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Eva Varela Lasheras, creadora teatral de espacios de libertad

Soy feminista para dotarme de una libertad a la que tengo derecho

Eva Varela Lasheras es la directora artística del Teatro La Puerta Estrecha. Una pequeña sala del barrio madrileño de Lavapiés que lleva varios años dando de qué hablar por los montajes que programa en sus dos salas. Algunos de los cuáles también los ha protagonizado. Como el último, Diotima, que produce y a ha co-creado con Raúl Iaiza para poner en escena un poético texto de María Zambrano sobre Diotima de Mantinea, la mujer que según El banquete de Platón, enseñó a Sócrates, un hombre sabio, lo que era la vida y, sobre todo, lo qué era el amor.

Antonio Hernández (AH) – ¿Quién es Eva Varela Lasheras como mujer de teatro que hace una obra como Diotima?

Eva Varela Lasheras (EVL) – Una pregunta difícil. Soy una mujer que lleva muchos años en la escena. En el circuito independiente siempre, en espacios alternativos. Y con la madurez suficiente para encontrar un umbral en el que la filosofía poética de María Zambrano se encontrara con la poesía escénica.

Para esto hace falta una madurez como creadora escénica y como mujer. Una cosa va con la otra. Porque en un texto tan complejo, que no es teatral. En el que no puedes encontrar todos los cimientos teatrales que puedes encontrar en un texto como por ejemplo “La tempestad” que “va solo”.

Shakespeare era un gran maestro de la dramaturgia. Solo tienes que ponerte a su disposición porque está escrito con tal maestría que si te acercas desde la honestidad, desde la falta de ego total y de la entrega, el texto va solo. Eso lo aprendí interpretando a Próspero en “La Tempestad” [montaje que ganó el premio de la revista Godot 2016.]

Sin embargo, cuando se habla de un texto de María Zambrano estamos hablando de un texto metafísico. Un texto con una razón poética, porque ella usaba la poesía como un medio de pensar. Te enfrentas a otra cosa.

La primera pregunta fue “¿Para qué voy a montar yo esto?” si el texto se basta por sí mismo. Este texto no necesita el teatro para estar vivo.

AH – Entonces ¿para qué lo monta?

EVL – Primero, lo monté por una cuestión personal. De necesidad como creadora. También es un tipo de texto que te enfrentan a un hacer estético desde la interpretación.

Vengo indagando en esto de una forma muy intuitiva. Sin ninguna teorización previa. Y, como en la vida, te vas encontrando con cosas. Cosas que vas descubriendo caminando.

En esa indagación descubro que el actor o la actriz, además de ser un sujeto de creación en el teatro en colaboración con la dirección y con el resto del equipo, va más allá.

La única referencia que tengo gracias a “Diotima” y al trabajo de dirección con Raúl Iaiza son los ancestros y ancestras de los inicio del teatro griego. Y de otras culturas también. Por ejemplo, en el arte hindú. En ambos el teatro era un arte sagrado con unas pautas muy claras y una funcionalidad de transcendencia.

Aquí se ha perdido todo eso. Se ha perdido la conexión con algo que era muy tierra. Como los cómicos de la legua que recorrían los caminos y hacían su labor de distender el tiempo, de facilitar la vida. No solo era una cuestión poética. Eran una cuestión cotidiana. De distender. De sacar la risa cuando la gente trabajaba catorce diarias en el campo o en la fábrica.

Creo que los actores y las actrices hemos perdido esa capacidad de aportar algo al construir común.

AH – ¿Pensaba así cuando comenzó a hacer teatro o era una mujer de teatro distinta?

EVL – Creo que no. Empecé hace muchos año, hace 27 años para ser exactos. Escuela en sí no tengo. He aprendido haciendo tablas. Bueno, sí fui a una escuela que dirigía Félix Belencoso que se formó con William Layton.

AH – ¿Qué escuela era?

EVL – Veníamos de un proyecto universitario. Cuando empecé a estudiar filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y nació un proyecto que trataba de renacer el Teatro Español Universitario. Fue un proyecto teatral con clases en el que me metí porque en la Real Escuela Superior de Arte Dramático no me cogieron.

