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Ojosnegros

Yo lo conocí. Era un hombre delgado. Tez morena, tostada por el sol de las mañanas busgalesas. Esas en el que el sol aprieta en la piel de quién se opone a su paso hasta el suelo. Nacido a la sombra de un castillo con forma de barco. No muy alto. tampoco bajo. El pelo blanco. Blanquísimo. Las canas llenaban su cabeza y dejaban entrever que los años habían pasado y habían sido vividos. Una sonrisa, que aunque no se prodigaba con facilidad, cuando aparecía, era franca, agradable y sincera y achinaba sus ojos marrones y vivarachos. En un rostro anguloso destacaba una nariz aguileña que con la edad se había vuelto más prominente. De alma sencilla, no se complicaba al vestir. Siempre camisa blanca y pantalones grises de raya diplomática. La manga doblada hasta medio brazo, sin reloj, nada más que una alianza adornaba sus manos delgadas de dedos largos. Manos acostumbradas a servir, a soportar el peso de un negocio que llevaba con decisión y algo de cansancio. Un hotel. Un edificio cuidado por él como si de un hijo más se tratara. Cerca, caminando a su lado durante una vida, una mujer le observaba. Admirada y amada. Él no decía nada pero sus ojos oscuros lo estaban un poco más cada día. La enfermedad. Esa lacra que nos ha caído encima, se desarrolló en él. Un día ocurrió. El cáncer se asentó en sus pulmones y poco a poco otras zonas de su cuerpo se unieron a ellos. Danzando un baile cuyo compás seguía su mente, deseando que la música no acabara nunca. La causa de este baile improvisado poco importa. La realidad era que estaba ahí. Inevitablemente fue así.  A tres hermanos y una mujer que le querían con locura se les paró el tiempo para empezar a correr a una velocidad distinta a cómo lo hacía. Viajes a Madrid para el tratamiento, y una capacidad de sufrimiento digna de un titan. Ni una sola queja salió de sus labios. Nunca una mala palabra. Nunca la sensación de desfallecimiento que tan normal hubiera sido. Derrumbarse no es de débiles, sino de humanos. Él no fue humano. Cerca, el sufrimiento de alguien especial que hubiera dado lo que fuera por alargar un tiempo que cada vez era más corto. Su hijo pequeño. Mi pareja, sufriendo. El baile llegaba a su fin, la música iba bajando el ritmo, cada vez más lenta. Los órganos estaban cansados y un último suspiro dio por finalizada la danza. Este 6 de Agosto es el aniversario de una pérdida. Una pérdida física.

Sé que cada día le echas de menos y comprendo tu dolor. Nada puede reemplazar esta ausencia, sólo aprendemos a vivir con ello. Seguiremos mirando cada noche hacia arriba para ver la estrella fugaz que cruza el cielo y que estoy segura que mueve su alma.  

 

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