He aprendido que las cosas llegan cuando una está preparada para afrontarlas
La directora de escena Vanesa Martínez es noticia porque acaba de ganar por segunda vez el premio de la XXI Edición de Teatro para Directoras de Escena Ciudad Torrejón Ardoz por Orlando. Obra basada en la novela de Virginia Woolf del mismo título y que ha montado con Teatro de fondo, compañía de la que es fundadora y con la que lleva 17 años creando espectáculos.
Antonio Hernández (AH) – ¿Qué supone para usted ganar el premio de Directoras de Escena de Torrejón de Ardoz por segunda vez?
Vanesa Martínez (VM) – Una sorpresa. Porque solo dos directoras de escena, Laila Ripoll y yo, lo hemos ganado dos veces en las 21 ediciones que lleva este premio. Me siento muy orgullosa.
Además, los premios sirven para lanzar mensajes. Esta vez lo aproveché para hablar de la situación en la que estamos las compañías teatrales en Madrid.
Las políticas municipales nos están dejando de la mano de Dios. Nos están cerrando muchas puertas. Las compañías que vienen de fuera vienen a Madrid y pueden representar aquí, mientras las compañías madrileñas no podemos presentar las cosas que hacemos. Así que aproveché la coyuntura y lancé este mensaje.
AH – ¿Se debe a esto que “Orlando” que lleva girando durante un año todavía no se haya podido ver en Madrid capital?
VM – Soy de ideología de izquierdas de toda la vida. Así que cuando llegó Ahora Madrid al Ayuntamiento de Madrid era de los que pensaban que las políticas culturales iban a ir a mejor. Cuál sería nuestra sorpresa comprobar que no solo no están mejorando sino que han ido a peor.
Por poner un ejemplo, las Naves Matadero se han convertido en un reducto de un teatro muy minoritario que no necesita de dos salas de exhibición diarias. Nos estamos quedando sin salas municipales para estrenar.
La alternativa sería una sala privada, pero la envergadura del teatro que hacemos nosotros y el perfil de público que tiene no cabe en unos teatros como los Teatros Luchana o el Teatro Infanta Isabel. En nuestras propuestas no tenemos una cabeza de cartel, tampoco es un texto conocido ni se trata de una comedia ligera. En este momento no encontramos un lugar para nuestro teatro en la ciudad de Madrid.
Ni nosotros ni las compañías madrileñas que formamos el tejido teatral. Me refiero a esas compañías que trabajamos desde un lenguaje escénico propio, de ese que eres capaz de identificarlo cuando lo ves, y que nos arriesgamos. Compañías que no entendemos el teatro como un producto que tenga que responder a las necesidades del mercado sino como una propuesta artística.
AH – ¿En otras capitales teatrales españolas como Barcelona, Bilbao, Sevilla o Valencia tenéis los mismos problemas de exhibición?
VM – En el País Vasco no, no tenemos problemas, hemos estado en varios sitios. Lo que sucede en lugares como Cataluña, Galicia o la Comunidad Valenciana es que el idioma siempre es una barrera y ellos son muy celosos de lo suyo. Algo que me parece fantástico. Defienden lo suyo y permiten a sus compañías estrenar en su lugar de origen. Ellos entienden que su cultura es parte de su identidad. En Andalucía pasa lo mismo, en la red de teatros de esta comunidad no estrenan las compañías de fuera.
Lo que ocurre en Madrid es que no tenemos ese concepto. No cuidamos lo nuestro. Todo el mundo viene a Madrid pero los de Madrid no vamos a ningún lado. Somos muchísimas compañías pero no hay un sentido de pertenencia.
Me imagino que el evitar ser acusados de centralistas y el ser una ciudad cosmopolita algo tendrán que ver en esta situación. Pero la realidad es que a diferencia de otras comunidades no protegemos lo nuestro.
AH – ¿Quiénes eran las otras dos directoras que estaban en la terna del premio?
VM – Una era Jana Pacheco que estaba nominada por “La tumba de María Zambrano” que se estrenó el año pasado en el Centro Dramático Nacional (CDN) que quedó segunda.
La otra era Mercedes León que recibió el premio José María Rodero por “De hienas y perros o el eco de los caníbales”, de la Compañía Cinco Huellas Producciones.