El proyecto no resultó y el profesorado montó una escuela. Allí nos metimos la mitad del alumnado. No era importante tanto a nivel formativo, sino fuera porque hacíamos muchas funciones. Todos los años se montaban entre uno y tres espectáculos que movíamos por los centros culturales. Era una práctica fundamental para el aprendizaje del oficio.

AH- ¿Es en esta escuela donde surge la compañía La Pajarita de Papel?

EVL – No. Llega mucho después. Ya estaba fuera de la escuela cuando conozco a Rodolfo Cortizo, director y actor argentino que llega a España en los años ochenta y que forma esta compañía.

Él venía de una de las mejores escuelas teatrales del mundo, la de Buenos Aires, de los años 50, 60, 70 y 80 de la que algo llegó a España en los 80 y 90. En Buenos Aires lo que había a nivel teatral es brutal.

Lo hablaba mucho con él y lo interpretábamos de la siguiente manera. Todo el exilio español, de la Segunda Guerra Mundial y de los tiempos más duros de la Unión Soviética se fue, en gran parte, a América Latina. La escuela que se formó fue impresionante.

Ellos tienen una raíz, que en España se perdió por la dictadura de los 40 años, y que también se ha perdido en gran parte a nivel europeo. Se ha perdido la esencia. Lo que buscaban los maestros: Stanislavski, Meyerhold , Mayakovski, Barrault, Craig, La Duce, etc.

Rodolfo me enseñó ese saber teatral. Esa artesanía del oficio que es tan importante y que no se enseña en ninguna escuela.

AH – Ha representado muchas obras escritas por dramaturgos. Sin embargo, no ha interpretado obras de teatro escritas por mujeres. En estos casos siempre ha recurrido a poetas (como Sylvia Plath o Alejandra Pizarnik), novelistas (cómo Marguerite Duras) y filósofas (como María Zambrano) para montar espectáculos ¿no hay autoras de teatro?

EVL – No es una cuestión de que no haya dramaturgas, es que no acabo de ver sus obras en escena. Algo que me pasa también con muchos dramaturgos. Es algo muy subjetivo.

Las mujeres hemos estado durante siglos expulsadas del arte. Expulsadas de la academia. Si hoy ya es complejo que una mujer escriba, imagínate hace 100 ó 200 años.

Si una mujer tenía el deseo y el impulso inapelable de escribir, tenía que romper tantas barreras para poder escribir… Sin raíces. Sin ancestras. Sin escuela. Los hombres si los tenéis. Tenéis un bagaje impresionante.

Es como si a un hombre y a una mujer se les dice que construyan una casa cada uno. Ambos tienen la misma capacidad. Pero el hombre tiene el cemento, los ladrillos, el diseño, sabe cómo hacerlo porque tiene unos ancestros, tiene una genealogía, tiene una historia propia que pertenece a lo masculino.

La mujer se encuentra con que no tiene ladrillos, ni cemento, ni genealogía. ¿Qué tiene que hacer? Observa al que tiene al lado y trata de coger lo que le permiten coger. No se puede robar. Lo coge prestado.

Ahora no podemos decir que haya una literatura humana. Hay una historia de la literatura que es fundamentalmente masculina. Mejor dicho, patriarcal, que viene desde el momento en que el hombre se coloca en el centro y se convierte en el eje de la vida.

La hipótesis podía formularse en formato de pregunta: ¿Cómo sería una literatura si ambos sexos, si ambos cuerpos, hubieran escrito desde el mismo plano y valor social y desde el mismo acceso? Estoy convencida que no sería igual.

Desde ese punto de vista no se puede decir que las mujeres no escriban buen teatro. Es que no han tenido las condiciones mínimas para poder escribirlo. En la literatura dramática escrita por mujeres me encuentro con falta de raíz. Al menos hasta el siglo XX. Es cierto que las contemporáneas no las tengo muy leídas y es una carencia que tengo.

También me lo encuentro en muchos hombres. Para mí, escribir literatura dramática es una de las cosas más difíciles que se pueden hacer. Incluso es más complejo que escribir poesía.

En la literatura narrativa y poética sí me encuentro con mujeres que han tenido el coraje y el valor para enfrentarse a todo eso y escribir desde sí, rompiendo las estructuras, cuestionándolas. Mujeres que como Pizarnik, Plath, Duras y Zambrano tuvieron el valor de abrirse a sí mismas y darse un espacio de libertad creativa al precio que tuvieron que pagar por ello.

