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¿Qué me pasa doctor?

Es una película de 1972, comedia de situaciones inverosímiles. Con Barbra Streisand, para mí una de las míticas, míticas.

Hace días que me pregunto eso. Se mezclan mis emociones con mis pasiones (soy una cinéfila profunda).

Le doy vueltas… qué me pasa. La energía debe de estar muy revuelta por ahí, por el mundo. Lo percibo de una forma alucinante. Que esa es otra, vete a saber porque lo percibo de esta forma. Será por algo, me repito.

Eso me hace en ocasiones estar incómoda. Rara. No me encuentro dentro de mi “vestido”, llámalo piel, cuerpo, corazón. Se mezcla la inseguridad con la ilusión, la confianza con la desazón. En fin, igual piensas, ¡qué me vas a contar! Pues eso, toda la razón.

Lejos de inquietarme, de “ansiarme”, ejercito la confianza. No, no es nada místico. Es necesario, que no es lo mismo.

Mantengo la sensación de control, esa que a todas nos gusta tanto, justamente cuando entreno el “descontrol”. No es nada contradictorio. Es más fácil de lo que parece si elimino todas mis reglas y las de los demás.

A la vez enfoco en lo que YO, con mayúsculas, elijo, prefiero, me gusta hacer, eso que no puedo esperar que caiga hecho del cielo. De ahí como mucho lo que cae es agua, granizo o nieve. Accionar está en mi mano. Lo que no está en mi mano es el resultado y es la búsqueda de este lo que he de limitar.

Cuando busco algo que no está en mi mano aparece de todo en mi vida, desde la inquietud a los nervios, pasando por la desconfianza y la ansiedad. Y la pregunta para mí, la que me hago es sencilla, que no fácil, ¿para qué quiero eso? La respuesta es, para nada.

¿Qué me pasa doctor? Ni idea, pero sea lo que sea, no es nada malo.

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