Me gusta tener mi espacio y mis tiempos para indagar en la inmortalidad del cangrejo. El chiste se cuenta solo, ve tú a saber qué les depara a aquellos omnívoros, lo cierto es que la maternidad no me ha dado mucho tiempo para filosofar de lo que creo querer pensar. Agradecida siempre estaré, pues ha llegado junto con lo que siempre soñé, mi hija. Y con ella las lecciones más valiosas de mi vida. Llegó generosamente repartiendo regalos desde el día que nació. El abrirlos es complicado, pues son envueltos en papel celofán, y por ende, hay que pasar por un escándalo para poder llegar. Cuando se recibe uno de estos regalos todos los días por tres años, la sonrisa comienza a congelarse. Hay veces que esos regalos los recibo agotada, mentalmente derrotada y físicamente fastidiada. Amo su generosidad y la diversidad obsequiada. Sin embargo, siempre busco primero encontrar mi centro para que ese ruido cotidiano no me logre desplazar ante aquellos regalos nulos de comodidad, acompañados de una infinita introspección coloquial.
Julio 2019. Una tarde de verano viajamos en carretera, acompañados de carcajadas inolvidables y nerviosamente imparables. Atravesamos un pueblo bastante insípido, callado y aburrido, sin embargo, una de sus farmacias lo elevaría para siempre a un pueblo emocionante y cero olvidadizo. Ese pueblo se acordó de nuestro deseo, nos regaló una línea tenue y dudosa, posteriormente y un poco incrédulos la re-confirmamos unas veinte veces.
Un buen 6 de Marzo del 2020, llegó Emilia. La recibí eufórica. Sin embargo, al paso de las horas la anestesia, los medicamentos, la adrenalina y la falta de reposo mental, comenzaron a cobrar factura, revelando miedos que creí nunca tener. Al sentirla en mis brazos y ser testigo de cómo su palpitar se tranquilizaba al estar a un lado mio, me enmudeció por completo. En ese instante mi cuerpo y seguridad se convirtieron del tamaño de una semilla de fresa. El no ser suficiente me carcomía viva junto con la gran responsabilidad que desde ese día, en mi caía. Tal revelación me intimidó al grado que un simple cambio de panal tenía que ser observado por M. temía ponerlo mal, muy aguado o apretado o quizá moverle mal la pierna , en fin, una angustia tan frustrante, que no se la deseo ni a la persona más desafiante. La introducción a mi maternidad, me aplasto a lo más diminuto de mi existencia. Emilia ahora tiene tres años, y yo a partir de sus seis meses me volví a sentir un poco más de mi tamaño.
Existe una profundidad palpitante al comunicarse con solo la mirada. Recientemente, Emilia me vio con ojos desesperados y muy asustados, diciendo: “Mamá, corre, cura el cielo y para esos truenos.” Mi corazón se quebró en mil pedazos al no poder desaparecer de inmediato ese miedo e incomodidad. Ver en sus ojos la certeza a ciegas de que su madre tiene el poder de detener los malos tiempos, me proporcionó una emoción difícil de explicar. Evidentemente no podemos controlar lo que afuera está, pero adentro, ya comenzamos a trabajar. Una vez más abro un regalo envuelto en celofán, aprendiendo a navegar un velero ajeno, dirigiéndolo hacia puertos emocionalmente seguros y plenos. Hay días que ella y yo avanzamos contra el viento, mientras respiramos profundo, siempre respetando su proceso, ritmo y tiempo. Ser el punto de referencia ante las sonrisas más bellas pero también ante las escalofriantes inseguridades como las tormentas; es una tarea desafiante. Sin embargo, regulándome constantemente, la marea suele ayudarme con la corriente. Hasta ahora, para mí, la maternidad ha sido balancear la razón y la poesía, todo mientras aprendo a anclar emociones mías. Un regalo rosa y ligero, pero no tan placentero, mientras navego hacia un puerto seguro la emoción de su velero.
Estamos creciendo.
Mis regalos favoritos envueltos en celofán, son aquellos en los que estas concentrada en tu espacio mientras solucionas tus problemas de “toddler” existenciales, es mejor que cualquier show de Broadway. Tus manitas y ocurrencias son destalles de estrellas. ¿Será que es un poder que solo las mamás podemos ver?
Seguiré reuniendo sustantivos, verbos y adjetivos para que con ellos puedas fortalecer tu voz y tu identidad. Así que cuando llegue el día en el que tu propio velero quieras navegar, lo hagas con la seguridad de que tu esencia, voz e identidad son inalámbricas, al igual que tu mamá, siempre estarán presentes y con la mejor señal. Si algún día te exigen que te abandones, aléjate por favor, te prometo que ahí no es el lugar. Todo vendrá, pero no acosta de tu bienestar. El éxito empresarial, la maternidad o cualquier tipo de relación nunca debe arrancarte lo que eres en verdad. Y si algún día, sucede, busca tu propia señal, tu centro, y comienza a trabajar.
Conforme el tiempo avanza estoy segura que la maternidad irá recibiendo, cumpliendo y despidiendo etapas. Lo única realidad permanente es que todo aquello que hoy defino para mí enfrente de ti, en algún futuro y de formas similares, también lo harás o quizá pensaras así. Te prometo seguir sanando y creciendo para seguir explicando la vida con coherencia y esmero.