Es en esto en lo que encuentro luz. Lo que de repente me ilumina.

AH – ¿Es esta la razón de que hayas creado el colectivo de Hacedoras de la puerta?

EVL – En parte sí. Yo soy feminista. No solo política, también tengo conciencia feminista y he leído mucho sobre feminismo. Tengo muy claro cuál es mi posición siendo mujer dentro del mundo y de la carencia que tenemos las mujeres en todos los ámbitos.

Hace tres años me junté con Mamen Agüera, de la compañía de danza The Little Queens, y tienen residencia aquí, en La Puerta Estrecha. Ella también es feminista, y coincidimos en muchas cosas.

Fue poco antes del 8 de marzo de 2015 [Día Internacional de la mujer] y se nos ocurrió hacer algo sentadas a la mesa de la cocina [que hay a la entrada del teatro la Puerta Estrecha, que Eva dirige]. Nos juntamos para hacer algo sin otro motivo que dar visibilidad a las mujeres creadoras. No teníamos dinero, ni producción. Nada de nada.

Pensamos que nos podríamos organizar con otras compañeras y hacer algo por el gusto de hacer algo. Abrimos una convocatoria que lanzamos a amigas y compañeras. De repente nos encontramos con una respuesta impresionante. Tanto que tuvimos que organizar una semana entera.

De ahí nació Hacedoras de la Puerta. Con una perspectiva muy colectiva y muy mujeril. De juntarnos aquí, en la mesa de la cocina. La que podía venir venía y a la que no podía se lo contábamos luego. Si tenía una criatura alguien se la cuidaba para que se viniera para acá.

Lo hicimos fuera de todos los códigos de producción. De forma muy asamblearia, muy autogestionada, muy abierta. Muy de mesa de cocina, no de mesa de despacho, no de mesa de reuniones. Nos sentábamos y cada una traía las cervecitas, el café, y venía la que es vegana, la que no bebe alcohol, la que se traía al bebé, la que era mayor, la que era más joven.

Así fue surgiendo. Fue tal el poderío que nos encontramos y tan hermoso que nos pasamos una semana con tropecientos eventos. Nos ayudábamos unas a otras.

También se tomaron decisiones políticas como el precio a cobrar por los espectáculos. Discutimos mucho cómo hacerlo y como llamarlo: el paga lo que puedas, el pasar la gorra, el donativo, el paga después. Era para el 8 de marzo y tenía que tener contenido político y vindicativo. No valía que por ser mujer ese día montaras un Shakespeare.

El colectivo sigue haciendo cosas desde entonces, todos los 8 de marzo y otros eventos.

AH – Se ha llamado feminista, un término que está muy denostado ¿no tiene miedo de definirse así?

EVL – En absoluto. Yo creo que funciona como un prejuicio. Existe un sistema capitalista y heteropatriarcal que ha generado una estrategia concreta.

Las mujeres y los hombres feministas somos muy peligrosos. El patriarcado y el capitalismo lo saben. Somos peligrosas, no solo porque los cuestionamos, sino porque no cogemos las armas para defender nuestros espacios de libertad. Abrimos espacios que son comunes a todos, a la sociedad entera, también a los hombres.

El feminismo es un movimiento no violento. Es una filosofía que implica una acción social y personal pero pacífica. Una feminista jamás coge un arma. Jamás ha hecho una guerra de guerrillas, ni ninguna otra guerra.

El capitalismo y el patriarcado han generado toda una imagen de las feministas como cortadoras de penes, como castradoras. Al contrario, el feminismo no es lo contrario del machismo. Sin embargo, se ha querido que se vea como si lo fuera. Como si las feministas quisiéramos quedarnos solas en la faz de la Tierra y tan contentas.

No es así. El feminismo es una ideología superdiversa. Transversal, porque lo atraviesa todo. El tema de la discriminación de las mujeres en la historia a través del patriarcado como sistema de poder, que crea una cultura y una sociedad, atraviesa todo.

Frente a todo movimiento revolucionario, pacífico o violento, el sistema tiene el mismo recurso de defensa. Consiste en conceptualizarlo a nivel público de una manera que de susto, que de miedo, que lo demonice.

