Era el último día de fiestas y decidieron darse una vuelta por la feria. Este año había nuevas atracciones y nuevos puestos. Todavía era temprano, así que no había mucha gente y podían ver todo sin aglomeraciones.
Una pequeña caseta llamó la atención de Gloria. Estaba toda forrada con telas de distintos tonos morados y de algunas colgaban cascabeles y abalorios. Un reluciente cartel cobrizo con pequeñas luces alrededor sobre la entrada ponía “Divina la adivina”. A Gloria le dio la risa. Desde luego, no era muy original, pero aun así llamó su atención.
Voy a entrar, dijo, aprovechando que no había gente haciendo cola. Siempre había sentido curiosidad por las ciencias adivinatorias, la magia y demás; pero nunca había recurrido a los servicios de una “supuesta” adivina, para que le leyese el futuro. Había llegado el día.
Cuando entró, sus ojos tuvieron que adaptarse a la oscuridad que inundaba la estancia. Apenas una pequeña luz sobre la mesa iluminaba el lugar. Tras la mesa, una mujer con turbante, como en las películas, le habló con voz grave, invitándola a sentarse frente a ella.
– ¿Qué te gustaría saber sobre tu futuro? Espera. No me lo digas. Quieres saber sobre el amor, ¿verdad?
Gloria no supo qué decir y la mujer ya estaba preparándose para echarle las cartas.
– Dame las manos. Necesito conectar contigo.
Gloria obedeció. La mujer le agarró las manos con las suyas, que eran pequeñas pero cálidas y suaves. Durante unos instantes permaneció así, inmóvil, con los ojos cerrados, como en trance.
Tras un par de minutos en completo silencio, durante los cuales Gloria tuvo que contenerse para no echarse a reír, la adivina Divina comenzó a barajar las cartas y le pidió que cortase con la mano izquierda. Luego extendió varias cartas sobre el tapete, las observó atentamente y comenzó a hablar de nuevo.
– Veo que hasta ahora no has sido muy afortunada en el amor. Pero eso va a cambiar. Aquí lo veo claramente. Un hombre alto y apuesto. Moreno, de labios carnosos y barbilla prominente. Te tratará como a una princesa. Sin duda, es el hombre de tu vida. Está a punto de aparecer en ella, si es que no ha aparecido ya. Te casarás con él y vais a ser muy felices.
Gloria apenas acertó a darle las gracias y pagarle los veinte euros que le había sisado tan dignamente con aquel paripé.
Cuando salió, Marta estaba apoyada en una barandilla, esperándola. Con aquel minivestido blanco roto estaba radiante. Parecía tan frágil con aquel cuerpo tan pequeño y el cabello trigueño, cuyos rizos se posaban en sus hombros dándole un aire angelical. Estaba distraída leyendo un folleto y no se había dado cuenta de que Gloria la observaba embelesada.
Llegó a su altura y la besó por sorpresa. Le cogió la mano y comenzaron a caminar.
– ¿Qué tal ha ido? ¿Cómo será tu/nuestro futuro? –preguntó Marta sonriendo.
– Pues me temo que la mujer ni era divina ni adivina… ¿Has cogido los anillos?
– Sí, los tengo en el bolso.
– Pues vamos yendo al juzgado, que ya casi es la hora. Vamos a ser muy felices…