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The End

Debo confesar que tengo un serio problema: siempre empiezo los libros por el final. Bueno, en realidad leo por encima los últimos párrafos y después cierro el libro de golpe, arrepentida. Sé que está mal. Es horrible. Estoy intentando rehabilitarme para erradicar ese mal hábito. Por alguna razón, necesito saber imperativamente cómo acabará la historia, la incertidumbre de no saber qué pasará me angustia sobremanera. De hecho, antes, cuando entraba en una librería en busca de mi próxima pesquisa literaria, en vez de revisar la sinopsis de la contraportada como una persona hecha y derecha, abría la última página del libro y echaba un vistazo a las últimas frases que había decidido plasmar el autor o la autora. Así era como decidía si la historia me interesaba lo suficiente como para comprar la obra. Afortunadamente, estoy quitándome de este maldito vicio. Ahora puedo aguantar esas ganas irrefrenables de ir directamente al final. Ahora comprendo que lo importante no es el final, sino todo lo que sucede durante el camino. He descubierto que lo interesante de la historia es el largo paseo hasta la meta, con todos sus altibajos, y que lo bonito es saber disfrutar del presente, del aquí y el ahora; el final ya llegará a su debido momento, y para cuando llegue yo habré gozado del tan necesario trayecto hasta allí. Porque los libros, al igual que todas las historias y tramas de nuestra vida, son un gran viaje que hay que aprender a disfrutar en todas y cada una de sus fases. ¡Buen viaje!

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