El sistema enseguida demoniza a quien lo pone en riesgo. Ya sean mujeres, campesinos, sindicalistas, gays,… Demonizar para generar miedo e inseguridad que son los ejes de su sistema. Y que la sociedad reaccione con miedo, con violencia y con rechazo.

El movimiento feminista lo que está haciendo, y haciendo muy bien, es visibilizar. Yo soy feminista. Soy heterosexual. Amo a los hombres que tengo a mi alrededor. A mi padre completamente. No podría hacerle daño ninguno, ni a mi abuelo, ni a mi sobrino. No sería capaz de hacerles daño. Y por extensión a ningún hombre. El feminismo es un movimiento de liberación humana, y por mi ser mujer, se que la violencia, sea del tipo que sea, no es camino de libertad.

Soy feminista para dotarme de una libertad a la que tengo derecho. Y colaboro a abrir espacios de libertad tanto a los hombres que están en mi vida o no. Porque ellos también están tan alienados como nosotras. Muchísimo. De una manera terrible.

Los hombres que están analizando desde una perspectiva feminista como a ellos les está afectando el patriarcado, porque también les afecta, se quedan alucinados. Aunque no he leído mucho, porque esta forma de análisis es nuevo en España, lo que el patriarcado hace a los hombres con sus cuerpos y con la conexión con sus emociones, es brutal.

Si el patriarcado ha cortado a las mujeres de cintura para abajo, a los hombres los ha cortado de cuello para abajo. Conexiones que son fundamentales para conocer el mundo, para conocerse una misma ¡para vivir con equilibrio!

AH – ¿Qué tiene que ver el teatro con todo lo que estamos hablando?

EVL – Muchísimo. ¿Por qué surgió el teatro? ¿Y el arte? No tienen nada que ver con nuestra necesidad de supervivencia. ¿Cómo surgió esto que se llama arte? ¿Por qué el teatro y el arte siguen vivos? ¿Por qué hemos seguido teniendo ese deseo durante tantos miles de años? Tiene que tener un sentido. Creo que ese el problema, que tenía una respuesta que se ha perdido y que tenemos que recuperar.

Lo del teatro griego debía ser alucinante. Se hacía en espacios construidos para favorecer la expansión energética, la comunión. Espacios en los que se reunían a personas semanas enteras para la catarsis. Todo el mundo debía salir totalmente con la cabeza, el corazón y el alma vueltos. Es lo mismo que hace el teatro hindú desde otra perspectiva porque tiene otra cosmogonía.

El teatro debería servir para transcender. No a nivel intelectual. Eso no serviría porque luego yo tengo que llegar a casa, comer y pagar el alquiler. Entonces, de qué me sirve eso.

El arte debería servir para conocernos y conocer el mundo en términos de lo cotidiano. En eso el teatro es único porque es el único arte que solo se hace en el presente. Es el único arte que no se puede reproducir porque sus materias son el espacio, el tiempo y el cuerpo del ser humano. Tanto el del actor o la actriz, como el del espectador o espectadora.

No hay otros elementos que hagan mediación. No hay un cuadro. No hay una pantalla. No hay un lienzo. Ni una materia como arcilla o mármol. No hay una arquitectura. Ni un plano.

El acto en sí, es el aquí y el ahora, no tiene forma de transcender históricamente. Lo que yo haga en el escenario se quedará en la memoria de los espectadores que me vengan a ver. A posteriori no quedará para la historia porque no quedará registro. El teatro es así, va en su idiosincrasia.

El espacio escénico es la cueva, donde todo espacio y todo tiempo cabe. Ahí está la conexión que el teatro establece.

El teatro no es individual. Es colectivo. Es la prueba de que lo colectivo se puede hacer. Esta es una condición necesaria e indispensable para crearlo.

Por último, está el sueño, como dice María Zambrano. Los artistas son mediadores para lo divino sin dioses. ¿Cómo transcender el tiempo? La sensación está ahí, a un nivel cotidiano. Nos levantamos todos los días y nos preguntamos de alguna manera quiénes somos y qué hacemos aquí.

Dónde estaba la respuesta a esta pregunta y dónde la encontramos ahora. Creo que el arte estaba no para responder estas preguntas, sino para establecer esta conexión en el tiempo de lo humano.