AH- ¿Qué cree que tiene “Orlando” para que le hayan dado a usted el premio?
VM – “Orlando” tiene una reflexión muy profunda, muy irónica y tremendamente divertida sobre la identidad y el género. La historia de “Orlando” es la historia de una persona que vive 400 años porque quiere ser poeta. Así que se pasa 400 años escribiendo un poema, pasando por todos los estilos literarios que se sucedieron esos años
Además, a la mitad de esos años se convierte en mujer. Y cuando eso sucede todo lo que ha sido y sus títulos nobiliarios desaparecen. Al ser mujer no puede desempeñar las profesiones que había ejercido hasta entonces ni puede mantener los títulos nobiliarios.
Así que es una obra sobre la identidad. La identidad como artista, sexual, de los géneros. Si se distinguen o no. Si al final no somos todos un poco hombres y un poco mujeres.
Detrás de todo eso hay una crítica al concepto biográfico decimonónico. El padre de Virgina Woolf era biógrafo y ella decide, como broma literaria, escribir la peor biografía del mundo. No tiene datos. Se le queman los papeles. Es algo delirante.
La gente que ha leído el libro o que vio la adaptación cinematográfica se sorprende mucho porque pensaban que la historia era muy densa. Sin embargo, nosotros hemos tratado de rescatar todo lo que tenía de comedia, que es mucha, a la vez que hemos intentado conservar su narrativa.
Creo que la combinación de un texto de una calidad literaria abrumadora con una peripecia, casi de aventuras, con un montón de personajes, entre 5 actores se ventilan 30 personajes en escena, es uno de los valores de nuestro espectáculo. Eso es lo que le da al público la sensación de haber visto algo importante y divertido al mismo tiempo.
AH – ¿Por qué creo su propia compañía de teatro?
VM – Porque cuando entré en primero de la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD) de Madrid me di cuenta que allí no me iban a enseñar todo lo que yo necesitaba aprender. Y pensé que me lo tenía que montar por mi cuenta para aprender con el método ensayo-error. Y al principio fue así. Tuve un batacazo tras de otro.
Aunque continúe mis estudios en la RESAD y aprendí muchas cosas allí. Tanto las cosas que quería hacer como las cosas que no quería hacer. Es verdad que he aprendido mucho del oficio haciendo. El haber conseguido un grupo de trabajo con colaboradores habituales que confiaban en mí año tras año, espectáculo tras espectáculo, me ha permitido dotarme de unas herramientas de dirección de escena que constituyen mi quehacer cotidiano.
Nuestro objetivo al crear la compañía era aprender, curtirnos, y no depender de nada a la hora del tipo de textos y propuestas que queríamos realizar. Ser completamente libres. De esta forma hemos conseguido no solo un lenguaje propio sino una manera de construir nuestros espectáculos totalmente propia. A través de unos procesos de creación muy largos, hasta de 7 meses, en los que los actores son parte indispensable del trabajo dramatúrgico.
El resultado se debe al proceso de destilación de esa buena idea que tuvimos hace 17 años: si queríamos aprender teníamos que ponernos manos a la obra nosotros mismos.
AH – ¿Dónde le ha llevado ese aprendizaje? ¿Cree que está en el sitio que tiene que estar?
VM – Creo que estoy en el sitio en el que tengo que estar. Algo que me ha costado mucho entender.
Cuando una tiene 25 años piensa que va a acabar dirigiendo, por ejemplo, la ópera de Zurich. Digo Zurich porque como cantante que soy he estado muy vinculada a la lírica y me veía dirigiendo grandes teatros de ópera.
Pero con 27 años tomé una serie decisiones. Entonces estaba casada y tuve un hijo, y opté por priorizar mi faceta personal sobre la profesional durante un tiempo. Esto ha hecho que yo no haya entregado mi vida ni al teatro ni a la compañía, aunque el teatro y la compañía son una parte muy importante de ella.
He hecho grandes cosas. He dirigido en el CDN y en el Teatro Real. Aunque me quedan un montón de retos todavía.
