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Una ventana abierta

Ella siente que la frío de la noche desde la ventana abierta. La luna se oculta tras un mar de nubes en la oscuridad de un cielo que aún reposa , calmado mientras surgen las primeras luces de la mañana. Busca unas horas más de un pasado que ya se hace presente.

El aire traspasa la tela abierta enfriando la piel de pecho que yace dentro, provocando un escalofrío mientras observa la inmensidad de la bóveda cubierta de estrellas. Y un suspiro escapa entre sus labios: una petición no hecha al silencio que solo ella escucha en su interior.

Trata de absorber las primeras horas previas al día, ese momento de sueño en el despertar antes de la vorágine. Tiempo para encontrarse dentro.

Cierra entonces la ventana, dejando el paisaje fuera, las dudas. Friccionar los brazos entumecidos de la humedad que ya no parecen pertenecerle por completo. Quedan sus reflexiones entre los papeles y las palabras a medias escritas en silencio.

Retira la manta y se acuesta entonces al lado de otra piel, esta caliente, que respira profundamente unida al cuerpo abandonado a Morfeo. Le rodea, enroscándose, para sentirse parte de un todo momentáneo. Un abrazo, protegiéndose y protegiéndolo del mundo. Fuego para el hielo del que parece estar construida.

Tras unos minutos nos duermen, dentro uno del otro como matrioskas perfectamente talladas. Fuera la luna observa iluminando sus rostros.

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