El artículo terminaba con estas palabras:
“Que 2021 sea el año en que la humanidad deje de esconderse detrás de una pantalla y hable por fin.”
Pero no es tan fácil, ¿verdad? Cuando estás rodeado de un mundo de mentiras puedes ser condenado al ostracismo sólo por decir lo que piensas y mostrar tu verdadero yo. La realidad golpea con fuerza, una mentira contada mil veces se convierte en verdad para muchos y puede hacerte sentir que te estás volviendo loco, simplemente por ver la realidad.
Todos tenemos mecanismos de supervivencia diseñados exclusivamente para mantenernos vivos: luchar, huir o congelarse.
¿Te has preguntado alguna vez si estás en uno de ellos?
Yo he pasado la mayor parte de mi vida en el modo de lucha, y déjame decirte que no sólo es agotador, sino insostenible en el tiempo. Admito que también he intentado volar y me he quedado congelada durante años, sólo para despertar frente a una verdad que era demasiado real para afrontarla, demasiado dura para mí: “estoy viva”.
Aunque esto pueda parecer muy obvio para algunos de vosotros, dejadme deciros que mi despertar fue que “ESTOY VIVA”, y eso implica vivir, lo cual no había estado haciendo hasta entonces.
En mi caso, ese despertar se produjo después de pasar cinco años preparándome para la muerte a causa de una enfermedad que resultó ser, no sólo manejable, sino completamente curada y de la que actualmente estoy recuperada al 100%. Lo creas o no, el cerebro maneja las situaciones de riesgo vital de una manera muy similar independientemente de su naturaleza, y lo mismo ocurre con los traumas y eventos estresantes.
Sería muy fácil, y simplista, decir que no se puede comparar el trauma producido por una catástrofe natural con el que se produce al ser castigado de pequeño, cuando la verdad es que todo se reduce a cómo el sujeto percibe la situación más que al hecho en sí. Por eso, para algunos de nosotros esta pandemia global puede haber parecido la peor pesadilla del mundo, mientras que para otros puede haber sido simplemente un obstáculo más en el camino.
Entonces, ¿por qué escribo esto?
Porque hay un tercer grupo. Muchos de ellos todavía están en modo de lucha o huida y, desde dentro, no pueden verlo. Por eso es tan difícil identificar una experiencia traumática en el momento en que está sucediendo y suele ser que sólo en retrospectiva somos conscientes de lo que hemos vivido. Sólo cuando empezamos a tener problemas para dormir o aumenta nuestro ritmo cardíaco nos damos cuenta de que algo no va bien.
Las emociones siempre encontrarán su camino, las reconozcamos o no.
Abrir los ojos a una nueva realidad puede ser demasiado para asumirlo por nosotros mismos, así que, ¿qué tal si empezamos por ser conscientes de lo que pasa por nuestra mente ahora mismo? Probar con una aplicación de meditación, escuchar un podcast o hablar con un coach o un profesional de la salud, nos ayudará a tomarnos las cosas con calma, y puede incluso evitar que acabemos en medio de una tormenta cerebral que seremos incapaces de manejar.
¿No sabes por dónde empezar? Aquí tienes algunas ideas:
En Netflix: Documental Headspace
Aplicaciones (Android e iOS): Calm
Podcast: El episodio 230 del podcast de Jay Shetty o en YouTube: https://youtu.be/VKeKeFaepbo
Recuerda:
Todos luchamos. No dejes que nadie te diga lo contrario.
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