Pero he aprendido que las cosas llegan cuando una está preparada para afrontarlas. Cuando yo deseaba tanto dirigir para el CDN, el reto no llegó. Lo cierto era que yo no estaba preparada para asumir ese reto. El reto llegó cuando sí lo estaba, hace dos años y medio.
Estoy convencida de que los retos y las metas seguirán llegando cuando yo esté preparada para asumirlas. Si no llegan es que sé que no estoy preparada.
Este pensamiento es algo que me ha costado mucho elaborar, pero me permite continuar, no abandonar y disfrutar mucho de las cosas cuando llegan porque sé que llegan porque tienen que llegar.
AH – ¿Quién cree que se da cuenta de que está preparada para asumir un reto concreto?
VM – Hasta que uno no piensa que está preparado, los demás no lo pueden pensar. Uno irradia lo que piensa de sí mismo.
Soy muy mala relaciones públicas. No suelo asistir a los estrenos. No me quedo de copas después de asistir a un espectáculo. No va con mi carácter. Soy muy hogareña. Me gusta quedarme en casa con mi marido, con mi hijo y mi familia. Esto es prioritario y nuclear en mi vida.
Yo sé que eso me cierra algunas puertas y me pone en desventaja frente a las personas que sí hacen ese trabajo de relaciones públicas. Ellas tienen una visibilidad y yo soy invisible.
El hecho de ser mujer tampoco me ayuda. El teatro es un mundo de hombres. El otro día Jana Pacheco al recoger el segundo premio en Torrejón de Ardoz dio un dato que yo desconocía. Los teatros con una programación regular contratan solo entre un 9 y un 12% de espectáculos dirigidos por mujeres.
Sin embargo, también sé que las cosas van a venir cuando tengan que venir. No tengo prisa. Tengo 42 años y pienso dirigir hasta que me muera.
He visto a mucha gente a la que le han llegado cosas cuando no le tenían que venir. No solo no les ha sido beneficioso, sino que se han acabado dándose un trastazo importante. Eso es lo que quiero evitar en mi profesión. No tener que asumir cosas en momentos en que no tengo que asumirlas o por las razones equivocadas.
AH – Sin embargo, viendo su trayectoria profesional usted tiene una carrera muy importante pero no es una directora de escena mediática ¿a qué cree que se debe?
VM – Creo que se debe a que no hago esa labor de relaciones públicas que te acabo de contar. No es que no me guste hablar con la gente, que a mi me encanta. Pero no hago de eso mi vida. Evito toda esa parte que no tenga que ver con el teatro. No me nace, no es natural en mí. Sería una cosa tan impostada, tan de mentira, que la gente me cazaría al vuelo.
También supongo que habrá un factor suerte, o de idoneidad, el estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. Es algo que funciona en los dos sentidos. Tanto en positivo como en negativo.
Pero insisto, el hecho de ser mujer es importante. Los directores de moda se llaman Miguel del Arco, Alfredo Sanzol, Andrés Lima. Hombres, hombres, hombres. Creo que eso puede dar respuesta a tu pregunta.
AH – ¿Hay un movimiento para dar más visibilidad al trabajo de las mujeres en el teatro?
VM – Sí. Hay una asociación llamada Clásicas y Modernas que está trabajando en todos los ámbitos escénicos no solo en el de las directoras de escena. Pero estamos en lo de siempre, son movimientos de mujeres para mujeres. Nosotras dándonos apoyos a nosotras mismas. Mientras los hombres no se impliquen es imposible. Los hombres deberían ser los primeros interesados en esto. Su falta de implicación hace que todo sea más complejo.
Evidentemente la situación de la mujer ha cambiado mucho desde que yo empecé. Imagínate cuando era una chavala de 26 o 27 años y llegaba a un teatro lleno de técnicos, señores mayores, que me trataban de niña. Decían: “Niña, ¿dónde te pongo el foco?” Aunque estas cosas ya no pasan con la frecuencia que pasaban antes, no se si es porque ya no soy una niña [dice divertida].
Aún nos queda muchísimo por recorrer. Lo que pasa en el mundo del teatro es un reflejo de lo que pasa en nuestra sociedad. En todos aquellos ámbitos especialmente en los que la mujer tiene puestos de responsabilidad.
