‘La niña que hay en mí es la que me da la magia para la vida’.
Carmen Conesa saltó a la fama con la serie de TVE Las chicas de hoy en día en los noventa. Desde entonces ha tenido una larga carrera actoral, fundamentalmente en el teatro. Hoy es noticia por estrenar, en las Naves que el teatro Español tiene en el Matadero de Madrid, la muy divertida “Sueño de una noche de verano” de Shakespeare dirigida por Darío Facal.
Antonio Hernández (AH) – Usted hace de la reina Hipólita y de la diosa Titania en Sueño de una noche de verano ¿Carmen Conesa es más reina o más diosa?
Carmen Conesa (CC) – Uy, ¡qué pregunta! [responde riendo y mostrando mucho sentido del humor] Yo creo que soy más reina. Reina por un día [vuelve a reír]. Más reina de mi casa. En casa si mando bastante. Diosa es una gran palabra. Tan onírica como inalcanzable y utópica por eso no creo que sea una diosa para nada. Creo que soy más reina, sí.
AH – Pero en la obra se la ve muy cómoda en el papel de diosa ¿se lo pasa bien?
CC – Sí. Porque como es un poquito de mentira todo lo que es interpretar una diosa en el escenario es maravilloso. En la vida, interpretar a una diosa es más complicado.
AH – ¿Qué queda de “la chica de hoy en día”?
CC – Yo diría que queda todo. En ese personaje me retraté como yo era en ese momento, de hecho contaban un poco mi vida. Los guiones estaban inspirados en nosotras [se refiere a ella y a Diana Peñalver con la que coprotagonizaba la serie]. Para mí hubo un antes y un después. Como serie y como trabajo. Como premios y como experiencia.
Queda todo. Porque yo intento cultivar la niña que hay en mí, la que hay en todas las mujeres, porque creo que es la que te da la magia para la vida.
AH – La fama le llegó a través de la televisión pero mirando su currículo usted ha trabajado mucho más en teatro que en cine o en televisión ¿para ser una actriz de hoy en día, hay que ser una actriz de teatro?
CC – Soy de esa teoría. Creo que el teatro te da la licenciatura. El título de actor con mayúsculas te lo da el teatro. En la televisión y en el cine es importante retratar bien, ser muy natural, ser muy tú, muy sincero. Pero el teatro, el teatro, te pide otras cualidades, como que se te oiga hasta la última fila. Te permite hacer personajes más alejados de ti. La televisión y el cine casi siempre buscan personajes muy parecidos a ti.
AH- Ha trabajado con muchos de los mejores directores de teatro españoles como Darío Facal, Miguel del Arco, Juan Carlos Rubio, Gerardo Vera, Mario Gas, Flotats ¿qué ha aprendido de todos ellos?
CC – Soy lo que soy gracias a todas estas personas y estos artistas de talento. Lo que yo he aprendido de ellos creo que se ve en mi trabajo. Si es un trabajo serio y bien estructurado es porque he tenido grandes maestros. Todos son mis maestros. Doña Amparo Rivelles, Juan Luis Galiardo, Flotats, Núria Espert y, por supuesto, todos los directores con los que he trabajado.
AH – ¿Alguna enseñanza concreta?
CC- Me han enseñado a tomarme mi trabajo muy en serio. Que el acto de interpretar en un escenario es algo casi sagrado y que hay que tenerle mucho respeto.
También me han enseñado a saber levantarme después de caer. Todos tenemos subidas y bajadas pero lo más importante es levantarse. Me han enseñado que se hace luchando.
Y Amparo Rivelles me enseñó a ser una persona curiosa. Ser curioso es algo que te hace aprender mucho.
AH – ¿Le falta algún director con los que trabajar?
CC – Sí, claro. Me gustaría mucho trabajar con Sanzol, con Lima, con Miguel del Arco, aunque es verdad que con él ya he trabajado, es que Miguel me gusta mucho. Spregelburd [que acaba de triunfar en Madrid con La estupidez], Pablo Messiez, Lluís Pasqual, Woody Allen, Peter Brook. Todavía me quedan muchos.
AH – Muchos directores hombres ¿alguna directora?