Mi cuerpo tiene la capacidad para imaginar una mujer neardental, para mesurar, tomar medida, para tomar conciencia de lo que es el Universo o cinco mil millones de años. Algo que es inmedible racionalmente. ¿Cómo podemos conectar? Lo hacemos con nuestro cuerpo y nuestra alma, ahí hay algo valioso.

AH – Con respecto a lo anterior ¿qué es lo que se puede hacer desde un teatro como el Teatro de La Puerta Estrecha?

EVL – ¿Cómo se puede pensar en abrir una sala de teatro? Cuando uno se plantea abrirla las preguntas inmediatas que te vienen a la cabeza son por qué, para qué, cuándo, con qué. No lo sabía. Tenía el poderoso deseo de hacerlo, ese deseo que llamamos necesidad pero que no lo es.

AH – ¿Pero es consciente de que nuestra sociedad siempre pregunta para qué hacer las cosas?

EVL – Exacto. De manera intuitiva el “para qué” me lo salto. Para bien y para mal. El deseo se construye tan fuerte que hay que atenderlo, no te deja otra. En ese ir haciendo, es decir, haciendo caso a ese deseo, es donde voy descubriendo todo esto que te estoy contando.

Hubo una cosa muy clara cuando Rodolfo y yo abrimos La Puerta Estrecha. El centro del teatro es el escenario. No es la oficina. No es el escaparate. El centro es la creación que es lo que hay que nutrir por encima de todo.

Todo lo demás, luego tendría que venir. Hay está el riesgo. Soy una creadora que hace una propuesta a la sociedad. En la que intento hacer mi labor de ser un umbral, de abrir puertas al sueño, a la risa, a la emoción, a lo que sea, pero que sea verdaderamente humano. Esa es mi responsabilidad.

Esto implica que yo se lo ofrezco a alguien para que le de la vuelta y me dé una medida de lo que hago. No soy una persona que pone su ego encima de un escenario para que alguien lo contemple. Eso no es arte ni es teatro.

Como decía María Zambrano: “No es lo que soy, sino lo que no he podido dejar de ser.” En la medida que no he podido dejar de ser actriz y dedicarme a esto, lo que me ha venido dado, lo ofrezco. En ese ofrecimiento hay una vuelta. Es un acto de comunicación real.

AH – A lo largo de su carrera ha ido incorporando distintas disciplinas de teatro de la interpretación a la dirección artística de esta sala pasando por escenografía o la producción ¿por qué?

EVL – Soy muy multitarea. Creo que esto sucede por la falta de medios con la que nos encontramos. De las condiciones mínimas en las que trabajamos los artistas y aún más las artistas.

Frente a otros artistas, que son ellos con el medio (la página en blanco, el lienzo, la piedra), la gente del teatro necesitamos generar un espacio y un tiempo de colaboración. Los artesanos del oficio nos encontramos sin medios para hacerlo y tenemos que recurrir a la autogestión.

Los interpretes y los directores de escena nos acabamos encontrando en un espacio. No ocurre lo mismo con otros profesionales del teatro como los que se dedican a la escenografía o al vestuario. No terminamos de juntarnos en los mismo lugares y tener un proyecto común.

Además, soy una persona muy voraz. La vida me llama y me alimenta tanto que en seguida me meto en ello y me pongo a hacer. Soy muy autónoma, para bien o para mal. Para mal también. Porque a veces sería bueno que ciertas labores las hiciera otra persona. Y porque asumiendo tantas labores tengo la sensación de que me estoy perdiendo algo. En lo colectivo se aprende mucho más y lo que al final se crea es mucho más rico cuando participa más gente.

Al final, por casualidad o por necesidad acabo asumiendo funciones y encontrándome con áreas que a mi me son muy ricas y que me lo paso muy bien haciéndolas. Además, he terminado teniendo control sobre mis creaciones. Y no sé si sería capaz de hacerlo para otros creadores o creadoras.

AH – En todo este proceso ¿qué supone Diotima para ti?

EVL – Diotima para mí va a suponer un antes y un después. Estoy a punto de cumplir los 47 años. Los ciclos vitales van empujándote, si una tiene suerte y se da la libertad para meterse en los caminos que te van apareciendo.

Creo que entre los 40 y los 50 se produce un tránsito vital importante. Creo que Diotima viene a abrir esa puerta creadora. También como creadora tengo necesidad de abrir puertas porque ya hay dimensiones del trabajo creativo y de la realidad que ya te conoces.