AH – ¿Cómo le han influido sus conocimientos musicales en el teatro que hace?
VM – Muchísimo. Yo llegué al teatro a través de la ópera. Antes de estudiar teatro hice grado profesional de canto. Mi primera intención cuando entré en la RESAD era dirigir ópera. Luego en la escuela conocí el teatro y me enamoré del mismo.
Siempre he tenido un concepto musical del teatro. De hecho, cuando las cosas estaban un poco mejor económicamente, teníamos músicos en directo en casi todos los espectáculos. La música siempre ha sido una parte importantísima de mis puestas en escena. Siempre he buscado la manera en que los textos y la música pudiesen dialogar. También he dirigido mucha ópera.
Esta predisposición a lo musical hace que a mi me guste mucho dirigir textos en verso. Obras de Lope, de Tirso. El verso en sí ya tiene una musicalidad, una forma con la que me siento muy identificada, muy mía.
Cuando pienso en una puesta no pienso en imágenes. Pienso en sonidos. Tengo una creatividad más auditiva, acústica. Me surgen más espacios sonoros o musicales que imágenes.
En “Orlando” hemos hecho un ejercicio sonoro maravilloso que ha sido un viaje de 400 años en la historia de la música. Viajamos en el tiempo con Orlando a través de la música de las distintas épocas que se escuchan en la función. Un viaje fantástico que hemos realizado con el clarinetista y saxofonista Andreas Prittwitz y su grupo Looking Back.
AH – Después de Orlando ¿para qué reto cree que está preparada ahora?
VM – Ahora mismo me ha llegado un proyecto muy bonito para montar “Historia de un soldado” de Igor Stravinsky en abril. Me encanta que se haya puesto esto en mi camino porque hacía tiempo que no montaba nada musical. Un reto para el que me encuentro preparada
Es un proyecto escénicamente sencillo pero con una música muy compleja. El reto es meterse en dentro de la mente Stravinsky y entender como él va dibujando las acciones personajes con la música y ver cómo yo puedo traducir toda esa complejidad en el escenario.
En julio, tal vez, llegue un proyecto con el que vuelva al verso de Tirso de Molina. Un proyecto que posiblemente tenga más vuelo y más visibilidad. Pero todo está en el aire y no sabemos qué va a pasar.
Ahora mismo estoy en un momento vital en el que siento que puedo con muchas cosas. Estoy en un punto al que nunca pensé que iba llegar. En el que empiezo a verme con tantas herramientas después de tantos años que puedo plantearme hasta dar clases de dirección. Algo que no me había atrevido a hacer antes.
Me siento tan bien que me siento preparada para todo. Los 42 años me han sentado muy bien.
AH – Después de todo lo que hemos hablado ¿qué echa en falta en esta entrevista?
VM – Lo que voy a decir puede sonar un poco raro y es algo de lo que no se habla nunca. Algo de mí que me define y que está en mis espectáculos, especialmente en “Los Atroces” la obra por la que gané por primera vez el premio de Directoras de Escena de Torrejón de Ardoz.
Se trata de la importancia que tiene para mí el crecimiento personal. Nunca debemos dejar de ser conscientes de quienes somos, de qué queremos ser y de cuáles son nuestras ideas sobre el mundo.
He tenido una vida complicada a nivel emocional por lo que me ha tocado hacer un ejercicio constante de revisión personal. Es un ejercicio que sigo haciendo y seguiré haciendo a lo largo de mi vida.
Creo que es algo que falta en la dirección de escena y en el mundo del arte en general. Porque no podemos olvidar que somos personas, que en el fondo nosotros creamos lo que somos. Es decir, yo creo lo que creo porque soy quien soy.
Veo muchos espectáculos deshumanizados, fríos, poco comprometidos. Adscritos a una definición estética pero desprovistos de verdad, de riesgo, de vulnerabilidad. Valores que en mi opinión son muy importantes. Al menos es lo que pienso cuando hago un espectáculo en el que me abro el esternón y digo esta soy yo y este es mi mundo y aquí os lo dejo.
Creo que sería bueno que en el mundo del arte la obra de los artistas fuera más responsable y honesta, un espejo del crecimiento del creador como ser humano, con el que el público se pudiera identificar.