CC – Con Carme Portacelli, con la que acabo de trabajar [en el Teatro de la Abadía en Solo son mujeres], con Natalia Menéndez, con Helena Pimenta, con Núria Espert, con la que sí he trabajado como actriz pero no como directora. Por desgracia hay menos directoras
AH – ¿Por qué cree que hay menos directoras?
CC – Porque este es todavía un momento sociopolítico muy machista de alguna manera. De dar mucho valor al hombre. Hay poca costumbre de dar la programación de los teatros a mujeres. Hay poca confianza en nosotras. No es que seamos menos, es que estamos en la invisibilidad.
AH – No nos damos cuenta de lo importante que ha sido que a Helena Pimenta la hayan nombrado directora artística de la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
CC – Exacto. Pero cada vez es más habitual que haya mujeres en lugares de poder. Poquito a poco. Creo que dentro de diez o veinte años esto habrá cambiado bastante.
AH – ¿Es difícil ser mujer en el mundo del teatro?
CC – [Se queda pensando antes de responder rotundamente] El teatro es difícil en general. Hacerlo bien es muy difícil. Luego está la idea de que hay menos personajes de mujer buenos, grandes, grandísimos que de hombres.
La literatura teatral siempre ha tirado más a grandes personajes masculinos. Los héroes casi siempre son hombres. Por eso hay ahora muchas actrices que hacen personajes de hombres. En el Rey Lear Nuria Espert, en Hamlet Blanca Portillo. Hay una intención de mostrar que una mujer puede interpretar esos grandes personajes escritos para hombres.
AH – ¿No ocurre lo contrario? Por ejemplo, José Luis Gómez está interpretando La Celestina en la actualidad.
CC – Es poco habitual. Esto de José Luis Gómez ha sido una cosa muy bonita que complementa esta tendencia de mujeres haciendo grandes papeles de hombres.
AH – También se dedica a la pintura ¿no es suficiente con el teatro?
CC – Yo empecé pintando porque estudié Bellas Artes [algo que se nota viendo su trabajo]. Yo me pensaba dedicar a la pintura y bailar y cantar. Me empezaron a llamar para musicales pero seguía pintando en la universidad hasta que me surgieron más papeles de actriz de texto.
La pintura me ha acompañado en mis momentos de soledad siempre. Es mi diario íntimo. Me ayuda a meditar, a desintoxicarme del mundo de las ansiedades y de las vanidades del teatro. Hago un trabajo de introspección con la pintura.
AH – ¿Nunca ha pensado en hacer escenografías?
CC – Sí, hice un par o tres de escenografías en Cataluña cuando empezaba y estaba estudiando Bellas Artes. Trabajé con Ricard Reguant y con Avelina Argüelles, una bailarina y coreógrafa. Conservo todavía los dibujos.
AH – Además canta y toca instrumentos algo no muy frecuente entre los actores y actrices ¿de dónde le viene ese interés?
CC – He sido siempre muy curiosa. Desde muy pequeña me gustaba cantar y bailar. Era admiradora de Marisol. Ella me inspiró y me hizo que soñara con bailar y cantar. Y yo probaba.
Nunca he tenido vergüenza. Siempre he tenido la autoestima muy alta. Mis padres siempre me apoyaban. Me hacían creer en mí. Yo hacía cualquier chorrada y se reían y aplaudían. He tenido mucha suerte en eso.
AH – ¿Su familia ha sido su principal fan?
CC – Sí. Mi padre y mi madre. Los dos. Cuando la nena quería a clases de baile las pagaban. Tener una posición económica para poder hacer todo esto es importante. Todo esto es caro ¿eh?
Tuve la suerte de que mis papás, que en el momento que yo nací ellos eran muy mayores, me pudieron ayudar a estudiar todo lo que yo quise. Y me he preparado lo mejor que he podido.
Cuanto mejor preparado esté un actor más posibilidades tiene de tener alternativas. Por eso hablo mucho del actor poliédrico o del artista poliédrico o polifacético o multimedia, ahora uso mucho este nombre, el actor multimedia.
AH – ¿Ha sido esta tendencia a seguir aprendiendo y estudiando lo que le ha permitido conocer a Darío Facal?
