fbpx

La audacia del liderazgo femenino


La cultura ha querido mantenernos a las mujeres en el rol de madres y presentarnos vestidas de rosado, recibiendo flores y comiendo chocolates.

Pero nosotras, una y otra vez hemos excedido ese rol, motivadas por nuestros valores e intereses.

 

Estamos viviendo una crisis sanitaria mundial. La vulnerabilidad y la incerteza que veníamos anunciando se instaló de manera repentina en nuestras vidas. Los líderes se han visto desafiados a tomar decisiones en un escenario radicalmente nuevo y son pocos los que se dieron cuenta de que la manera tradicional de hacer las cosas ya no es suficiente y que se requiere mirar la situación con ojos nuevos y tomar medidas audaces.

En un mundo dominado tradicionalmente por hombres, y un modelo de desarrollo basado en la competencia, nuevos caminos empiezan a emerger de la mano de mujeres que están proponiendo nuevos estilos de conducción desde sus cargos de poder. Un ejemplo de ello son las buenas medidas adoptadas por las primeras ministras o presidentas en el contexto de pandemia, las que han sido alabadas ampliamente por su gestión.

Jacinda Ardern, en Nueva Zelanda, o Tsai Ing-wen, en Taiwán, por ejemplo, decidieron cerrar sus fronteras cuando aún no tenían fallecidos en sus países. Mientras que Ángela Merkel tempranamente, solo una semana después de que la OMS declarara  pandemia, anunciaba que esta era la crisis más grave desde la segunda guerra mundial y que debía enfrentarse con seriedad por todos los países y a partir de una “solidaridad colectiva”.

Estas tres líderes, junto a Sanna Marin en Finlandia, Katrin Jakobsdóttir en Islandia,  Mette Frederiksen en Dinamarca y Erna Solberg en Noruega gobiernan los países con menor tasa de mortalidad y todas ellas coincidieron en una estrategia comunicacional transparente,  tomando decisiones tempranas orientadas a eliminar el contagio y basadas en información científica, además de apelar a la conciencia  colectiva para el logro de buenos resultados.

 

 

El estilo de liderazgo audaz y solidario de las mujeres no se ha visto solo en las altas esferas durante la pandemia. En respuesta a la situación de hambre que sufren cientos de familias en Chile se reactivaron las ollas comunes que se han visto en distintos momentos críticos de la historia del país y que tuvieron una especial relevancia durante la dictadura militar. Se trata de una iniciativa espontánea, auto-organizada donde se cocina masivamente para la comunidad y que en un 80% de los casos han sido gestionadas por mujeres, que no tienen preparación en liderazgo, pero sí las mueve la solidaridad y el sentido de comunidad.

Naciones Unidas ha reconocido el rol fundamental que cumplen las mujeres en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En el informe “Hacer las promesas realidad: la igualdad de género en la agenda 2030”, dicen: “El desarrollo solo será sostenible si sus beneficios favorecen por igual a mujeres y hombres; y los derechos de las mujeres solo se harán realidad si forman parte de esfuerzos más amplios para proteger el planeta y garantizar que todas las personas puedan vivir con respeto y dignidad”.

Es decir, a tres años de implementados los ODS, ONU Mujeres ha llegado a la conclusión de que la única manera de poder lograrlos es involucrando a las mujeres, tanto como beneficiarias de las políticas que se implementen (las mujeres y las niñas son las que están en peores condiciones en los 17 ODS), como por la necesidad de involucrar líderes femeninas en la toma de decisiones que las afectan a ellas mismas.

 

 

El ejemplo de Jacinda Arden, Ángela Merkel y las cientos de mujeres pobladoras que han trabajado generosamente durante la pandemia son solo una pequeña muestra del valor que representa contar con liderazgos femeninos que aporten nuevos estilos de conducción al mundo. Su capacidad para tomar medidas drásticas tempranamente, poner a las personas en el centro de sus estrategias y basar sus estrategias en información y recomendaciones científicas demuestran la audacia que representa el liderazgo femenino. Todos estos son atributos que resultan más cruciales que nunca para enfrentar los retos de nuestro siglo: la capacidad de escuchar, de llegar a acuerdos, de comunicar oportunamente e inspirar.

La cultura ha querido mantener a las mujeres en su rol de madres y presentarnos vestidas de rosado, recibiendo flores y comiendo chocolates. Pero nosotras, una y otra vez hemos excedido ese rol, motivadas por nuestros valores e intereses.

BUSCAR