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Di adiós al estrés

¿Te levantas cansada? ¿Saltas a la mínima? ¿Te da la impresión de que no paras pero siempre tienes mil cosas pendientes por hacer? Probablemente, el estrés te está pasando factura. Descúbrelo y ponle freno.

¿Te está pasando a tí?

–No descansas. Insomnio y estrés forman un círculo vicioso. La tensión vivida durante el día te impide conciliar el sueño y, como no duermes, todavía te estresas más.

–¿Cómo evitarlo? Baja el ritmo a última hora de la tarde, por ejemplo, tomando un baño caliente o dedicando unos minutos a practicar una respiración profunda o a leer un libro, etc.

–Engordas. Picoteas, comes deprisa y te pierdes por los dulces porque la ansiedad prolongada hace que bajen tus niveles de serotonina, y eso te lleva a compensarlo con alimentos ricos en azúcares.

–¿Qué deberías comer? Toma un par de cucharadas de germen de trigo cada día porque su riqueza en vitaminas del grupo B equilibra el sistema nervioso.

–Se te cae el pelo. El estrés es una de las principales causas de la caída del cabello, porque la raíz se debilita al empeorar la circulación y la absorción de nutrientes. ¿Cómo frenar la caída? Masajeando el cuero cabelludo, porque aparte de relajar, estimula el crecimiento de pelo nuevo.

–Estás contracturada o te duele la cabeza. Ambas cosas son consecuencia del bombardeo de adrenalina que sufre tu cuerpo debido al estrés sostenido, que genera tensión muscular en distintas zonas (cervicales, mandíbula…). ¿Cómo prevenirlo? Haz estiramientos para combatir las pequeñas contracturas que se acumulan a lo largo de la jornada y mejorar tu higiene postural.

–Te resfrías a menudo. El sistema inmune se debilita a causa del nerviosismo y es más fácil encadenar catarros. ¿Cómo evitarlo? Toma un yogur al día, sus probióticos mantienen la flora intestinal sana, lo que ayuda al sistema inmune y reduce en un 25% el riesgo de resfriarte.

Cómo afecta a tu salud

1. Problemas cardiovasculares. Según un estudio presentado en el último Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología, las mujeres que sufren estrés familiar presentan un riesgo 1,39 veces superior de hipertensión, 5,59 veces más probabilidades de infarto y 3,53 veces más riesgo de padecer un accidente cerebrovascular.

2. Cáncer. Un estudio publicado en la revista Nature desveló que las células de las personas sometidas a estrés pueden emitir señales que inducen a la generación de tumores. Es más, el exceso de nerviosismo puede dificultar, incluso, la eficacia de la quimioterapia.

3. Problemas cerebrales. Científicos de la Universidad de Yale (EE. UU.) han demostrado que en situaciones de estrés extremo el cerebro encoge y esto puede conducir a un deterioro de las funciones cognitivas y repercutir en la capacidad de concentración.

4. Trastornos digestivos. Aparte de las molestias causadas porque comes rápido y mal, el estrés ralentiza el movimiento natural de los músculos del intestino, lo que puede ocasionar dolor, estreñimiento, gastritis, colon irritable…

 

La apuesta más natural

La naturaleza nos ofrece aliados contra el estrés. Rosa Guerrero, naturópata y autora de Remedios naturales para el estrés y la fatiga, recomienda “plantas medicinales, que inducen un sueño natural y reparador, sin somnolencia residual por la mañana y sin riesgo de adicción”. Entre ellas destacan la valeriana, la pasiflora, el lúpulo, el naranjo, la flor de azahar y la amapola de California, que mitigan la ansiedad y la dificultad para conciliar o mantener el sueño. “Si tomas una infusión de semillas de amapola y aplicas 3 gotas de aceite esencial de lavanda sobre la almohada, el descanso está asegurado”, revela.

Practica la risoterapia

La risa tiene efectos terapéuticos. “Al reír producimos endorfinas, que mejoran el funcionamiento del sistema inmunológico, nos protegen de virus e infecciones y mejoran la vivencia de cualquier dolencia o enfermedad”, explica Mariló Franco, psicóloga y directora de los talleres de risoterapia del centro Ara Psicólogos de Valencia. Además, la risa facilita la respiración y la digestión, alivia los síntomas de la menopausia, previene el infarto, potencia la pérdida de peso y nos ayuda a dormir mejor. ¿Te animas a probar? También puedes ponerte series o películas de humor o leer tiras cómicas.