CC – No. Darío es amigo personal del padre de mi hija. Yo le conozco desde hace más de quince años. Cuando él empezaba a estudiar dirección de escena. Yo iba a sus cumpleaños. Nos queríamos mucho. Cuando él empezó a dirigir nos ofreció a Cristóbal Suárez [el padre de su hija] y a mí Las amistades peligrosas. Un proyecto en el que fui muy feliz. Descubrí que me gusta mucho trabajar con Darío. Desde entonces, todo lo que haga él, si quiere que esté yo, estaré siempre que pueda porque me gusta acompañarle en sus sueños.
AH – Seguro que le han hecho muchas entrevistas pero ¿qué pregunta no le han hecho nunca y le hubiera gustado que le hiciesen?
CC – Es difícil de responder. Preguntas me han hecho muchas pero podría ser ¿eres feliz en el fondo con todo esto? Parece que la vida de un artista es muy utópica y muy ideal. Que siempre estamos felices, ganando mucho dinero. Pero somos igual de infelices que cualquier persona. Somos exactamente iguales. No hay ninguna diferencia.
La pregunta podría ser ¿crees que es diferente tu vida y la mía? Y te diría no. Es exactamente igual. Yo tengo los mismos miedos, las mismas inseguridades, la mismas “mierdas” que tú. Iguales. Absolutamente iguales.
AH – ¿Por qué cree que se les ve distintos?
CC – Por nuestra visibilidad. Porque vivimos para hacer disfrutar al público. Un público que nos aplaude cada noche. Una persona a la que se la aplaude cada noche puede provocar ganas de ser ellos pero nadie sabe la angustia, la ansiedad y la infelicidad que tiene esa persona que está encima del escenario.
En nuestro momento de soledad todos tenemos el mismo miedo a la muerte. Y la misma infelicidad que cualquiera.
AH – Los actores y las actrices sois personas.
CC – Totalmente. Somos personas miedosas como casi todas las personas.
AH – Sin embargo, ¿salís al escenario?
CC – Sí. Porque luchamos contra el miedo cada noche.
AH – ¿Puede ser que se os envidié por esa capacidad de anteponeros al miedo?
CC – Puede ser. Superamos ese miedo y salimos al escenario a hacer felices al público. Y el público lo agradece aplaudiendo. Pero es una lucha diaria con el miedo. Es como el torero que sale al ruedo. Nosotros salimos al escenario. El mismo terror que tiene un torero. “¡Dios mío a lo mejor hoy es el último día!” Esto es igual. “Díos mío. Socorro. Salimos.”
AH – El otro día estuve viendo a Concha Velasco en Reina Juana. Tuvo que salir varias veces a saludar. En una de ellas mando callar al público y dijo: “A pesar de todo, cada noche me sigo poniendo nerviosa” ¿Comparte esta frase?
CC – Nerviosa es la forma amable de decir aterrada. En el fondo es miedo. Miedo a lo que pueda pasar. A equivocarte de texto. A quedarte en blanco. A hacer el ridículo.
AH – ¿Cómo se combate ese miedo?
CC – Por la costumbre. Decirte que ya has salido muchas veces y no me ha pasado por lo cuál no me va a pasar. Pero también un piloto ha despegado muchos días y uno puede ser su último despegue. Puede haber un accidente. Es la vida y es el miedo a la muerte. Lo que nos aterra es fracasar. Miedo al fracaso. Lo tenemos todos.
AH – ¿Hay que ser como Titania [la diosa que interpreta en Sueño de una noche de verano]?
CC – [Se ríe] Hasta Titania se puede caer de esos tacones que lleva tan altos [se refiere a los tacones que le han puesto a su personaje en la obra] y romperse una pierna. Hasta Titania se puede caer.
AH – ¿Quieres añadir algo más?
CC – Sí. Una frase que no recuerdo donde he leído. “Si todos los seres humanos lleváramos escritas en la frente todas las batallas que libramos diariamente en nuestro interior, habría menos envidia y más empatía”. Lo que ocurre es que pensamos que el otro no tiene problemas, que soy solo yo.