Llega un momento en que dices [resopla antes de hablar]: “Me aburro”, no te sientes viva. De motu propio el cuerpo, el alma y el espíritu empiezan a abrirte otros caminos. Si escuchas y empiezas a transitar por hay se te empiezan a abrir otras cosas.

Eso es Diotima para mí y para todos los que participan. Como Raúl Iaiza que la ha dirigido. Para Lisi Bua que ha creado el espacio sonoro. Está siendo algo muy transformador. Tiene algo de alquímico.

AH –¿Cree que los espectadores que vean Diotima pedirán un tipo de teatro distinto después de ver la obra?

EVL – No sé si tanto. Si fuera así, es como si se realizase una utopía. Si fuéramos capaces de abrir una pequeña fisura o puerta en el espectador y espectadora y colocarlos en el mismo umbral que nos ha colocado a nosotros la palabra zambarniana sería alucinante. Ella te abre como ser humano y de repente encuentras cosas en que la vida se transforma y empiezas a verla y vivirla de otra manera.

Para mí la utopía sería que el público saliera con la mano puesta en la llave de la libertad. Como mínimo en la manija de la puerta de la libertad. Sino abierta, al menos mirándola de frente.

Sería un salto evolutivo entender eso que es la libertad que tanto andamos buscando. Una libertad que ya se ha perdido. Parece que eres decimonónico cuando dices que quieres espacios de libertad. Cuando la libertad es una necesidad humana que nos está apremiando porque estamos constreñidos de una manera que no somos conscientes. Esto, que es lo que María Zambrano planteaba, y es lo que nos ha guiado e iluminado para transmitírselo al espectador. A través del amor y la búsqueda de la verdad.

Los filósofos en Grecia buscaban la libertad, con esa búsqueda comenzó la filosofía. Esta comparte con el teatro el objetivo de abrir espacios de libertad a lo humano. Como siempre supe y soñé que debería ser un proceso de creación, y la obra que se ofrece.

AH – ¿Ha echado en falta en la entrevista alguna pregunta o algún tema que le gustase añadir?

EVL – Creo que en este momento los hombres deberían urgentemente empezar a ver como el patriarcado y el capitalismo los aliena. Lo que hace con ellos es muy brutal. Deberían tomar conciencia de ello y comenzar a caminar como las mujeres hemos empezado a caminar ya.

Y a las mujeres me gustaría decirnos que escuchásemos nuestras entrañas. Que nos otorguemos la posibilidad de ser seres pensantes y actuantes sin la necesidad de que nadie nos legitime. Que escuchemos ese pensamiento y sentimiento que tenemos dentro de nosotras mismas y que ha sido apaleado, cortado y asesinado porque va a ser un bien para la humanidad y para nuestra vida pequeñita, nuestra casa, nuestra habitación. Todo empieza ahí, comienza en tu cuarto. Luego se irá expandiendo, pero si no lo empiezas en tu cuarto no se va a poder expandir. Tratar de que el mundo se expanda sin que se expanda primero en nuestro cuarto no va a funcionar.

No se trata de ser héroes o heroínas. Esto ya nos lo hemos quitado. Como nos hemos quitado a los dioses y a las diosas. Se trata de empezar por uno mismo a disfrutar de la vida y a gozarla, no solamente a sufrirla. A través del amor por una misma, por la vida que se tiene y por todo lo otro u otra con quien se comparte.

Coda a la entrevista:

Más tarde, cuando se le manda la entrevista a Eva Varela Lasheras, antes de enviarla a la redacción para garantizar que recoge exactamente lo que quería decir y que no hay erratas, añade una sugerencia bibliográfica para las lectoras y los lectores de Woman’s Soul para completar lo que se habló y el permitir disfrutar más si cabe de Diotima:

  • Hacia un saber sobre el alma de María Zambrano
  • La confesión, género literario de María Zambrano
  • Los sueños y el tiempo de María Zambrano
  • El sueño creador de María Zambrano
  • En el principio era ella de Luce Irigaray
  • El lenguaje de la Diosa de Marija Gimbutas
  • Dionisos, raíz de la vida indestructible de Károly Kerényi
  • India de Chantal Maillard
  • Rasa: el placer estético en la tradición India de Chantal Maillard
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