 

Muévete, te sentirás mejor

–100% garantizado. El ejercicio es un gran aliado contra el estrés. Según un estudio del Instituto Karolinska, de Suecia, al entrenar los músculos se activa una enzima que depura el organismo de sustancias perjudiciales relacionadas con la depresión producida por estrés. Escoge la actividad que más te motive y ¡ponte en marcha!

–Baila. También es hacer ejercicio, y tiene un sinfín de ventajas: tonifica tus músculos, alivia tensiones, elimina toxinas, libera tu mente… Y lo mejor es que para hacerlo no tienes ni que salir de casa. Ponte ropa cómoda y baila un rato al son de tu música favorita, dejándote llevar…

–Artes marciales. Concentración, fuerza, flexibilidad, tono muscular… Con las artes marciales, aparte de ponerte en forma, descargas adrenalina y liberas estrés. Si las disciplinas tradicionales no te convencen, anímate a probar el bodycombat en tu gimnasio, una técnica que mezcla movimientos de varias modalidades (kárate, judo, taichi…) y los enlaza al ritmo de la música. El resultado es una especie de combate imaginario, ideal para desfogarte.

Haz respiraciones con el vientre

En momentos de estrés agudo, funciona muy bien la respiración profunda. Coloca una mano sobre el estómago y la otra sobre el pecho. Inspira lentamente, de modo que el aire llene primero el estómago y, después, vaya subiendo. Haz una pausa. A continuación, libera el aire poco a poco, vaciando primero el pecho y acabando por el estómago. Practica esta respiración varias veces al día y terminarás la jornada mucho menos cansada.

Desconecta el móvil

Si notas que sufres dependencia de las redes sociales como WhatsApp, Twitter o Facebook, plantéate consultarlas solo un par de veces al día o dejar de hacerlo a partir de cierta hora, sobre todo por la tardenoche. Estudios como el de la Universidad de Harrisburg (EE. UU.) han comprobado que el mal uso de estas redes genera ansiedad, trastornos del sueño e interfiere en las relaciones personales.

Lleva un diario personal

Antes de acostarte, dedica unos minutos a anotar pensamientos, sensaciones o cosas que te hayan sucedido a lo largo del día. Al ponerlo por escrito, verás las cosas en perspectiva. Entonces podrás reflexionar tranquilamente sobre ello y hallar soluciones para mejorar aspectos de tu vida que no te convencen.

Grita

Si puedes aislarte un rato, grita a pleno pulmón. Puede que al principio te salga un grito débil, pero después irá ganando fuerza y al hacerlo conseguirás liberar la tensión acumulada por algún enfado o algo que te ha provocado mucha rabia interior. Si te da vergüenza, cantar a voz en grito puede ser una alternativa que también consiga relajarte.

Pon orden

El orden relaja. Tener un sitio para colgar las llaves al lado de la puerta te ahorra los nervios de no encontrarlas al salir de casa, por ejemplo. Por ello, mantener las cosas en su sitio y tener un lugar para cada cosa te proporcionará paz mental. Procura mantenerlo en tu casa, tu armario, tu bolso… E intenta transmitir su importancia a los que conviven contigo.

Pásate a las manualidades

Favorecen la concentración y alivian la ansiedad. Tienes mil y una posibilidades a tu alcance, desde tejer punto de cruz hasta pintar mandalas o hacer scrapbooking. También puedes animarte a practicarlas en grupo, con lo que además enriqueces tu vida social. Y a mejores relaciones personales, menos estrés.

Automasaje: dedícate unos minutos

– Primero, las manos. Masajea con movimientos circulares el hueco que se forma entre el hueso del pulgar y el índice. Este masaje ayuda a aliviar el dolor de cabeza y las contracturas en hombros y brazos. Primero una mano y luego la otra.

– Cuello y hombros. Con la mano izquierda, dibuja círculos con los dedos, comenzando en la base del cráneo y bajando hacia la punta del hombro derecho. Haz lo mismo con el otro brazo. Acaba dándote un abrazo para estirar la zona.

– Masajea la espalda. Toma una pelota, de cualquier tamaño, y colócala entre tu espalda y la pared. Mueve el cuerpo de manera que la pelota vaya recorriendo toda la espalda, insistiendo en las zonas que notes contracturadas.

– Acaba por los pies. Empieza presionando un poco los espacios entre dedos y tirando suavemente de ellos. Luego, recorre la planta del pie dibujando con el índice o el pulgar pequeños círculos en el sentido contrario a las agujas del reloj.

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