Cuando estaba en el instituto, en 2º de B.U.P. (qué lejano queda eso…) fui a clases particulares de matemáticas y de física y química, porque se me atragantaban; ya entonces era más de letras que de números.
Cuando llegaron las vacaciones de navidad, los que habían aprobado la evaluación (y yo estaba entre ellos), no volvían hasta enero. La profesora sólo seguía dando clases de repaso a los que habían suspendido. Así que el último día de clase, antes de irme, iba a felicitarle las fiestas. Ya en la puerta, a modo de despedida, ella me dijo: -¡Feliz Navidad, Rosa! Y añadió: – Y espero que los Reyes te traigan un poco menos de lengua…
-Lo mismo digo – respondí. Y al momento rectifiqué: – por lo de Feliz Navidad, quiero decir… no por lo de la lengua
Me sentí abochornada. Y es que yo pensaba felicitarle la navidad, pero como ella se adelantó, le dije que igualmente, a pesar de lo que ella había añadido y podía malinterpretarse.
A lo largo de todos estos años (que ya son muchos desde entonces) me he encontrado en alguna que otra situación parecida. Y es que me temo que sufro de incontinencia verbal. Intento controlarla, y con frecuencia lo consigo, pero no siempre es así. Cuando me doy cuenta de lo que hago, me siento mal conmigo misma. Pero lo malo es que en muchas ocasiones es totalmente incontrolable. Y, lo que es peor, no soy consciente de ello.
Pregono el dicho “no es lo que dices, es cómo lo dices”. E intento seguir el consejo. Pero, a veces, yo misma no lo digo como debería. Y no es con mala fe. De hecho, he descubierto que todas las palabras son susceptibles de ser malinterpretadas. Hace pocos días me pasó. Hice un comentario que no tenía intención de ser ofensivo, pero molestó a una amiga y cuando ella me lo recriminó (muy educadamente), me di cuenta. Pero yo no pensaba que al leer mis palabras sonasen así.
Y he descubierto también que tanto se pueden malinterpretar las palabras dichas y oídas como las palabras escritas. Un mismo texto puede ser leído de distintas formas, según la entonación con la que la persona lo lea. Sé que incluso cualquier cosa que escribo, puede ser leída de distinto modo a como yo la escribí (y, por tanto, a como yo la pensé). No sé si esto es bueno o es malo, pero a mí me da vértigo. Y hasta un poco de miedo…
Y mi incontinencia verbal me lleva a divagar mientras escribo. Y me lío y todo lo complico. Cuando yo lo que quería hacer era pedir disculpas. Reconocer mis errores e intentar enmendarlos. Es difícil y me va a costar, porque no puedes cambiar algo si no eres consciente de que lo haces mal. Por eso también tengo que pedir ayuda. Y me gustaría que alguien me avisase para no seguir cometiendo el mismo error. Prefiero una crítica constructiva antes que un halago falso.
Y voy a seguir hablando. Y opinando. Y escribiendo. Porque las palabras forman parte de mi vida. Y seguiré proclamando la verdad (al menos, mi verdad), porque en mi casa me enseñaron a ir siempre con la verdad por delante y eso no lo cambiaré. Pero intentaré medir un poco mejor mis palabras.
Así que, como en su día me dijo mi profesora: A estos Reyes le pido que me traigan un poco menos de lengua (o, al menos, las herramientas necesarias para utilizarla mejor).