Ante todo, vaya por delante que no soy especialmente feminista. Ni por supuestmachista. Ni pro-igualdad a toda costa. Es más no creo en la igualdad porque es una falacia. No existe y además es imposible. Somos diferentes (menos mal), lo que no significa que haya unos mejores y otros peores. Cada uno podrá aportar habilidades diferentes, y ahí está la riqueza para las organizaciones. En saber identificar a los mejores para cada función, y colocarlos en el lugar adecuado. No entiendo que precisamente los que defienden la “diversidad y pluraridad” a toda costa, se empeñen en un mensaje igualitarista e imposible, ya que pensamos diferente, sentimos diferente y somos diferentes. Es perfecto que niños o niñas jueguen con Barbies o camiones según les apetezca, o que tomen clases de lo que más les guste, ya sea rugby o ballet. Lo que no tiene sentido es forzar esta supuesta igualdad mediante una serie de campañas publicitarias que han convertido al genero masculino en una réplica de Gracita Morales en “Cómo está el servicio”. Mientras la chica de turno se molesta porque no tiene la cena hecha (y le toca a ella hacerla), o corrige amablemente y con un toque de prepotencia mal disimulado al pobre chico/marido/compañero. Reto ahora mismo a cualquiera que lea a que me cite un anuncio que se le venga a la cabeza rápidamente en la que sea una mujer la que está desempeñando tareas domésticas. Difícil. ¿eh?. Igualdad, decimos. ¡Ja, ja!
Volvemos al mundo corporativo. Algunos datos
- Las mujeres en Consejos de Administración del IBEX son el 19,83%
- El porcentaje de mujeres en puestos de alta dirección es del 26%
- Siete de cada diez directivas piensa que se da trato de favor a los hombres en puestos de responsabilidad.
- Más del 60% de licenciados universitarios, son mujeres.
Es evidente que algo falla. Y está más que hablado. La conciliación, la maternidad, el cuidado de los hijos, la auto-renuncia, el techo de cristal… bla bla bla. Y entonces a alguien se le ocurre el sistema genial de la “cuota femenina”, que formalmente parece que arregla los números pero que en el fondo es absolutamente inútil. Basta con crear puestos florero en los comités de dirección (que los hay, y muchos) para poder cumplir con la cuota y quedar bien. Y si no, vean la diferencia que hay entre empresas que cumplen la famosa cuota, o se acercan mucho, y mujeres que de verdad manden (en el IBEX, sólo 3, menos del 10%). Y lo dice alguien que se ha pasado su carrera profesional siendo la única mujer en comités, reuniones o eventos varios. Y que ha tenido que oir frases como “esto es mejor que lo cuentes tú, que así ven que hay una mujer en el comité de dirección.” Con un par. Lo que hay que hacer es crear las condiciones de trabajo y de relación que hagan que las habilidades de unos y otros puedan ponerse en valor en igualdad de condiciones.
Un buen ejemplo y que muy pocas veces se nombra, porque “oficialmente” no existe, es el de las relaciones con clientes y con otros colegas fuera del trabajo, que acaban teniendo efecto en los resultados de negocio y en la carrera profesional. Porque nos guste o no todo ambos se basan en relaciones personales. Reproduzco algunas conversaciones reales.
- “Nos fuimos de cena con ellos, y estuvimos hasta las cinco de la mañana, pero cerramos el trato”
- “Sacaron en el despacho la botella de vodka y nos bebimos cinco hasta que acabó la reunión a las nueve de la noche”
- “Nos llevamos a los clientes a la final de Champions, y luego cena y copas”
- “Después de la cena, nos los llevamos por ahí, pero es mejor que no vengas” (Ni loca, pensé yo..)
¿ En serio alguien piensa que podemos competir en igualdad de condiciones, mientras la forma de cerrar negocios sea esta? Muchas veces algún colega/proveedor/cliente me dice: “Si esto sale te invito a comer donde tu quieras”. ¿¿¿Comer???? Estoy a dieta (como todas, porque es por lo primero que se nos juzga, aunque todo el mundo lo niegue), como en mi mesa en 20 minutos parar sacar el trabajo adelante y poder ir a casa porque me gusta tener una vida, y no puedo perder tres horas zampando y bebiendo. Y además comer y cenar, con mis amigos, que es con quien lo disfruto. Yo los negocios en el lugar de trabajo, que es su sitio.. Asi que “thanks, but no thanks”.
Afortunadamente es cierto que parece que esta cultura poco a poco va disminuyendo a medida que los más jóvenes ven a sus compañeras con más respeto y como iguales. Y que hay empresas entre las que empieza a no estar bien visto. Pero dudo mucho que vaya a desaparecer, porque es verdad que no somos iguales. ¿Alguien imagina que nosotras cerráramos negocios en sesiones de Shopping, de manicura o de SPAs?
Lo que necesitamos es la involucración de ellos. Que vean este problema (y otros), y que se nieguen a este tipo de prácticas. Que hablen de trabajo en el trabajo. Necesitamos a personajes como el Señor Harrison o el John Glenn de la película que identifiquen el valor, cuando existe, y le den vía libre. O lo exijan. Y le den su sitio y las oportunidades que merece para desarrollarse. Con o sin cuotas artificiales. Cualquier otra vía, será formalmente válida y dará para mucha charla de exquisita corrección política. Pero seguirá siendo inútil.