El instinto maternal… ¿se tiene o no se tiene? ¿nacemos con él o aparece, como una iluminación, en un momento dado en nuestras vidas?
Yo no tengo instinto maternal. Y suena raro, viniendo de una mujer que es madre, que adora a su hija y que piensa que la maternidad es lo mejor que le ha pasado en la vida. Pero todo es relativo. Depende qué significado le demos a la expresión “instinto maternal”. ¿Queremos proteger a todos los niños?. Son seres vulnerables y mentiría si digo que no me afecta ver el sufrimiento en los más pequeños, niños enfermos o maltratados; se me encoge el corazón. Pero no siento esa necesidad de achuchar a cada bebé que veo, ni hacerle monerías a un niño que no conozco de nada. ¿Raro?, no sé, supongo que a más mujeres le pasa lo mismo que a mí (o, al menos, eso espero).
Cuando era joven (quiero decir, más joven, porque aún lo soy) no tenía claro si quería tener hijos. No me lo planteaba. Supongo que quería dejarlo al azar, esperando a que el destino me diese la respuesta. Recuerdo a amigas mías que ya de niñas soñaban con tener hijos. Yo nunca. Era algo que no se me pasaba por la cabeza. Luego nació mi sobrino y todo cambió. Adoraba a aquel niño. Me encantaba tenerlo en mi regazo, dormirle en mis brazos, darle el biberón, hacerle eructar, y hasta limpiarle las cacas. Quizá, de pronto, se había despertado en mí el instinto maternal. O el reloj biológico, a pesar de que sólo tenía 24 años y aún era muy joven para pensar en tener hijos.
Luego decidí ser madre. Todavía no sé muy bien por qué, pero era una necesidad física. Viví el embarazo con entusiasmo, pero con tranquilidad. Y el día que nació mi hija, mientras iba en la camilla desde el paritorio hasta la habitación, con ella acurrucada a mi lado, la miraba embobada y ahí sí, ¡boom!, apareció ese instinto, como una leona, quería proteger a ese ser aún indefenso, y supe que hasta mataría por ella si fuese necesario.
Poco a poco, aprendes a ser madre. Y te sientes más sensibilizada con la infancia. Y, aún así, sigo diciendo que no me gustan especialmente los bebés. Aunque me encantaba mi bebé. Pero tienes que aprender a comunicarte, sin hablar. Descifrar los llantos y los gestos. Un recién nacido parece tan frágil, que tienes la impresión de que se puede romper en tus brazos. Todo te asusta y te preocupa. Cuando nace algún bebé conocido y voy a conocerle y me preguntan: -¿quieres cogerlo?, mi primera reacción es pensar: – no, gracias. No es algo que me apetezca especialmente. Aunque acabo aceptando y acunando al bebé; quizá por no parecer desagradable. A pesar de que me inspiran mucha ternura. Es una total contradicción de sentimientos.
Hay mujeres que tienen un instinto maternal muy acusado y que son auténticas “madrazas”. Algunas incluso llegan a vivir la maternidad de tal modo que la anteponen a ellas mismas e incluso se anulan como personas, como mujeres que son. Yo no soy una madre abnegada. Soy madre, pero también soy mujer. No me he pasado tardes enteras en un parque infantil que aborrecía, escuchando conversaciones exclusivamente sobre niños y oyéndoles gritar y llorar, sólo porque mi hija “tuviese” que ir al parque. He dejado a mi hija durmiendo en casa de sus abuelos sin sentirme culpable por ello. Quizá alguien piense que soy una mala madre. Por no anteponer la maternidad a todo y querer disfrutar, aún siendo madre, de un pedazo de mi vida de mujer. Y no tengo instinto maternal, pero estoy convencida de que soy la mejor madre que mi hija pudiese tener.